El tema medioambiental salpica insensibilidades por donde se le mire: de frente o de perfil se puede ver la misma semblanza del ultraje. Los humedales por ejemplo son un típico caso de aquello y en la Región del Bío Bío, ciertamente, no son la excepción.
Internarse por estos días en el submundo de los humedales, es internarse definitivamente en un ámbito pantanoso, fangoso y viscoso, si es que nuestro objetivo fuese usar palabras decentes y recatadas. Y no hablamos de esa particular barrosidad por la que el lector pudiera pensar que se tratase, cuando apuntamos a dichos naturales y verdes terrenos. No, muy por el contrario. Nos referimos al barrial por el que se camina cuando nuestros pies se adentran en el mundo político y económico de trasfondo.
Para comenzar se hace necesario determinar primero qué son los humedales, pues aún cuando en los últimos años el tema ha salpicado intermitente en la vitrina pública, lo cierto es que existe un preocupante desconocimiento y ninguneo sobre y hacia ellos. Pues bien, de éstos hay numerosas definiciones técnicas de las cuales lo medular es que son hábitats exclusivos, puesto que se constituyen según periodos específicos de tiempo de porciones tanto de agua como de tierra. Por lo tanto representan ecosistemas únicos en el mundo, que a su vez albergan la mayor biodiversidad de especies endémicas (típicas de una zona que no existen en otro lugar) del planeta.
Nefastas señales
El tema de los humedales, como suele ocurrir por estas latitudes dicho sea de paso, tomó cierta mediática fuerza por lamentables acontecimientos que llamaron la atención de movimientos ciudadanos. Particularmente en la zona, por allá por el año 2005 y 2006 pudimos ser testigos de las campañas que diversos grupos pro humedal comenzaban a realizar, para evitar los rellenos que empresas inmobiliarias efectuarían sobre ellos. Finalmente el humedal Los Batros de San Pedro de la Paz o el Paicaví de Concepción, por ejemplo, fueron igualmente intervenidos.
Precisamente para que estas acciones no vuelvan a ocurrir es que el 02 de febrero pasado se celebró el “Día mundial de los humedales” en Talcahuano a un costado del Puente Perales. Al encuentro, convocado por la Coordinadora Medioambiental Talcahueño, llegaron diversas organizaciones las que en conjunto ratificaron su compromiso para seguir trabajando por los ecosistemas, esos que aún permanecen sin intervención.
Bordeando el Humedal Perales, en una jornada de concientización como se les escuchó decir, los asistentes repartieron folletos a los automovilistas y establecieron algunas líneas de acción venideras. Hernán Pino, concejal de Talcahuano y quien trabaja junto a la Coordinadora, no tuvo titubeos en declarar el sentido de la manifestación. “Con esto queremos mandar un mensaje al Gobierno Regional, ya que este acto que hoy están realizando todos los países del mundo aquí no se ha hecho, lo que significa que poseen una miopía en cuanto a los asuntos medioambientales, dando así una pésima señal sobre el tema” remató Pino.
Insensibilidades surtidas
Un tema que es transversal y que preocupa a todos, es el de la progresiva desaparición de las especies de estos hábitats. Remigio Garrido, integrante del Movimiento Pro Defensa del Humedal Paicaví –en el cual este 2009 comienzan las construcciones- nos cuenta con minuciosidad el entramado de nebulosas que contornean la temática medioambiental. Sus dardos apuntan al Municipio, la Conama y los empresarios del rubro.
Garrido, quien es estudiante de Medicina Veterinaria nos atiende en su lugar de trabajo, una tienda de peces y mascotas ubicada en un gran centro comercial de Concepción. Entre las paredes repletas de acuarios y entre una que otra persona que ingresa a hacer consultas al local, Remigio desliza conceptos tales como plano regulador deficiente, audiencias públicas truncadas, terrenos a bajo precio para empresarios, inundaciones varias, estudios de impacto ambiental irregulares, matanza de especies y recursos de protección declarados inadmisibles, entre otros.
Después de atender a un puberoso adolescente, que llega al local a pedir ayuda por la erosión de la piel de su erizo de mar, me cuenta que cuando los rellenos del Paicaví estaban siendo ejecutados por allá por el 2007 pidieron junto a su movimiento insistentemente una audiencia pública a la alcaldesa Jacqueline Van Rysselbergue. Sigue Garrido: “la idea era presentarle nuestra preocupación por lo que estaba pasando en el lugar, sobre todo por el tema de la biodiversidad amenazada y por el riesgo de inundación a las poblaciones aledañas que conllevaba la intervención del humedal”. “Imagínate qué pasó” me pregunta. “Nada, nunca tuvimos respuesta sobre el tema” sentencia. “Entonces ahí uno se da cuenta que la participación ciudadana que a uno le piden, esa de que los jóvenes deben participar, no es cierta, no es real” explica a manera de resumen. En tanto, consultada por La Diagonal, la alcaldesa de Concepción no dio indicio alguno de querer referirse al tema. Sus asesores señalaron que otorgaría una respuesta, la que hasta el cierre de esta edición nunca llegó.
Finalmente, Remigio confiesa que él mismo se encargó de realizar un catastro antes y después de los rellenos, sobre las diferentes especies que allí se encontraban, para lo cual se embarcó en una maratón fotográfica. Relata que la matanza de especies fue tal que “se pasó de 40 familias de coipos por ejemplo a sólo 8”. “De hecho cada vez que iba al sector encontraba queltehues, garzas, cucas y coipos muertos por todo el lugar” explica con visible rabia Remigio.
Ante este panorama, el Director de la Comisión Nacional de Medioambiente (Conama) de la región del Bío Bío, Bolívar Ruiz, señala que: “El problema de fondo corresponde a la planificación del territorio, a los Planes Reguladores. En ese sentido cada Municipio debe definir los diversos usos que otorgará al territorio. Es decir, establecer qué se puede y no hacer en un suelo determinado”. Sostiene entonces que “muchos de los Planes Reguladores no disponen medidas de protección de los humedales urbanos, porque fueron diseñados con anterioridad a la promulgación de la Ley de Bases del Medio Ambiente o bien porque sencillamente no han sido prioridad del respectivo Municipio”. El tema, según Ruiz, pasa por cambiarlos, pero confiesa que “no ve ni a los parlamentarios, ni a los alcaldes, ni al Gobierno Regional dando importancia a esta problemática”.
Acciones en carpeta
En total son 18 los humedales que en la Provincia de Concepción están reconocidos por la Conama. Sin embargo, las organizaciones sociales y medioambientales tienen estipulados que hay otros 16 más. Es decir, todavía no hay consenso final ni siquiera frente a esa arista.
Por esta y por otras razones es que dichos movimientos ya tienen agendado un nuevo encuentro para el 14 de marzo, en el cual analizarán las siguientes estrategias a seguir. Como lo destaca José Morales, otro de los activos dirigentes de Defendiendo San Pedro: “la idea es finiquitar una estrategia a futuro, una especie de confederación que ahora se preocupe no sólo de los humedales, sino del medioambiente de forma macro” explica el también joven arquitecto. “En estos años hemos aprendido mucho, porque cuando ingresas a este ámbito te das cuenta que existen maniobras de trasfondo que uno nunca imaginaría, un montón de irregularidades injustificables, entonces hay que apuntar ahora desde una mirada más amplia” me comenta mientras caminamos por las minúsculas áreas aledañas que quedaron del humedal Los Batros de San Pedro. “Sólo pudimos salvar 15 hectáreas de más de 150 que habían” explica. De hecho, con un vistazo simple por el lugar desde los montecitos que rodean la Laguna Grande, se puede apreciar la apoteósica intervención: un desfiladero de viviendas inmerso -como si de una isla se tratase- entre pequeños trozos de unos aún verdecinos paisajes.
Raya para la suma. Una problemática que seguirá dando que hablar por los venideros días, ya sea por las resoluciones que tomen los movimientos sociales en su asamblea, como por las pisoteadas que reciben de tiempo en tiempo los humedales de nuestra zona. Que quede claro, no se trata de enarbolar causas que remitan a críticas baratas o gratuitas hacia ciertos sectores. Definitivamente no. Sencillamente se trata de reivindicar ese viejo y noble cuño del bien común. Ese que seducía a los libres pensadores de otros tiempos y que ahora muestra sus narices cada vez que olfatea temáticas como éstas.
Por Douglas Alarcón
Publicado en periódico La Diagonal de Concepción
LaDiagonal.cl