Incansables vuelan de flor en flor. Para la naturaleza y los seres humanos su trabajo tiene un valor incalculable. No sólo fabrican la miel: polinizan cada día miles de millones de flores, que después se se convertirán semillas, vainas o frutos. Las abejas polinizan un tercio de las plantas que nos alimentan.
La naturaleza está en grave peligro: cada vez desaparecen más colmenas de la apicultura y de la naturaleza. Las principales causas son los parásitos, la agricultura industrializada y los pesticidas.
Especialmente un grupo de sustancias, los llamados neonicotinoides, se relaciona desde hace años con la muerte de las abejas. La industria agraria trata semillas como las de maíz, colza y trigo con sustancias venenosas que tienen efectos nocivos sobre los nervios. Las semillas se siembran en los campos con potenciales efectos nocivos –no sólo para las abejas.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria EFSA ha evaluado el riesgo de los neonicotinoides y la substancia fipronil y ve “un riesgo agudo elevado para las abejas”. A partir de diciembre de 2013, la Unión Europea prohibió durante dos años los pesticidas de Bayer y Syngenta, y el uso del Fipronil de BASF quedó restringido.
Pero las empresas químicas quieren continuar haciendo negocios. Cada año, los neonicotinoides les producen dos mil millones de euros de beneficios. Para eliminar la prohibición, Bayer, BASF y Syngenta han interpuesto varias denuncias contra la Unión Europea. Y con campañas publicitarias dudosas intentan confundir a la opinión pública.
Un futuro sin abejas puede entreverse ya en algunos lugares de China, donde las flores tienen que ser polinizadas a mano por trabajadores.
Que no tengamos que llegar tan lejos.
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