El poliestireno, material que se utiliza de manera masiva en la fabricación de embalajes y que genera una gran cantidad de residuos, cuenta ahora con la competencia de un nuevo material biodegradable inventado por dos jóvenes en Nueva York.
El material, compuesto de raíces de hongos y desechos agrícolas, puede moldearse en cualquier forma, tiene bajo costo de producción y puede volver a usarse o aplicarse como fertilizante, según dijo a Efe Eben Bayer, uno de los dos inventores del «EcoCradle».
El poliestireno es un material muy expandido por todo el mundo, aunque con distintos nombres, Es el foresapán o porespán en España, la espumaplast de Uruguay, el telgopor de Argentina, el plumayit de Chile, el duropor de Guatemala, el unicel o frigolit de México, el isopor de Brasil o el poroplás de Nicaragua.
Se trata, en definitiva, del poliestireno expandido y moldeado que se utiliza, entre otras aplicaciones, para hacer platos, vasos y bandejas para alimentos en restaurantes de comidas rápidas o en los supermercados. Es, también, el material blanco en bloques moldeados que protegen artefactos electrónicos y juguetes en sus cajas.
Un material no reciclable ni degradable, derivado del petróleo y cuyos principales consumidores son China y Europa. La producción mundial de poliestireno ronda los 35 millones de toneladas anuales y más del 70 por ciento del material se emplea en la construcción.
Los mayores participantes globales en el mercado del poliestereno son Dow Chemical, Totalfina Elf, BASF, Nova Innovene, Chevron Philips, PS Japan, Ineos Styrenics y Polimeri Europa.
El reto a esta industria multimillonaria del empaque y el aislamiento proviene de Bayer y Gavin McIntyre, ambos graduados del Instituto Politécnico Rensselaer, en Nueva York, quienes para 2010 tienen ya encargos para el despacho de 100.000 unidades de «EcoCradle», desde su planta en Green Island, Nueva York.
«Empleamos productos derivados o desechados de la agricultura que ni siquiera sirven para la alimentación de los animales», dijo Bayer a Efe en una conversación telefónica. «Lo que producimos es un material alternativo al poliestireno, que tiene el mismo desempeño físico, pero es degradable en el ambiente, o puede reciclarse».
El compuesto está hecho de pequeñas raíces de hongos, llamados mycelium, y desechos agrícolas como la cascarilla de arroz, trigo o semillas del algodón.
Bayer, quien creció en una granja en Vermont dónde él y su padre salían a recolectar hongos silvestres, había notado durante su adolescencia que las raíces de los hongos aglomeran trozos de hojas y madera, y se preguntó si podría tener alguna aplicación útil.
McIntyre encontró interesante la idea y ambos probaron diferentes tipos de hongos hasta determinar los que forman las raíces más fuertes.
Luego probaron esas raíces con diferentes productos residuales: en pocos días encontraron que las pequeñas raíces de los hongos se convertían en una masa densa de fibras que dan al compuesto un sustento estructural.
Bayer y McIntyre, que establecieron su empresa Ecovative con poco más que una buena idea, han patentado el producto ya en 30 países, y han recibido apoyo de la Agencia de Protección Ambiental, el Departamento de Agricultura y la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Asimismo recibieron el año pasado 500.000 euros del «Reto Verde» de la Lotería Postcode de Holanda, un premio que estimula el desarrollo de productos que disminuyan las emisiones de dióxido de carbono.
El Ciudadano