Por Felipe Pavez*
El vacío desolador existente entre la política y los intereses de la ciudadanía es y será el problema permanente que aquejará a la clase política chilena. Los movimientos sociales, colectividades y una amplia mayoría de la población han puesto como temática predominante ante el debate público la desactualización moral que sufren grandes sectores políticos y su falta de compromiso con la ética, concepto que, hoy en día, debe ser considerado clave para sectores progresistas del ecosistema político.
Actualmente, el medioambientalismo y el cuidado de la naturaleza se han desprendido de la intención instrumentalista que, a lo largo de la historia humana, ha comprendido a los recursos naturales como insumos eternos y sobre-explotables, y a los animales como seres con inferioridad racional, sensorial y máquinas autómatas para el trabajo forzoso o recurso alimenticio. Este desprendimiento acarrea la necesidad de las nuevas generaciones por acondicionar nuestra moral a la Era en que vivimos, una Era donde el avance tecnológico y científico, junto a la nueva conciencia en base al respeto e igualdad -sumando el claro repudio de la población a la seguidilla de sucesos donde el abuso de sectores que concentran el poder político-económico en nuestro planeta han sido contantes y alarmantemente desprolijos- ha hecho despertar el clamor por una nueva forma de hacer política, transparente, colaborativa, ,en sinergia y sintonía con el paradigma del respeto e igualdad.
Estos nuevos objetivos van de la mano con una nueva articulación en materia de convivencia y relaciones en base a la dignidad y el respeto. Es por esto que reflexionar sobre la relación con nuestros vecinos naturales, los animales, no debe ser un tema alejado en la discusión pública, tanto en materia política, económica y jurídica, más aun cuando presenciamos como hechos consolidados la articulación de políticas a nivel nacional y continental en materia de respeto, dignidad y cuidado animal. Países como España, Israel, Colombia, ecuador, Bolivia, Francia y la Unión Europea han dado inicio a una nueva época, donde el respeto y la erradicación de la superioridad entre especies día a día ganan fuerza. Esta amplia cantidad de países en variados territorios del planeta han dejado en claro (ya sea en sus Cartas Magnas y constituciones) que los animales “no son cosas”, sino seres vivos dotados de capacidad de sentir alegría, tristeza, apego y también “dolor”, entre otras sensaciones. No esta demás comentar que en el año 2007, la Unión Europea adoptó el término «seres sintientes» en el reconocido Tratado de Lisboa. A partir de ahí, Alemania, Austria, Suiza, Luxemburgo, República Checa, Francia y Cataluña han modificado sus cuerpos legales en beneficio de los animales, teniendo este fenómeno un alcance significativo en nuestra región, donde Brasil, Ecuador, Bolivia y Costa Rica han dado cabida para considerar cambios significativos en sus respectivas legislaciones. Todos estos ejemplos en materia legislativa pertenecen a una robusta batería de intenciones por contemplar bajo un nuevo argumento paradigmático la función de los animales en sociedad y vida silvestre, ejemplificando con políticas locales como en el caso de India, donde la ley considera a los delfines como «personas no-humanas» y en municipios españoles donde los perros y gatos acaban de ser reconocidos como «vecinos no humanos», no dejando de lado la declaración del consejo municipal en Barcelona, la cual define a esa ciudad “amigable” con la cultura vegana vegetariana.
Atendiendo a lo anterior, el estatuto jurídico de los animales en Chile describe a los animales como «bienes muebles» (Art. 567 código civil), y la Constitución, conjeturada en su totalidad bajo un proceso de dictadura militar, no denota párrafo en relación a la dignidad de los animales, es decir, son invisibles en la carta fundamental y simples objetos. Dado lo anterior, solo cabe concluir la necesidad por ahondar en estas temáticas con la seriedad que demanda la ciudadanía, no solo a nivel jurídico, sino también bajo un prisma pedagógico, inclusivo y emancipador, haciendo visible la intención de las instituciones políticas y movimientos organizados por contribuir al cambio de cuerpos normativos obsoletos y deficitaria gestión político-pública en materia de derecho y dignidad animal, junto al término de prácticas crueles sobre animales por entretención o herencia cultural, junto a la sustantiva mejora en el trato hacia ellos.
Todo lo anteriormente descrito tiene como denominador común el aumento de individualidades y organizaciones de base dedicadas al cuidado y trato digno hacia los animales, activas en materia territorial y política. Esta fuerza, ejemplo de empatía ciudadana, ha de catalizar un nuevo rumbo en los lineamientos programáticos de movimientos e instituciones políticas con miras a la representatividad plena e inclusiva, siendo de suma importancia que las instituciones y movimientos político-partidista reafirmen su compromiso con el movimiento social animalista, sean estos dedicados a la protección de fauna urbana, silvestre, promoción de estilos de vida y alimentación vegana-vegetariana, como también, movimientos por la erradicación de prácticas éticamente cuestionables, siendo de real importancia, como institución política, dar espacio a los contenidos que emergen de la experiencia activa.
Estos contenidos, los cuales acarrean un sin número de organizaciones especialistas en materia de cuidado, respeto y dignidad hacia los animales -las cuales se han ganado con esfuerzo y trabajo un espacio para darle cabida seria a sus observaciones y propuestas en instituciones políticas- deben pertenecer al eje programático central de los partidos, movimientos e instituciones políticas (más aun en los partidos jóvenes y movimientos emergentes), las cuales están llamadas a la integración de nuevos contenidos, en sintonía con una comunidad de avanza exponencialmente por sobre los intereses de la política actual.
*Profesor de Ciencias, ex vocero Federación Chilena de Derechos Animales. Organizaciones sociales Bancada Animalista PARDA Chile.