La ordenanza, aplicable tanto a comercios como a particulares, aunque está en vigor desde enero, tan solo implica por el momento una política de aviso: los cubos que son sorprendidos con desechos orgánicos son señalados con una pegatina roja. Será a partir de julio cuando los habitantes de Seattle se enfrenten a multas de entre uno (para particulares) y 50 dólares (para establecimientos y edificios de vecinos) por tirar comestibles.
La pregunta es: ¿de verdad hay que comérselo todo para que no ser sancionado? En eso también ha pensado el Consistorio. La otra rama de la medida es proporcionar gratuitamente a los ciudadanos unos cubos donde arrojar las sobras de los platos, las servilletas, las hojas del jardín e incluso los cartones. Con todos esos elementos los vecinos de Seattle podrán optar por entregárselos al camión de reciclaje, o bien usarlos para crear su propio compostaje. El que se lleve el camión será el abono que mantendrá los parques y jardines públicos.
«Seattle es una ciudad líder en reciclaje. La mayoría de nuestros vecinos y negocios ya realizan su propio compostaje y este requerimiento supone una progresión en nuestro esfuerzo colectivo para que la ciudad sea cada vez más verde», señalaba a EFE Tim Croll, director de residuos sólidos del departamento de Servicios Públicos de la ciudad. Con el plan estiman que la meta de un 65 % de basura reciclada se alcanzará antes de finalizar el 2015.
En 2012, el último año documentado en Estados Unidos en esta materia, los estadounidenses generaron cerca de 35 millones de toneladas de residuos orgánicos que no se utilizaron para nada. En total estos desechos suponen una quinta parte de los desperdicios generados por el país. Seattle, con el recetario de multas en mano, se ha tomado muy en serio esta negra estadística.