Muchas personas con la llegada del nuevo año se hacen una lista de propósitos con el fin de priorizar y optimizar su salud física y mental, en ellos aumentar la relación con la naturaleza, ya sea cultivando plantas o realizando actividades físicas al aire libre.
Algunos expertos consideran que involucrarse con la naturaleza y llevar un estilo de vida más sostenible «podría tener un poder terapéutico y preventivo de salud física y emocional de las personas y de la salud del planeta», por lo que integrar soluciones como espacios verdes en entornos urbanos o mejorar la educación ambiental «es clave para asegurarlo».
Según la ONU, cada árbol puede llegar a absorber hasta 150 kilos de dióxido de carbono (CO2) al año, además, un estudio publicado en la revista Scientific Reports, señala que los árboles pueden bajar la temperatura entre 2 y 8 grados en una ciudad, y mejorar la gestión del agua al capturarla, almacenarla y devolverla a la atmósfera.
La compañía internacional Sanitas, asegura en un documento que «los árboles en zonas urbanas reducen la posibilidad de enfermedades respiratorias y cardiovasculares relacionadas con la contaminación y con la exposición a la luz ultravioleta, al filtrarla».
Además, según la empresa de seguros de salud, los árboles «tendrían efectos positivos sobre la calidad del sueño de las personas, por su capacidad purificadora del aire, y cuidar de las plantas ayudaría a reducir los niveles de ansiedad y de estrés».
No obstante, expertos como el vicedirector del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), José Miguel Mulet, expresa dudas sobre estos beneficios y asegura que las plantas no son píldoras medicinales y que «su cuidado puede servir de terapia a algunas personas, pero no a otras».
Mulet sostiene además que relacionar la calidad del aire de una planta con la influencia en el sueño es dudoso dada a la mínima cantidad de oxígeno que en una habitación -con poca luz solar y menor fotosíntesis- es capaz de producir.
Beneficios de espacios verdes y educación ambiental
Sin embargo, la psicóloga de Sanitas, Raquel Velasco del Castillo, destaca entre otros beneficios de los espacios verdes «las oportunidades de contacto y conexión social con la comunidad, evitando el aislamiento y la rebaja de los niveles de cortisol, la hormona del estrés, disminuyendo la presión arterial».
El coordinador del Máster en Educación Ambiental de la Universidad de Málaga, Juan Jesús Martín, afirma que «aunque hayamos construido nuestro paraíso de asfalto de comodidades en las ciudades, necesitamos a la naturaleza porque somos parte de ella”.
Martín insiste así en la importancia de una buena educación ambiental en espacios verdes, y asegura que «se debería desde los centros educativos y las instituciones favorecer el reconectar con la naturaleza, para que la gente mejore sus comportamientos respecto al medio ambiente de forma consciente»
En la misma línea Velasco del Castillo asegura que esto ayudaría a generar vínculos más emocionales desde las ciudades, «al aprender sobre las áreas de vegetación a través de rutas naturales o de actividades físicas en ellas».
Conexión con la naturaleza
El catedrático de Psicología Ambiental en la Universidad Autónoma de Madrid, José Antonio Corraliza, sostiene que la conexión con la naturaleza procede de dos hipótesis, «la de la biofilia, y la de la restauración psicológica».
La primera tiene que ver con la sensación de confort que la naturaleza le genera al ser humano por haber evolucionado en contacto con ella; la segunda, con cómo es capaz de reducir la fatiga de atención derivada de la sobrecarga informativa de las ciudades.
De la biofilia se derivan la fitofilia, la preferencia por entornos con vegetación (espacios verdes) y la hidrofilia, preferencia por lugares donde hay agua (espacios azules), ambas relacionadas con una respuesta más automática que reduce el estrés al contemplar estos elementos.
Estilo de vida sostenible
Corraliza afirma que «un estilo de vida más sostenible puede ayudarnos a estar mejor psicológicamente” e incide en que es más posible que se produzcan cambios duraderos de conducta proambiental por el aprecio al medio ambiente que el miedo a perderlo”, ya que «cuando se refuerza positivamente a las personas, implica más cambios de conducta y desarrollan comportamientos efectivos de sostenibilidad».
El psicólogo concluye que «el sistema nervioso echa de menos esa estimulación ambiental», y que «los espacios verdes en el urbanismo pueden ser una oportunidad de romper las rutinas de nuestra vida cotidiana”.
Fuente EFEverde
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