Lautaro o Leftraru fue el primer líder guerrero mapuche que pudo doblegar a los españoles

Para los mapuche, la conquista genocida no comenzó con la llegada del imperio español sino con la implantación de los estados argentino y chileno

Lautaro o Leftraru fue el primer líder guerrero mapuche que pudo doblegar a los españoles

Autor: mauriciomorales

Para los mapuche, la conquista genocida no comenzó con la llegada del imperio español sino con la implantación de los estados argentino y chileno. En esta entrevista, el investigador Adrián Moyano analiza el pasado y el presente de este pueblo en lucha y propone una ruptura con la historia tradicional que fue creada para justificar el saqueo.

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A comienzos de siglo XXI, el despojo y atropello a comunidades mapuche sigue tan vigente como en épocas remotas. En días pasados se hicieron públicas algunas situaciones que violan acuerdos provinciales y nacionales con plena impunidad, y nosotros nos comunicamos con el investigador Adrián Moyano (foto arriba) para charlar un poco sobre la situación.

Adrián es periodista y licenciado en Ciencias Politicas, vive en Bariloche, Argentina, desde hace más de veinte años, y escribe en varios periódicos de la zona. No solo acompaña y abraza las reivindicaciones del pueblo mapuche, sino que escribe junto a él una historia propia, discutiendo con las versiones oficiales circulantes en libros escolares y museos.

-Tienes editados dos libros: “Crónica de la resistencia Mapuche” y “Komütuam. Descolonizar la historia mapuche en Patagonia”. ¿Por qué escribes sobre historia mapuche?

-Cuando empecé, fue para canalizar la indignación. Si bien el primero de los libros salió de imprenta en 2007, tuve la idea de escribirlo mucho tiempo antes. Vivo en Bariloche desde 1991 y al año siguiente hizo eclosión la idea del contrafestejo cuando los gobiernos pretendieron celebrar los 500 años de la llegada de Colón a América. En todo el continente los pueblos indígenas enfrentaron esa intención y el mapuche no fue la excepción. Yo soy periodista y empecé a tomar contacto con las organizaciones y comunidades en aquella época.

-¿Con qué panorama te encontraste?

-Cuando quise profundizar las lecturas sobre historia mapuche vi que no había nada fuera de las versiones oficiales, es decir, de los conquistadores. Veía que los mapuche tenían miradas muy distintas sobre su propia historia y, ante la bronca que experimentaba al leer tantas mentiras o tergiversaciones, me largué a escribir yo, más o menos en 1997. De los primeros ensayos y polémicas surgió “Crónicas de la resistencia mapuche”, con la intención de poner de relieve precisamente el hecho de resistir. Y hoy sigo escribiendo porque hay mucho andamiaje colonial que desmontar y porque, además, experimenté que la escritura es inseparable de mi vida. Es la forma de militar que mejor me sale.

-¿Que significa “Komütuam”?

La palabra puede entenderse de dos maneras y las dos me parecieron pertinentes con el resto del título: “Descolonizar la historia mapuche en Patagonia”. Puede significar “mirar para adentro para” o “mirar con agrado para”, según el kümeltuchefe (profesor) Pablo Cañumil, con quien charlé el asunto antes de decidirme. “Mirar para adentro para” me resulta válido dado que no porque uno brame contra la colonización se recibe de descolonizado. Yo también soy un colonizado, entonces la pelea intelectual y política que planteo debe ir necesariamente de la mano de una descolonización interior, tanto psicológica como cultural, entre otras facetas. Y también puede ser válido “mirar con agrado para” porque siempre que uno se sacude un yugo o se libera de determina opresión, la sensación hasta puede ser placentera.

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-¿A qué te refieres con la idea de “descolonizar la historia mapuche”?

-A grandes rasgos, en “Komütuam” afirmo que, respecto de la Argentina y de Chile, el pueblo mapuche sufre una sujeción de características coloniales. Esa opresión se estableció a fines del siglo XIX, con la Campaña al Desierto y la Pacificación de la Araucanía. Pero persiste hasta hoy, porque 130 años después de la rendición de los últimos longko (jefes de las comunidades), el pueblo mapuche no pudo recuperar su libertad y su autodeterminación. Para justificar ideológicamente la usurpación que ideó la elite que comenzó a gobernar la Argentina después de la batalla de Pavón, se escribió y todavía se escribe una historia.

-Mitos fundadores…

-Claro. Entre muchas otras aseveraciones coloniales se destaca la invención de Patagonia, que no es —o al menos no era— una realidad en sí misma, sino más bien una configuración de los conquistadores. Los mapuche no denominaban ni pensaban a estos territorios como los pensamos hoy.

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-¿Qué otras ideas coloniales discutes?

-La que dice, por ejemplo, que los mapuche vinieron de Chile o que exterminaron a los tehuelches, entre otras afirmaciones. Donde no hubo estados —aquí no los hubo hasta después de 1885— no pudo haber fronteras, entonces la idea de la extranjería mapuche no es más que una justificación de la invasión. Por otro lado, mapuche y gününa kuna (el nombre correcto de los tehuelches) convivieron en formaciones políticas muy originales. Si es verdad que los tehuelches fueron exterminados —que no lo es—, hay que buscar a los responsable en el Estado argentino y en los primeros latifundistas, no en el pueblo mapuche.

-¿Esto está vinculado con el proceso de araucanización? ¿Qué esconde en realidad este término?

-En realidad discuto con la hipótesis de la araucanización de Pampa y Patagonia, según la cual el pueblo mapuche es originario de zonas actualmente bajo control chileno y migró hacia las pampas argentinas a partir del siglo XVIII, pero con énfasis en el XIX. Entre otras cosas esconde una realidad: las regiones que hoy llamamos Pampa y Patagonia no estuvieron bajo soberanía argentina hasta fines del siglo XIX porque tampoco habían estado bajo soberanía española. Yo sostengo, junto con otros investigadores, que el pueblo mapuche se desarrolló simultáneamente a uno y otro lado de los Andes bastante antes de que en Madrid se enteraran de que existía otro continente al otro lado del mar.

-En este sentido, la idea de que los mapuche absorbieron a otros pueblos indígenas “argentinos” también resulta absurda...

-Claro. ¿Por qué se dejarían absorber tales pueblos? El mapuzungun (lengua mapuche) ya se habla a los dos lados de la cordillera en fechas tan tempranas como 1620. ¿De qué araucanización me hablan? Además, arqueólogos encontraron cerámica Pitrén (mapuche) en el oeste de La Pampa y en el este de Neuquén, a la que dataron alrededor del 800 después de Cristo. Los que llegaron de otros lados no fueron los mapuche, sino más bien los españoles primero, y los chilenos y argentinos después.

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-El cacique Leftraru o Lautaro no es reivindicado en la historia oficial de la Patagonia y poco se conoce sobre él ¿Quién fue? ¿Por qué reivindicarlo?

En el ideario mapuche, Leftraru fue el primer toki (líder guerrero) que pudo doblegar a los españoles. No aparece en la historia de Patagonia por las razones que mencionaba antes: su actuación se desarrolló en el Ngulumapu, el espacio territorial que quedó bajo la jurisdicción chilena después de la invasión. Se lo reivindica porque, después de una serie de tremendos reveses militares que provocaron mucha mortandad, fue el primero que pudo reorganizar al pueblo y vencer al enemigo español en la batalla de Tucapel, a mediados del siglo XVI. Consideró que la única manera de terminar con los winka era cayendo sobre Santiago, y hacia allí se dirigía cuando fue objeto de traición y encontró la muerte al norte del Bío Bío.

-¿Qué cambia a partir de 1810 en la convivencia entre los pueblos originarios en la Patagonia, más precisamente el mapuche, y el efímero Estado argentino?

-Cuando las Provincias Unidas del Sud o del Río de la Plata comienzan su proceso revolucionario, no había ninguna parcialidad mapuche en el territorio que heredaban de España. La frontera pasaba por el río Salado en Buenos Aires, el sur de Santa Fe, el sur de Córdoba, el centro de San Luis y el centro de Mendoza. Ese “lindero” no obedecía solamente a una cuestión de equilibrio militar sino también a unos cuantos tratados que las autoridades virreinales habían firmado con distintos longko (jefes de comunidades). Cuando, en septiembre de 1810, Pedro García expediciona hacia Salinas Grandes por orden de la Junta, queda en evidencia que en Buenos Aires no tenían conocimiento alguno de esos campos. Si no entraban con baqueanos se perdían. En términos concretos, para los mapuche la Revolución de Mayo no cambia puntualmente nada. Las autoridades de Buenos Aires, entre ellas la Asamblea del Año XIII, abolieron la encomienda, el yanaconazgo y el tributo que sufrían los pueblos indígenas del norte. Pero en ese momento, en Puelmapu no había ningún mapuche que sufriera en las encomiendas ni que pagara tributos, porque mantenían su independencia y libertad.

-¿Cuál es la diferencia con 1880?

En esa fecha ya estaba maduro el proceso político según el cual los Mitre, los Sarmiento y especialmente los Roca, construirían un orden estatal que concebía a la Pampa y a la Patagonia como parte de la Argentina. Para cumplir ese objetivo pusieron en marcha mecanismos genocidas y buscaron, sin dudas, el exterminio del pueblo mapuche. No lo lograron, claro.

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-Se habla mucho de derrocar a Julio Argentino Roca, pero hay otra figura que es venerada como Dios por algunos en el sur: Francisco Perito Moreno.

Un espía, un racista y mentiroso. Precisamente, se lo venera en el marco de la historia de la potencia colonial, que en este caso es la Argentina. Desde la perspectiva de la oligarquía de Buenos Aires –de la que formaba parte– fue un héroe cívico, porque tuvo un papel importante en la fijación de los límites con Chile. Desde la perspectiva mapuche fue un wezache, una persona perjudicial, por decirlo suavemente.

-En tu primer libro hablas de “pueblo mapuche” en contraposición a un conglomerado de tribus ¿A qué te refieres precisamente?

-Los pueblos tienen derecho a la autodeterminación. En leyes y tratados internacionales se reconocen con claridad los derechos de los pueblos indígenas o “primeras naciones”, como se autodenominan en Estados Unidos y Canadá. El mapuche no es una minoría étnica o un sector social o un grupo de comunidades; es un pueblo. Por razones históricas, culturales y políticas. Entonces tiene derecho a su territorio y a su autodeterminación. A veces inocentemente y otras no tanto, la gente deja de ver ese aspecto. Pero es central: el conjunto de los argentinos tiene que entender que en la misma jurisdicción estatal que habita, y por razones muy tremendas, habitan otros pueblos distintos. Por mucho tiempo pensamos que a un Estado correspondía un pueblo y eso ni siquiera en Europa es así.

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-¿Los mapuche aún se consideran una nación? ¿Por qué?

-La idea de nación remite a la voluntad política de continuar proyectándose como pueblo hacia el futuro. Los mapuche no sólo se reconocen como mapuche hoy; también quieren seguir siendo mapuche en las generaciones por venir.

-¿Que proponen con respecto a esto?

-En la Argentina, algunas organizaciones hablan de construir plurinacionalidad en el marco del Estado o, mejor dicho, superando de manera drástica ese marco. Otras alzan de manera insistente el reclamo de la autonomía. Históricamente, el pueblo mapuche nunca conoció la centralidad política porque no constituyeron formaciones estatales. Por ejemplo, frente al avance de los winka, no fue idéntica la respuesta de Namunkura que la de Sayweke. Hoy tampoco hay una visión unívoca sobre cómo arribar a la autodeterminación. En Chile, ante el avance del neoliberalismo de fines de los 90, surgieron organizaciones que reivindicaron la violencia política como manera de respuesta, mientras que otras prefirieron presionar al Estado dentro de las reglas de juego institucionales. Más tarde incluso intentó conformarse un partido político. Estamos frente a un pueblo que, como todo pueblo, se manifiesta de manera plural. Por eso no hay una sola propuesta.

-En tu primer libro dice: “Donde se practica opresión, la consecuencia lógica es la resistencia.” ¿Cómo resiste el pueblo Mapuche?

-De muchas maneras. En la Argentina, la Ley 26.160 puso un freno a la interminable sucesión de desalojos que debieron enfrentar las comunidades. Sin embargo, el conjunto de los jueces interpreta de manera muy distinta la normativa, y entonces hubo desalojos con posterioridad a 2006. La contrapartida perniciosa de esa norma es que frenó los procesos de recuperación territorial, que detonaron a mediados de los noventa. Pero el pueblo mapuche del Puelmapu no solo resiste enfrentando desalojos o recuperando espacios territoriales; también lo hace a través de la recuperación y continuidad de los kamarukos (fiestas religiosas), el wiñoy tripantü (celebración del año nuevo en el solsticio de invierno) y otras ceremonias ancestrales. También con la enseñanza del mapuzugun y otras iniciativas. Aquí en Bariloche, por ejemplo, desde el Espacio de Articulación Mapuche presentamos un proyecto de ordenanza para que la municipalidad se reconozca intercultural e impulse políticas públicas en ese sentido. Claro que para todo hace falta movilización.

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-¿Cuáles son las principales luchas y reivindicaciones de los mapuche en pleno siglo XXI, en un estado capitalista?

-Para una proporción importante del pueblo mapuche está claro que la modalidad extractiva del capitalismo implica una suerte de tercera invasión sobre sus espacios territoriales. En la última década y media, el enemigo adquirió el ropaje de las mega-mineras y petroleras. Del otro lado de la cordillera se confronta también con las grandes forestales y los proyectos de centrales hidroeléctricas. Es emblemático el caso de la comunidad Campo Maripe, cuyo espacio territorial está en la zona de Vaca Muerta, el emprendimiento estrella de hidrocarburos no convencionales de YPF y su socia Chevron. En este caso se manifestó con toda crudeza el orden colonial que te mencionaba: fueron el estado provincial neuquino y el nacional argentino junto con el mercado, los que decidieron iniciar una explotación, que además es contaminante, en territorio mapuche. Cuando los mapuche hablan de autodeterminación, se refieren precisamente a la posibilidad de decidir de qué manera quieren proyectarse económicamente, sin injerencia de nadie.

-¿Cuál es la situación hoy día sobre la demanda de tierras y los conflictos más importantes en este sentido?

-La Ley 26.160 cumplió el objetivo, no esperado por las organizaciones y comunidades, de congelar las demandas territoriales. Al menos por aquí (Río Negro), las demandas son las mismas que hace veinte años: revisión de todos y cada uno de los títulos de propiedad que ostentan privados sobre espacios territoriales que reivindican las comunidades. Y otorgamiento de títulos de propiedad comunitarios. Conflictos hay varios, no me atrevería a diseñar un orden de importancia, pero creo que los más significativos son los que mantienen varias comunidades de Neuquén con diversas petroleras, entre ellas YPF.

-¿Cuál es la relación con el gobierno provincial?

-En Río Negro se dio una situación particular, ya que el gobernador llegó al gobierno de la mano del Frente para la Victoria y hace poco se pasó a las filas de Sergio Massa. Más allá de un pedido de disculpas público en una restitución de restos que hubo dos o tres años atrás, no veo que haya políticas concretas de reparación hacia el pueblo mapuche. Hubo un avance —hasta el momento en la letra— cuando se reformó la Ley Orgánica de Educación, que introdujo el concepto de interculturalidad en varios de sus artículos. Pero en la práctica aún no se implementa. Aquí funciona el Consejo de Desarrollo de Comunidades Indígenas (CODECI), un organismo del gobierno rionegrino que se integra con delegados mapuche. Yo soy crítico de su funcionamiento porque apenas si genera alguna cuestión de índole asistencial. De hecho, buena parte de las comunidades y organizaciones son indiferentes o críticas hacia su trabajo.

-¿Y el nacional?

-Hay sectores mapuche que están dentro del Encuentro de Organizaciones Territoriales de Pueblos Originarios (ENOTPO), la organización indígena nacional afín al kirchnerismo. Hay otros que están dentro del Consejo Plurinacional Indígena, crítico del gobierno. Y hay otras comunidades y organizaciones que no están ni en uno ni en otro ámbito, que mantienen distancia respecto de Nación y privilegian su propia construcción.

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-¿Qué hace el gobierno nacional por las problemáticas y demandas concretas de este pueblo?

-Para el gobierno nacional los pueblos indígenas son un sector más a considerar en su modelo de “crecimiento con inclusión”. Como los jóvenes, los desocupados, la gente que vive su sexualidad de una manera distinta a la hegemónica, o los discapacitados. En ese sentido, ¿a quién le puede caer mal que una joven madre mapuche de un barrio empobrecido reciba la Asignación Universal por Hijo, o que un abuelo mapuche, que trabajó toda su vida como peón en negro de una estancia, pueda acceder a una jubilación?

-Pero no va más allá…

-No, el gobierno no llegó todavía al debate por la autodeterminación de los pueblos originarios. De hecho, la Argentina no adhiere aún a la Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, que pone el tema de la autodeterminación en el centro de la escena. Ni el gobierno, ni cualquiera de los grupos que tienen chances de acceder al poder político. Por otro lado, en estos diez años quedó claro que cuando está en juego el modelo extractivo en sus distintas variantes —el monocultivo de la soja o forestal, la mega-minería o los hidrocarburos no convencionales— los derechos de los pueblos indígenas quedan en segundo o tercer plano. Inclusive, con represión.

-En los últimos años se observa un cierto interés por parte de la sociedad respecto de los pueblos originarios ¿Cómo analizas esto?

-Me parece positivo, claro. Pero como dice Chacho Liempe en la película “Tierra adentro”, está todo bien hasta que hablamos de territorio. Me gustaría que se supere la visión que tiende a folklorizar o la que se compadece. En mi segundo libro digo que el Estado argentino, tal como lo conocemos, es producto de un genocidio. Entonces el asunto no se resuelve con bajar un par de estatuas; ese genocidio requiere de reparación y no sólo de una simbólica. Para mí, el asunto pasa por una suerte de refundación del Estado en la que éste admita que los pueblos indígenas tienen derecho a ejercer una soberanía distinta. Y nadie habla de constituir otro Estado o de secesiones. A fines del año pasado, el Poder Judicial de Neuquén admitió que, de ahora en más, determinados delitos van a ser juzgados por los órganos de administración de justicia de las propias comunidades. Es un paso mínimo pero importante. De cuestiones así trata la autodeterminación, la plurinacionalidad.

Por Mara R. Cuestas / Revista Ultimo Round

Edición El Ciudadano


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