El pasado 24 de mayo millones de activistas anti-OGM, movimientos de campesinos, organizaciones sociales, sindicatos y partidos políticos de 52 Países entre 400 ciudades del mundo salieron a denunciar las prácticas de la multinacional con marchas en las principales ciudades de Canadá, Filipinas, Argentina, Estados Unidos, Alemania, Ecuador, Paraguay, Argentina, Brasil, Perú, Japón entre otros. Realizaron un evento global que desafía los esfuerzos del gigante agrícola Monsanto para dominar el suministro mundial de alimentos.. Occupy Monsanto fue el lema elegido por los activistas contra la proliferación de semillas transgénicas, organismos genéticamente modificados (OGM) y agrotóxicos.
Por segundo año consecutivo se realizó la Marcha Mundial contra Monsanto, un evento global para denunciar a la trasnacional de la biotecnología y la producción de alimentos genéticamente modificados (GMOs) que, aseguran los expertos, pueden provocar cáncer y otra gran cantidad de enfermedades y afectar la fertilidad y la longevidad. Además exigieron el derecho a conocer cuándo un alimento ha sido genéticamente modificado, lo cual actualmente es imposible debido a la omisión de las autoridades responsables de regular a estas empresas y defender al consumidor.
Las semillas de Monsanto han sido prohibidas en al menos en 14 países: Austria, Bulgaria, Alemania, Grecia, Hungría, Irlanda, Japón, Luxemburgo, Nueva Zelanda, Perú, Australia, Francia, Suiza, Rusia y Polonia, pero la corporación tiene empresas subsidiarias que comercializan sus semillas GMO y otros productos químicos producidos por ella, pero engaña a los consumidores utilizando otros nombres y marcas: La más importante, Siminis.
Las sucursales de la trasnacional Monsanto forman parte de una estrategia inmoral que viola las determinaciones de muchos gobiernos, ocultando a la transnacional cuya fama es cada día peor mientras muchos de sus productos fueron prohibidos.
Los agricultores son obligados, sobornados y engañados para comprar semillas transgénicas, en tanto los pequeños almacenes de semilleros orgánicos desaparecieron. Actualmente, las corporaciones biotecnológicas monopolizan, patentando y encareciendo costos, mientras financian y dan créditos para la venta de agroquímicos letales para la salud humana. Esto sólo favorece a la especulación alimentaria de intereses muy alejados al bienestar humano.
Monsanto compró miles de pequeñas empresas semilleras y otras gigantes como Seminis (adquirida en el año 2005) una de las más grandes distribuidoras de semillas del planeta que fue básica para la entrada de productos Monsanto en muchas naciones, principalmente en Latinoamérica. Mientras tanto, existen otras cientos de compañías asociadas a Monsanto, que si bien tienen una máscara de autonomía con algunas semillas híbridas convencionales, también venden productos de Seminis.
Monsanto hizo posible la existencia de las semillas Terminator que se traduce en una “secuencia suicida” o “semillas suicidas”: Es una toxina que mata al embrión en un momento de su desarrollo. Esta secuencia se activa gracias a la aplicación de un agente químico externo antes de vender las semillas al agricultor. Es decir las semillas saldrán programadas para nacer una sola vez, haciendo que su descendencia sea estéril, para evitar que el agricultor las pueda volver a sembrar sin ningún costo.
En la convocatoria, lanzada a través de las redes sociales, los organizadores denuncian el “comportamiento criminal“ de la empresa a través de la comercialización de “el agente naranja usado en Vietnam, PCBs, aspartame, hormonas de crecimiento (rBGH), herbicidas (Lasso y Roundup) y los alimentos transgénicos que recientemente se han vuelto noticia por la aprobación del pago de patentes a Monsanto”.
La principal manifestación de rechazo a la transnacional se dio en la ciudad estadounidense de Saint Louis, donde se encuentra la principal sede de Monsanto. De allí nació la convocatoria mundial que fue recogida por organizaciones sociales a nivel global. El nombre, Occupy Monsanto, es en clara referencia al movimiento Occupy Wall Street que en estos días cumple su primer año, y que durante el fin de semana sufrió nuevos arrestos por parte de la policía norteamericana. En todos los Estados Unidos se llevaron a cabo unas 50 manifestaciones simultáneas, la mayoría de ellas frente a las puertas de las sedes que la empresa tiene en diversas ciudades, o laboratorios que trabajan con Monsanto. En algunos casos, los activistas lograron parar por un día entero la entrada y salida de camiones con semillas.
La legislación argentina abrió las puertas a la muerte de Monsanto
En el día de acción global contra Monsanto, Argentina se ha convertido, junto con la India, en el modelo productivo agrícola que mejor se adecuó a las exigencias de multinacionales como Monsanto. La legislación nacional y los incentivos al uso de OGM, prohibidos en buena parte del mundo, promovieron el arraigo de la multinacional, a tal punto que el mismo Estado colabora para desarrollar tecnología en conjunto con la empresa del “comportamiento criminal“.
La provincia de Córdoba es una de las ciudades más movilizadas en estos días, es el epicentro de este desarrollo, pero también de la resistencia a este modelo productivo. Allí, en la localidad de Malvinas Argentinas, se está construyendo una nueva planta de tratamiento de semillas de la empresa Monsanto, que junto con el Estado nacional comercializará la semilla Intacta, “Semillas de maíz transgénico resistente a herbicidas de alta toxicidad y que además segregará un veneno que terminaría con las mariposas, abejas y vaquitas de San Antonio“, como la describen los organizadores de la movilización. “Es también en Córdoba donde hace apenas semanas ha concluido el juicio que llevaron adelante las Madres de Ituzaingó por las fumigaciones que sufrieron sus hijos e hijas y en donde todo un pueblo se encuentra envenenado a causa de las fumigaciones”, continúa el comunicado.
Allí, organizaciones sociales conformaron Córdoba Se Mueve, una coordinadora que organizó la principal marcha argentina en el día mundial contra Monsanto. Miles de personas participaron de la movilización, al igual que en Bahía Blanca, Buenos Aires, Rosario y Tucumán.
Organizaciones ambientalistas de la ciudad de México realizaron una marcha en la explanada de Bellas Artes, un “Carnaval del Maíz” marcharon hacia el Monumento a la Revolución, en protesta creativa y pacífica contra la siembra y comercialización de maíz transgénico de la empresa Monsanto en territorio nacional. Y expresaron que Monsanto es una grave amenaza a la salud, a la soberanía alimentaria y a la identidad del pueblo mexicano. Recordaron que en octubre pasado, un grupo de investigación alimentó a ratas con maíz Monsanto, las cuales en cuatro meses desarrollaron cáncer y problemas de riñón e hígado.
La denominada Ley Monsanto en Chile amenaza la soberanía alimenticia
Una ley en Chile, conocida como Ley Monsanto, obligará a pagar royalties por el uso de semillas transgénicas y, según los activistas, amenaza la soberanía alimenticia de Chile. Claudia Pailef, consejera nacional indígena en la región de Los Lagos hizo un llamamiento a la ciudadanía, en especial a las comunidades campesinas e indígenas de la zona, para que evalúen la actuación de los parlamentarios, y expresen su determinación a través del voto. Y en diversas localidades manifestaciones en contra de la monstruosidad de esta transnacional. Las expresiones sociales tienen como propósito: Proteger el suministro de alimentos; Apoyar a los agricultores locales; Proteger el medio ambiente; Promover soluciones orgánicas; Denunciar los actos de corrupción; Defender las culturas y la sana alimentación.
Paraguay
Uno de los lugares más representativos de las protestas contra Monsanto fue Paraguay, donde la convocatoria coincidió con el comienzo de la ‘Semana de la Semilla’, evento convocado por movimientos campesinos en defensa del uso de semillas nativas y criollas. Paraguay es uno de los países emblemáticos en cuanto a la influencia de las multinacionales agrícolas en la política local. Luego del golpe de Estado que derrocó al presidente Fernando Lugo y consagró el gobierno de facto de Federico Franco, el Estado paraguayo liberó la comercialización de semillas genéticamente modificadas que antes estaban prohibidas.
Uno de los primeros organismos en cambiar de nombre y funcionarios luego del golpe fue la Comisión Nacional de Bioseguridad que dio el visto bueno para la liberación de las variedades de maíz transgénico VT Triple Pro, NK 603, MON810, que pertenecen a Monsanto, el BT11 de Syngenta y el TC1507 de Dow AgroSciences. Este cambio permite sembrar un millón de hectáreas paraguayas con maíz transgénico. Teniendo en cuenta que el 2% de la población más rica posee el 80% de la propiedad de la tierra, y que esta relación se está modificando a favor de los terratenientes más poderosos desde la asunción de Franco, la liberación de estas semillas representa una fuerte derrota para los movimientos campesinos, que verán acrecentar la cantidad de tierra cultivada con semillas modificadas por su resistencia a terrenos inhóspitos. En contraposición al modelo de los agronegocios, las organizaciones sociales que organizan la ‘Semana de la Semilla’ proponen “Construir mecanismos de socialización de la diversidad productiva, tanto campesina como indígena”.
Venezuela no produce pero importa productos de origen transgénico
Tal vez no se le da mucha importancia a un tema que nos afecta a todos, como son los cultivos y alimentos transgénicos, problema al que estamos expuestos todos, más aún porque no tenemos soberanía alimentaria, por no tener una política de desarrollo agrícola, ni planes ni proyectos de cómo lograr nuestra seguridad alimentaria tenemos que crear mecanismos para preservar la diversidad biológica, ya que podemos estar tentados por las grandes trasnacionales de estados Unidos y Europa a entramparnos con las semillas transgénicas con el cuento de sus defensores que dicen que el uso de esta tecnología beneficiaría a los agricultores, especialmente de los países pobres, porque gracias a las semillas transgénicas se gastaría menos en pesticidas, y la productividad se incrementaría.
En Venezuela se menciona que en la Asamblea Nacional se discute un anteproyecto de Ley de Semillas que según vocerías de algunos legisladores, el anteproyecto de ley de semillas contribuirá a preservar la diversidad biológica e incrementar la producción nacional, “El anteproyecto impedirá el uso de transgénicos en el país y busca garantizar la soberanía y seguridad alimentaria”, Un artículo del Dr. Juan Linares menciona que “este es un anteproyecto discutido en secreto sin la participación de los actores directos como son nuestros agricultores y productores agrícolas,” porque resulta que de acuerdo a los datos obtenidos se evidencia que Venezuela es neto importador de productos agrícolas, procedentes de muchos países entre los cuales destacan: Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, China, Estados Unidos y la Unión Europea. Países que a su vez han legalizado la producción y comercio de productos transgénicos. Venezuela importa grandes cantidades de productos agrícolas, particularmente de países donde la producción de cultivos transgénicos es ya una práctica común.
Entre los productos importados tenemos los siguientes: soya, maíz, aceite de algodón, Girasol, arroz, hortalizas y frutas varias, productos lácteos y trigo son normalmente cuantiosas y frecuentes, y provienen de países que han autorizado la siembra y comercialización de OMG de esas especies vegetales, como lo son Estados Unidos, Canadá, Argentina y Brasil, Colombia y China. Igualmente se importa aceite de colza desde Estados Unidos. Nos podemos preguntar, ante la crisis agrícola que padece el país ¿estamos actualmente en condiciones de discriminar en sus importaciones las porciones de estos productos que son OMG de aquellas que no lo son? La respuesta es evidentemente negativa.
Por Sylvia Ubal/ Barómetro Internacional