A finales de febrero pasado, la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) de EE. UU. publicó imágenes satelitales que muestran una drástica caída del nivel de dióxido de nitrógeno (NO2) —un gas contaminante que se forma cuando los combustibles fósiles se queman a altas temperaturas— en el aire en China entre enero y febrero.
Los científicos estadounidenses suponen que la reducción de las emisiones de NO2 en el país asiático se debe parcialmente a las medidas que tomaron las autoridades chinas para contener la propagación del coronavirus, entre ellas el cierre de fábricas y plantas y las restricciones de viaje que, por su parte, llevaron a que se disminuyera el consumo de carbón y petróleo.
Un estudio del Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA) indica, a su vez, que el NO2 no fue el único gas que casi desapareció de la atmósfera china.
La disminución de la actividad industrial y comercial en China debido al coronavirus, llevó a que del 3 de febrero al 1 de marzo las emisiones de dióxido de carbono (CO2) cayeran al menos un 25%.
Las imágenes de satélite publicadas a mediados de este mes por la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) muestran que el mismo escenario se repitió en Italia.
Según las fotos, la concentración de contaminantes como el NO2 en el aire en el norte del país europeo disminuyó bruscamente después de que se suspendiera la actividad industrial y los italianos se atrincheraran en sus casas debido al COVID-19.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) destacó, por su parte, que «a pesar de una disminución de la contaminación en países como China e Italia que batallan el COVID-19, los niveles de dióxido de carbono mundiales han sido, hasta ahora, más altos que el año pasado».
Los expertos del organismo internacional advirtieron también de «una posible subida extrema de las emisiones una vez termine la emergencia, tal y como ocurrió después de la crisis financiera del 2008».
Fía y confía
Además de los informes sobre la reducción de las emisiones de gases contaminantes en China e Italia gracias a las medidas tomadas para hacer frente al coronavirus, la semana pasada se hicieron virales varios vídeos y fotos de desiertos canales de Venecia a los cuales, según sus autores, volvieron los peces, cisnes y delfines.
Tanto los italianos como el resto del mundo, devastados por los informes diarios de coronavirus, recibieron con optimismo esa noticia compartiéndola en sus redes sociales y hablando incluso de una supuesta venganza de la naturaleza contra la humanidad.
No obstante, la revista National Geographic afirmó que los mencionados vídeos y fotos no tienen nada que ver con la realidad, calificándolos de «noticias falsas», un triste fenómeno de nuestra era digital.
En realidad, los vídeos de cisnes fueron grabados en la isla de Burano, que se encuentra a siete kilómetros de Venecia, mientras las fotos de delfines fueron tomadas en Cerdeña, que se sitúa a 700 kilómetros.
Pero, para ser justos, el agua de los canales de Venecia se ha limpiado realmente, lo que se debe a la falta de embarcaciones con turistas y la reducción de la actividad humana en general debido al COVID-19.
Pese a tener más desventajas que ventajas, el coronavirus nos muestra que incluso una breve pausa puede cambiar la situación e influir positivamente en el medioambiente.
Puede ser que lo que pasa ahora nos inspire en el futuro y nos ayude a encontrar soluciones eficaces a la hora de establecer las pautas de la política medioambiental.
Cortesía de Karina Samigúlina Sputnik
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