“No les bastó con la invasión forestal, con tener 80 o 85% de la comuna plagado de monocultivo. A los empresarios no se les ocurrió mejor cosa que instalar jaulas de salmones en gran parte del borde costero, que son 54 kilómetros, a modo de un experimento productivo de la industria salmonera a costa de la comunidad de Cobquecura”.
Así describe César Águila, antropólogo y miembro de la organización #TodosSomosCobquecura, la grave situación que vive esta localidad de poco más de cinco mil habitantes, de clima templado, de parajes dominados por la costa de oleaje indómito y de una infraestructura urbana que traslada a sus visitantes a otro tiempo.
Esta comuna, ubicada al norte de la región Bío Bío – en la provincia del Ñuble, próxima a convertirse en región -, fue epicentro del terremoto del 2010 y que por esas cosas de la naturaleza no sufrió el rigor del tsunami posterior, pues tal como cuentan los lugareños “el mar se abrió en dos, dejando un pasillo de casi dos kilómetros de profundidad”. De todas formas, aún se pueden ver vestigios de casas derrumbadas a causa del violento movimiento telúrico, con buena parte de las fachadas reconstruidas, pero con el resto de las construcciones a medio levantar.
Pero hoy, advierten los habitantes, están luchando con las consecuencias que puede dejar otro terremoto en ciernes, y es el que generaría la instalación de un proyecto de cultivos de salmones de más de $14 mil millones. Industria acuícola, la gran causante de la contaminación de los mares desde la Décima Región hacia el sur, fuente de cultivo de la marea roja y el virus ISA.
Pero Cobquecura ya sabe de soportar la rudeza del poder económico. La experiencia del pueblo con las plantaciones forestales ha calado profundo en cada vecino y vecina de esta comuna. “Este pueblo se forjó en torno a la cultura campesina, en el respeto y cuidado del entorno. Con el apoyo del Estado las plantaciones forestales se instalan en la zona del valle del Itata como experimento en esta materia, y hoy ya tenemos la cuarta generación de plantaciones con suelos que eran de dos metros y que hoy solo tienen 40 centímetros, muy desgastados, con mucha erosión y estrés hídrico”, señala Águila.
EL PROYECTO
El proyecto acuícola, que se encuentra subdividido en ocho partes, es llevado a cabo por Cultivos Pelícano de propiedad de la Familia Stenger, una de las denominadas “7 Familias dueñas del Mar”, y que también es propietaria de Compañía Pesquera Camanchaca a través de la fusión producida en 2011 con Pesquera Bío Bío.
El proyecto busca instalar a lo largo de la costa de Cobquecura jaulas de cultivos de salmón, cojinova, algas, huiros y bivalvos diversos. Un experimento que a todas luces es un riesgo de contaminación para una zona caracterizada por prístino e indómito de su mar, uno de los grandes atractivos de este lugar.
Para el biólogo Romilio Espejo, especialista cobquecurano que ha apoyado desde sus inicios la acción de la comunidad contra el proyecto acuícola, lo describe como “un proyecto malicioso porque plantea el crecimiento del cultivo de un pez que no se ha cultivado económicamente – la cojinova -; es un proyecto grande subdividido con el objeto de apropiarse de la concesión de parte importante del golfo de Arauco. Está presentando algo que no es”.
Y agrega que este proyecto “plantea cultivo de peces a un kilómetro de la costa, cosa que no se ha hecho en Chile. El poner bivalvos o choritos para disminuir la contaminación es ridículo”.
Junto con esto agrega que las características del mar en Cobquecura no permite asegurar en ningún sentido que estas jaulas no puedan colapsar ya que «el mar acá no es una taza de leche. El oleaje es intenso y hay marejadas cada semana, quizás dos días a la semana tendremos la mar tranquila. Aquí pretenden que los trabajadores de estas acuícolas vivan dentro del mar, lo que sería literalmente enviarlos a morir”.
¿LA RESPUESTA A LA CRISIS DEL SALMÓN?
Es sabido que la industria del salmón se encuentra en crisis, probablemente no terminal pero sí con diagnóstico reservado a causa de los altos niveles de contaminación en las actuales zonas de cultivo (en el extremo sur del país), la producción a base de antibióticos, que tienen vetados los salmones en los principales mercados mundiales, y las precarias condiciones laborales, influyen en que uno los sectores económicos más importantes después del cobre – su aporte al PIB es cerca del 1% – se encuentre, literalmente, con el agua hasta el cuello.
Los números rojos que hoy presenta la industria remonta la historia a 2007 cuando la crisis derivada del virus ISA, provocada por la escasa mantención de las jaulas de cultivo, obligó a la intervención estatal para salvar a la industria entre 2007 y 2008 bajo la promesa de modificar su modelo de negocio y producción. La respuesta de la industria fue sobrecargar la producción de antibióticos, método simple y de menores costos, pero que no apuntaba a satisfacer las exigencias del mercado. El modelo rentista finalmente caía por su propio peso.
Aun así sus números no dejan de impresionar, ya que el valor de las exportaciones de la industria salmonera alcanzaron el año pasado los US$2.320 millones, lo que corresponde al 49,8% del total de la industria acuícola.
En este escenario este proyecto toma carácter de “tabla de salvación” para una industria que se encuentra a la baja.
Mónica Andrade, habitante de Cobquecura y miembro de #TodossomosCobquecura, señala que este proyecto es la respuesta típica que tiene el modelo económico para dar solución a una crisis: en zonas pobres, con infraestructura pública escasa y con grandes posibilidades de cooptar a todo quién se les cruce por el camino.
“Yo me pregunto por qué no ponen estas salmoneras en Viña del Mar, Zapallar, Pucón. Este es un problema político, ellos ahí van a veranear. Ellos piensan que todos lo pueden hacer porque la colusión entre el poder económico y el poder político se cruzó y ahí están las consecuencias” señala Andrade.
En tanto César Águila expresa que la industria acuícola “busca estos lugares libres contaminación para dar salida a la crisis del salmón en el sur de Chile. La biodiversidad de la costa de Cobquecura es altísima, permite traer su fértil alimento a los peces y las especies marinas como el delfín chileno o lobos marinos, y estos tipos quieren instalarse justo ahí donde cada uno de los pequeños afluentes llegan al mar con el alimento y sedimentos necesarios”.
Erick Fernández es empresario turístico de la zona. Y es parte de la organización ciudadana en contra del proyecto, al que califica de “amenaza” a la comuna, que, como él la describe, es “un pueblo campesino que vive en el mar con una mezcla perfecta de un campo limpio y un mar limpio. La vida de nuestros habitantes ha estado ligada a ellos”.
“Viene una amenaza que es un veneno, somos amenazados por un grande. Corremos el riesgo de ser aplastados por un poder económico que nos viene a cambiar la vida y esto es permitido por la clase política, lo que es una vergüenza”, recalca Fernández.
Para el alcalde Osvaldo Caro, en tanto, “este proyecto, sí o sí va a generar altos niveles de contaminación, lo que queda demostrado con la situación que vive el sur del país. Nosotros no podemos aceptar en nuestra comuna industrias que contaminen. Si bien esta comuna necesita trabajo, se requiere una industria que sea amable con el medioambiente”.
Mónica Andrade sostiene tesis similar, donde el proyecto acuícola de la familia Stenger tiene un carácter destructivo, haciendo incluso un paralelo al pasado terremoto cuando señala que “el 2010 el terremoto nos hizo mucho daño, pero sabíamos que íbamos a salir adelante. Pero de este terremoto no vamos a salir; este terremoto nos va a cambiar la vida, va a cambiar las fuentes de alimentación, va a cambiar las costumbres, va a cambiar la manera de vivir. Yo creo que el modelo económico apunta a cambiar una cultura”.
ORGANIZACIÓN SOCIAL VS PODER ECONÓMICO
Tal como sucedió cuando Celulosa Arauco instaló, a punta de prebendas y presiones de alto nivel, su ducto a través del cual despacha sus residuos al mar en la zona de Cobquecura, la comunidad se ha organizado entorno de la defensa de su ecosistema.
En este sentido Mónica Andrade expresa su admiración por lo que ha sucedido, y lo relaciona con la acción de defensa natural de la comunidad frente a una amenaza, tal como sucedió en 2010.
“Han sucedido cosas notables. La reacción instantánea de la gente ha sido notable, que es la misma reacción que se produjo al momento del terremoto, el ser solidario: en qué colaboro, en qué ayudo, algo que se ve solo en los desastres. Existe un deseo común, que es la protección de esta zona” expresa con orgullo Andrade.
#TodossomosCobquecura reúne a los miembros de la comunidad en torno a este objetivo, a través del cual pudieron ingresar más de tres mil observaciones al proyecto, con lo cual se pudo obligar a la empresa a llevar una revisión del proyecto a través de procesos de participación ciudadana, los cuales son calificados por Erick Fernández como “una vergüenza”.
“Los procesos de participación ciudadana son una burla para la comunidad. Es una vergüenza que las autoridades permitan que las empresas vengan a pasarnos a llevar de esta forma”, señala Fernández al respecto.
La organización social se ha desarrollado en paralelo a los particulares espacios que el Estado otorga a ello, que van desde el apoyo del municipio hasta estos “procesos de participación ciudadana”, donde la empresa patrocinadora del proyecto lo presenta y puede resolver dudas. En este caso no ha sido ésta la cuestión.
Para Cristián Águila, en este proceso “el pueblo se ha organizado en un frente ciudadano para dar esta pelea, que en realidad es parte de una historia que se repite, con personajes que terminarán negociando”.
Al mismo tiempo, carga en contra de las autoridades que en el pasado han tenido oscuro protagonismo con proyectos que afectan el medioambiente de Cobquecura. “Lo preocupante aquí es el rol que puedan estar jugando ciertas autoridades locales, hablando de la defensa de la naturaleza siendo que, en el caso concreto de Cobquecura, el alcalde recibió dineros – 90 millones de pesos – por parte de la empresa Arauco para que pudiera continuar con su trabajo sin que el municipio bloqueara sus proyectos. Es cuestión de tiempo que la empresa Pelícano se instale en la comuna con un nivel de intervención para convencernos de que los salmones son buenos, a pesar de los kilos y kilos de antibióticos que tienen” señala Águila.
En este sentido, el alcalde de Cobquecura señala que “nosotros queremos participación efectiva de la comunidad que se va a ver afectada por el proyecto. Como municipio tomamos un acuerdo de rechazar la instalación de este proyecto en la comuna de Cobquecura porque afecta nuestro lineamiento estratégico, que van de la mano del desarrollo del turismo, considerando el paraje de nuestra zona”.
Y además agrega, dejando un mensaje entrelíneas a los representantes de la empresa Pelícano: “Yo como alcalde no me he reunido con ellos, ni ellos han venido al municipio. Creo que ese fue uno de sus principales errores: el no valorar a la comunidad con el potencial que tiene. Ellos presentaron su proyecto en Concepción y luego lo conocimos nosotros; creo que si una empresa quiere hacer un trabajo serio debe venir primero donde la comunidad afectada, presentar su proyecto y decirnos cuáles son sus intenciones. Hasta el momento eso no ha pasado; este alcalde no ha tenido ninguna conversación ni con la empresa ni con alguno de sus agentes”.
Sin embargo, Erick Fernández responde a los dichos del alcalde, quejándose del escaso apoyo prestado y recalca que “no tenemos ninguna defensa de las autoridades locales, tampoco vemos una defensa del gobierno. No se ha emitido una participación real de la ciudadanía, existe un velo que los poderes económicos dominan a la perfección”.
Y agrega que “el alcalde es responsable, él tiene un equipo de profesionales que debiera estar ayudándonos a defender, que no venga a decir que está preocupado porque no ha hecho nada”.
Finalmente, Andrade recalca que la actitud de la autoridad municipal sólo ha generado distancia con la comunidad, la que ve en él a un representante del poder económico que viene a instalarse a las costas cobquecuranas y señala que “la autoridad ha sido distante a la organización ciudadana. Por ello no me sorprende la actitud de la gente frente a la autoridad, porque el poder del dinero maneja a las autoridades”.
¿SOLUCIÓN AL PROBLEMA?
Dado el tamaño del proyecto que afecta las costas de Cobquecura, y considerando el nivel de influencias del poder económico que se encuentra en su génesis, las vías de solución por parte de la comunidad se acotan.
A ello se debe sumar que no se cuenta con el apoyo explícito y decidido de las autoridades comunales; sólo les queda confiar en sí mismos para detener este proyecto.
“La única solución está en la sociedad civil. Sabemos que el parlamento está comprado. El señor Stenguer no solo puede comprar a un par de diputados sino que también instalarlos”, señala Mónica Andrade para definir el camino a seguir en los días venideros para detener el desarrollo de este proyecto.
Al mismo tiempo, Erick Fernández destaca el apoyo que se la ha entregado desde la comunidad, ya que “ha habido un gran trabajo de jóvenes y profesionales que nos están ayudándo en esta lucha. Es la ciudadanía que tiene que parar esta situación”.
En este sentido, César Águila destaca que la comunidad ha asumido la responsabilidad de tomar conciencia y poner todos los recursos que tiene a disposición para llevar a cabo esta tarea, que por momentos visualizan como “titánica” considerando el tamaño de este proyecto y de las consecuencias que la industria acuícola, y en específico la salmonera, ha generado desde la Décima Región hacia el sur.
“Lo positivo de esto es que hay un montón de gente que está firme, atravesada con la empresa, recopilando antecedentes y descubriendo un impacto que hasta hace meses no conocíamos. Para nosotros la industria del salmón era un cacho que tenía la gente del sur y que a nosotros jamás nos llegaría. Pero los ojos de la empresa se pusieron en nuestras costas y ahora hay tipos que quieren llegar con toda su mierda sin ningún reparo afectando sistemas y modos de vida” señala Águila.
Además, Águila agrega que “a Cobquecura pudieran llegar empresas turísticas o nosotros mismos podríamos desarrollar proyectos turísticos considerando que el impacto que pueden generar es mucho menor que estos proyectos contaminantes”.
Romilio Espejo, finalmente, establece que debe generarse una política pública integral en materia de producción, que vaya acorde con el plan de convertir a Chile en una potencia alimentaria sin afectar al medioambiente y la vida de los vecinos que deban convivir con cualquiera de estos proyectos productivos “Que Chile sea potencia alimentaria es una gran idea, pero no basta que el alimento sea de buena calidad sino que debe complementarse sea amistosa con el medioambiente”.