Ser solidarios evitando el despilfarro de alimentos es un gesto altruita con las personas que pasan hambre y también con el medio ambiente. No en vano, el desperdicio de comida es masivo en todo el mundo, especialmente en los países desarrollados, y luchar contra él es tarea de todos, pues afecta a cada uno de los eslabones de la cadena alimentaria, desde su producción hasta que llega al consumidor final.
En este post vamos a repasar cinco iniciativas solidarias para no tirar la comida. Algunas ayudan a proveerse a los bancos de alimentos, otras se dirigen a los mismas personas que están pasándolo mal o directamente son una propuesta para acabar con la comida tradicional para evitar que se tire y así solucionar el problema del hambre en el mundo.
Se trata, en suma, de reducir el desequilibrio que hay entre el loco despilfarro de alimentos que acaban en la basura cuando son perfectamente consumibles. Por otro lado, la comida que se tira supone una importante polución, además de la huella de carbono que supuso su produción.
Un despilfarro masivo
Para hacernos una idea de lo dramático de la situación, cada español tira 163 kilos de alimentos al año, una media que roza los 180 kilos en el ámbito europeo. O, lo que es lo mismo, un tercio de los alimentos que se producen va a la basura en alguno de los puntos de la cadena alimentaria, el equivalente a 89 millones de toneladas de alimentos comestibles, según denuncia un informe del Parlamento Europeo.
Algunas empresas donan sus excedentes a algún Banco de Alimentos en vez de tirarlos. La red de Bancos de Alimentos de España recibe millones de kilos que deben recoger haciendo un importante esfuerzo de logística que a menudo les desborda.
Restos de supermercados
Los pequeños y grandes comercios alimentarios tienen estrategias para intentar no verse en la situación de tirar los alimentos, optando a menudo por rebajar su precio cuando la caducidad se acerca o empiezan a tener un aspecto al feo. Sin embargo, a veces no hay más remedio y remiten los alimentos a ONGs o a particulares.
En muchas ocasiones, las asociaciones no pueden recoger todo lo que se les ofrece y las tiendas optan por entregar la comida a personas necesitadas que conocen o se acercan a pedirla.
Una reciente normativa impide a los supermercados franceses tirar comida que todavía puede ser consumida, una medida muy aplaudida que, en la práctica está enfrentándose a estos problemas de falta de recursos para poder afrontar el reto que supone canalizar esta donación para las organizaciones.
Restaurantes y panaderías
Otros establecimientos del sector alimentario como restaurantes y panaderías también han ocupado titulares por su demostración de empatía con los que están pasándolo mal en tiempos de crisis.
Una panadería de Barakaldo, por ejemplo, regala sus excedentes diarios colgándolos en su puerta al acabar la jornada. También son muchos los restaurantes que para ayudar a los más desfavorecidos entregan en tupper la comida (intacta, obviamente) que sobra de la jornada que no pueden conservar por distintas razones.
Frigorífico compartido
Si productores y distribuidores despilfarran, los mayores derrochadores de toda la cadena son los consumidores. A elos hay que atribuir un 42 por ciento del total.
Se empieza por una mala planificación a la hora de comprar y también cuando se han de consumir. Y, sea como fuere, los alimentos acaban pasándose o, por ejemplo, se confunde la fecha de caducidad con la de consumo preferente y terminan condenados a la basura, sobre todo los que tienen una vida útil corta.
Los refrigeradores colectivos son una solución para aprovechar alimentos que otras personas han retirado y permitir que también ellas puedan hacer lo propio con lo que nosotros desechamos.
Los frigos compartidos son una iniciativa alemana que busca no tirar comida. Funciona como una especie de autoservicio abierto las 24 horas. Se trata, simplemente, de neveras abiertas a todo el mundo para que pueda llenarlas o vaciarlas según sus necesidades y preferencias.
El proyecto, llevado a cabo por la asociación alemana Foodsharing, se enmarca dentro de una filosofía afín a la economía colaborativa. De hecho, está basada en un trueque libre y admite desde lo que se compra en el súper y llegamo a un punto sabemos que no vamos a consumir hasta posibles excedentes de un huerto orgánicos, pongamos por caso. Actualmente, se ha instalado en un sótano para bicicletas en el barrio de Prenzlauer Beg.
Actualmente, el ejemplo ha cundido y hay más de una veintena de neveras solo en Berlín en cafeterías y locales de asociaciones, por lo que su acceso se limita al horario del comercio.
Acabar con el hambre en el mundo
Yendo más allá, solucionar el problema del desperdicio de alimentos requiere una solución radical que ataque el problema de raíz. No, no se trata de ponernos una pinza en la boca, sino de decir adiós para siempre a la comida, tal y como la conocemos.
Julian Hearn está convencido de que con Huel, un alimento en polvo nutricionalmente completo, es la solución idónea para dejar de castigar al planeta con tanto desperdicio de alimentos y también para acabar con el hambre en el mundo.
Además, Huel o iniciativas similares como Soylent, de Rob Rhinehart, son alimentos veganos ricos en proteínas, con lo que además de ser la mar de prácticos, evitaríamos la terrible huella de carbono que supone la preparación de alimentos, así como la produccción de carne, ya que cerrarían las granjas y dispondríamos de más cultivos, pues ya no sería necesario el forraje.
A nivel médico se acabarían con enfermedades propias de las dietas copiosas y altas en grasas y, cómo no, también supondría un avance ético histórico liberar a los animales de la crueldad extrema a la que los somete la industria alimentaria.