El turismo aporta aproximadamente el 8% del PIB de República Dominicana y, sin duda, sus playas son el principal atractivo para la recepción de visitantes de todo el mundo. No obstante, una de las mayores riquezas de los quisqueyanos se encuentra en riesgo, ya que una parte considerable de la línea costera padece por la contaminación.
El reciente aluvión de basura que tapó literalmente las áreas adyacentes al malecón de Santo Domingo recordó las alarmas ambientales pendientes en Dominicana. Allí se recogieron unas 400 toneladas de basura, pero el problema no se soluciona con eso.
Si bien es la localidad de Punta Cana uno de los principales polos de atracción turística, y allí no se tienen reportes sobre avances considerables de la contaminación, la capital dominicana se quedó literalmente sin playas aptas para el disfrute. El malecón es desde hace varios años un sitio desde el que sólo se puede contemplar la nobleza del mar.
Servicios inexistentes
El cinturón de pobreza que rodea Santo Domingo tiene los problemas que padecen gran parte de las ciudades latinoamericanas. Hasta allí no llegan los principales servicios, entre ellos, el de la recolección apropiada de desechos líquidos y sólidos.
En otros lugares como la playa de Boca Chica también se presentan graves problemas ambientales, pero relacionados con la permisividad para que los emprendimientos privados depreden el ambiente. La rodean grandes marinas y las construcciones de espigones que paralizan la circulación de la corriente marina.
Los ejecutivos del Club Náutico Marina ZarPar construyeron un espigón de cemento que ha motivado que el agua de la playa se aleje a más de cien metros de su orilla y el espacio dejado por esta se ha convertido en lodo por la contaminación y la falta de oxigenación.
La mayoría de los hoteles y restaurantes ubicados en este polo turístico descargan sus desechos cloacales al subsuelo. Esto motiva que sean arrastrados por las aguas del río Brujuela de manera subterránea y finalmente terminan depositados en la playa.
Antes de las construcciones, la playa se autolimpiaba, porque sus recursos naturales le permitían mantenerse y despedir cualquier tipo de contaminación, porque sus aguas corrían con sistema de corriente natural, pero al construírsele un gran espigón de cemento, el agua se estanca y no recircula.
La playa era emblemática por una barrera de arrecifes coralinos, construido de forma natural por la desembocadura de un río subterráneo, Brujuelas, el cual fomentó el crecimiento de mangles rojos, que contribuyeron a la formación del famoso rompeolas. De igual forma, el afloramiento de dicho río subterráneo, formó innumerables manantiales, en donde los bañistas solían darse un segundo baño para eliminar el agua del mar o salada.
Privatización de playas y agresión ambiental
En 2017, el Ministerio de Turismo (Mitur) convocó una licitación para la regeneración de 13 playas de cinco provincias dominicanas. Los balnearios a ser intervenidos eran Juan de Bolaños– Costa Verde y El Morro en Monte Cristi; Cofresí en Puerto Plata; Playa Bonita, Punta Popy, Ballena y Cosón en Samaná; Cabeza de Toro, Macao, Arena Gorda – Cortecito y Bayahíbe en La Altagracia; Juan Dolio en San Pedro de Macorís, y Boca Chica y Andrés, en Santo Domingo.
Estos balnearios presentan en común problemas de erosión, contaminación por descargas de aguas residuales y desechos sólidos, construcciones ilegales en la franja de los 60 metros destinada al público, y afectación de las dunas por uso intensivo.
También se citan la privatización e impedimento de entrada a las playas y zonas costeras, instalación de marinas y áreas de navegación en lugares inapropiados, destrucción de la vegetación costera, construcción de elementos que interfieren en el transporte litoral y las dinámicas marinas, entre otros daños.