El Mapa de los Ecosistemas de los Andes del Norte y Centro puede convertirse en una guía para la conservación de esta superficie sudamericana de 1.542.644 kilómetros cuadrados que concentra la mayor biodiversidad del planeta.
Los Andes tropicales, porción de la cordillera que comprende los Andes Centrales, en Bolivia y Perú, y los Andes del Norte, en Ecuador, Colombia y Venezuela, fueron llamados por el ecólogo británico Norman Myers «epicentro mundial de la biodiversidad».
Albergan unas 45.000 plantas, 20.000 de ellas endémicas, y 3.400 animales vertebrados, más de 1.500 de ellos endémicos, en sólo uno por ciento de la superficie terrestre, según datos de la no gubernamental Conservación Internacional.
Esa riqueza «se distribuye en 133 ecosistemas que inventariamos para nuestro mapa de las áreas a más de 500 metros de altitud, y de los cuales 77 están presentes en Perú, 69 en Bolivia, 31 en Ecuador, 22 en Colombia y 21 en Venezuela», dijo a Tierramérica el ecólogo Eulogio Chacón-Moreno, responsable del proyecto en Venezuela.
El mapa, presentado por primera vez en abril, se concibió como herramienta para «identificar vacíos y prioridades de conservación en los sistemas nacionales de áreas protegidas, y para desarrollar un conjunto de indicadores que permita evaluar el estado de conservación de los ecosistemas andinos», dijo Chacón-Moreno.
Es el caso de los páramos, ecosistemas montañosos no arbolados, «con un alto grado de endemismo, diversidad única por el modo como se relacionan las especies, y fuente de agua dulce de primera importancia», dijo a Tierramérica Vanessa Cartaya, del regional Proyecto Páramo Andino, auspiciado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial.
Cartaya destacó que la intensificación del uso de la tierra, la expansión de la frontera agrícola, la urbanización y la mayor demanda de agua potable, así como el cambio climático, «inciden sobre los páramos de un modo que hace necesario saber sobre cuáles áreas intervenir con prioridad».
Los páramos se sitúan entre 3.000 y 4.500 metros de altura en los Andes del Norte y Centro (Venezuela, Colombia, Ecuador, norte de Perú) con registros de temperatura, humedad, insolación, lluvia y viento que los convierten en áreas distintas a las del trópico donde están enclavados, y con plantas herbáceas de flores hermosas como el frailejón (Espeletia neriifolia).
«El páramo funciona como una esponja que capta el agua de lluvia, la filtra y la suelta» hacia otros paisajes, afirma el texto que acompaña el mapa. En sus cimas hay restos de glaciares y lagunas que alimentan manantiales y arroyos.
El trabajo fue elaborado en base a estudios y cartografía disponible en institutos nacionales y cuyos datos fueron homologados, como el Mapa de Vegetación de Bolivia, el de Ecosistemas de los Andes Colombianos, el de Sistemas Ecológicos del Ecuador Continental, el Forestal del Perú, y el de Unidades Ecológicas de Mérida, en Venezuela..
También se espera publicar un atlas en 2010, que ya tiene una versión preliminar que puede encontrarse en Internet.
El mapa es un aporte a la Agenda Ambiental de la Comunidad Andina de Naciones (CAN, integrada por Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú), como guía para diseñar y coordinar políticas de las autoridades ambientales nacionales sobre tres ejes: biodiversidad, cambio climático y recursos hídricos.
Fue elaborado con apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, el Ministerio de Medio Ambiente de España y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación, y coordinado por la organización no gubernamental NatureServe y el Consorcio para el Desarrollo Sostenible de la Ecorregión Andina.
Para Chacón-Moreno, el trabajo permitirá «iniciar estudios de ecología del paisaje para identificar los ecosistemas con mayor dinámica y patrones de fragmentación, que sirvan como insumo para orientar políticas de conservación».
También se podrá «evaluar la vulnerabilidad de los ecosistemas andinos a través de modelos de distribución de vegetación en escenarios de cambio climático y dinámicas de cambio en el uso del suelo», agregó.
Por ejemplo, el Instituto de Ciencias Ambientales y Ecológicas de la venezolana Universidad de los Andes, que dirige Chacón-Moreno, ha estudiado el avance del bosque nublado de montaña hacia las alturas parameras en las sierras más altas del sudoeste de Venezuela, con registros tomados entre 1952 y 1999, «mostrando cómo se ha reducido la zona paramera con el paso de las décadas».
«Los cambios en la cobertura vegetal muestran las anomalías climáticas. A ese respecto, el mapa y los estudios que lo soportan permiten el examen de toda una región bajo un mismo sistema estandarizado de clasificación», dijo el experto.
A partir de allí, «la construcción de una base de datos» permitirá crear una «herramienta de planificación que contenga información sobre biodiversidad» de las especies, de las comunidades y de los ecosistemas, añadió Chacón-Moreno.
De los 133 ecosistemas identificados, el más extenso es el Pajonal Altoandino de la Puna Húmeda (Perú y Bolivia) con 9.676.971 hectáreas, de las que apenas 6,8 por ciento están en zonas protegidas.
«El uso humano ha influenciado mucho la estructura de esos paisajes, sometidos durante siglos a ramoneo (podas de árboles) y quemas cíclicas, por lo que allí deben desarrollarse criterios que permitan evaluar mejor los paisajes naturales» para comprender mejor «el estado de conservación de los ecosistemas en los Andes Centrales», indica un informe que acompaña al mapa.
Los Andes Tropicales se extienden por 4.000 kilómetros. Rara vez la cordillera desciende de los 2.000 metros de altitud, y la mayor parte de su paisaje se caracteriza por empinadas pendientes, quebradas profundas, fondos de extensos valles y cimas escarpadas.
En la porción de los Andes Centrales se forma una extensa meseta, el altiplano, que supera los 3.500 metros en el sur de Perú y oeste de Bolivia.
Sus ciudades y poblados albergan a más de 40 millones de personas que dependen en gran medida de los bienes y servicios naturales de los ecosistemas andinos, incluidos granos, frutas, legumbres, raíces y tubérculos.
El mapa «también se ha planteado como una herramienta de información y educación para las comunidades con respecto a las posibilidades de su entorno y la importancia de conservarlo, para obtener de allí desde agua y aire limpios hasta el sustento y el disfrute de la belleza paisajística», subrayó Cartaya.
Humberto Márquez
IPS