Recientemente se daba a conocer por parte de agencias internacionales, un amplio reportaje sobre una realidad escondida en Chile, que en el desierto de Atacama hay un mega basural tóxico de la moda descartable, situación que es parte de una realidad amplia, masiva y descontrolada.
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Sin embargo, esta realidad que se convirtió en vergüenza internacional, es una situación que afecta a nivel global, siendo la industria textil parte de las actividades que mayormente contamina el planeta y Chile, es uno de los países donde más se ha desarrollado la moda rápida o descartable.
Dani Seguel de Reviviendo Mil Prendas, una propuesta de moda y diseño sustentable, ha indicado que uno de los graves problemas de las tendencias “fast –fashion” o moda rápida, es el derroche ostentoso en marcas de indumentaria, siendo parte de una cadena de contaminación generada por la industria textil que va desde el material que se usa para confeccionarla hasta las cantidades indiscriminadas que se fabrican y que luego son desechadas, generando toneladas de desperdicios.
En el presente, diversas cadenas del retail hacen campañas relacionadas a “sustentabilidad”, “cuidado con el medio ambiente”, “naturaleza” y “reciclaje”, sin embargo, son promotoras de una moda rápida asociada al consumo de manera frenética, lo que ha duplicado la producción textil mundial en menos de dos décadas.
La fast fashion provoca que las personas sientan la necesidad desproporcionada e irracional de comprar ropa. Dicho modelo está basado en la renovación del armario cada poca cantidad de meses o por temporadas.
La propuesta de Daniela Seguel que partió desde regiones desde hace ya hace algunos años para hacer frente a esta moda de ropa descartable, es la de promover una colección de moda sustentable con el nombre de Reviviendo Mil Prendas, destacando vestuario de varias décadas atrás, que fueron recuperadas para ser restauradas y transformadas en piezas únicas, estilosas y vigentes, iniciativa que también la ha motivado a impulsar campañas a través de diversas plataformas tendiente a educar y concientizar sobre moda responsable y sustentable a nivel regional, nacional e internacional.
A través de sus redes sociales, principalmente en Instagram @ReviviendoMilPrendas, es posible encontrar atractivos tutoriales para aprender cómo transformar la ropa de manera simple.
Cabe señalar que el poliéster es la fibra más utilizada para fabricar ropa, de acuerdo a datos de un informe publicado en la BBC se utilizan 70 millones de barriles de petróleo cada año para el proceso de confección, y posteriormente la fibra tarda 200 años en descomponerse. La materia prima del rayón, viscosa o lyocell (tencel) es la celulosa, lo que conlleva a la tala de 70 millones de árboles cada año. La producción de algodón, por su parte, utiliza el 24% de todos los insecticidas usados en el mundo y el 11% de todos los pesticidas, contaminando los suelos y el agua, incluyendo el uso de más de 2.000 litros de agua que se necesitan para confeccionar una polera, a modo de ejemplo, según se ha denunciado.
Según el portal GeoInnova, algunos de los impactos del sector textil en la naturaleza, son:
– las aguas residuales que genera y su carga química
– el consumo de agua y energía
– malos olores
– los residuos sólidos
– el ruido y
– las emisiones contaminantes a la atmósfera
Como parte de las propuestas para transformar estos impactos, se ha indicado que indispensable eliminar sustancias químicas que son prioridad, tales como los alquifenoles, azoicos, perfluorados, ftalatos, etc. Este tipo de iniciativas la promueven campañas como Detox, de la ONG Greenpeace.
Los cambios en la industria son impulsados también por los consumidores, en su interés por la composición de las prendas. Tanto por los materiales como por la situación de las personas que las fabrican (incluyendo explotación laboral de niños y mujeres), la información de cada prenda comienza a contar al momento de elegir qué adquirir.
El portal GeoInnova, resalta que es urgente la necesidad de disminuir los impactos negativos que la fast fashion causa tanto a nivel ambiental como social. Así, la moda sostenible o slow fashion, enmarcada en una economía circular, propone mejores alternativas a las industrias y a los consumidores.
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