Es importante crear un cambio de mentalidad y de actitud en las personas frente al agua.
El desastre ambiental provocado por Celulosa Arauco y Constitución (Celco) en el Río Cruces de Valdivia; nuevamente Celco, pero esta vez contaminando con residuos industriales el río Mataquito en la Región del Maule; el reciente hallazgo de elevada concentración de arsénico en el agua potable de la Segunda Región, que supone el aumento de la mortalidad por cáncer de los habitantes de esta zona; el derrame de petróleo en la bahía de Concepción; el peligro que corren los glaciares por la instalación de la minera Barrick Gold en la Región de Atacama; las salmoneras en el sur, la pugna por el uso de las aguas en el norte, los problemas energéticos, el derretimiento de los glaciares. Parece apocalíptico, pero la lista suma y sigue. Los ejemplos de desastres ambientales asociados al mal uso y contaminación de las aguas, sobran. Incluso, si hiciéramos un catastro región por región de nuestro país, lo más probable es que sean pocos los lugares que se salven del daño o del peligro inminente.
Aunque parezca de Perogrullo decirlo, no podemos vivir sin agua, pero parece que se suele olvidar su importancia y también los diversos roles que cumple. Frente a esta situación, desde fines de los ’90 que existe un movimiento de carácter internacional que cuyo objetivo es difundir una Nueva Cultura del Agua. “Lo que busca es revindicar el carácter más holístico del agua, comprender que es más que H2O, sino que tiene tres funciones: económica, ecosistémica y social, cada una de ellas asociada a actividades distintas”, señala Helen Urra, presidenta de Líderes Sin Fronteras, organización dedicada a la educación ambiental y comunicacional para el desarrollo.
La comunicadora explica que la función económica se cumple cuando se ve al agua como un recurso productivo, por ejemplo, en el caso de las hidroeléctricas. La función medioambiental tiene que ver con el rol que cumple en la biodiversidad y el clima, mientras que la función social del agua se asocia al consumo y uso humano y a la relevancia cultural que tiene para algunas etnias, como la mapuche. Si todas estas funciones están en equilibrio, postulan las y los expertos, ninguno de los problemas que hoy conocemos ocurrirían.
Por eso, el objetivo principal de este movimiento es crear un cambio de mentalidad y de actitud en las personas frente al agua, a través de la educación, de las comunicaciones, de la ciencia y del trabajo en redes.
“Como son problemas globales, tenemos como planeta que tomar decisiones, y eso implica un cambio en el nivel de conciencia como planeta, ya no bastan minorías académicas que entiendan el problema. En la medida en que simulamos la relación que existe en la biosfera, donde está todo relacionado, lo químico, lo físico, lo biológico, vamos a potenciar la posibilidad de un cambio, en la medida en que a nivel ya sea local, regional o planetario, podamos trabajar en red”, manifiesta Luis Pinto (Phd), investigador asociado del Departamento de Oceanografía de la Universidad de Concepción.
Mojándose las manos
En el sur de nuestro país, donde el agua es un tema cotidiano, ya sea por las lluvias, los ríos, el mar, la nieve, los fiordos, pero también por los problemas de contaminación que han sufrido últimamente, se están formando redes interdisciplinarias de organizaciones, instituciones y personas que se coordinan para reflexionar y realizar acciones concretas inspiradas en la Nueva Cultura del Agua.
“Lo fundamental es que toda esta energía se transforme en reflexiones, propuestas y exigencias para mejorar la gestión pública y económica”, afirma Helen Urra, quien, desde la trinchera de las comunicaciones, analiza los medios y reenvía noticias que puedan propiciar la discusión, entre otras cosas.
Asimismo, existen iniciativas que buscan acercar la ciencia a las personas con el fin de aportar a un mayor conocimiento y conciencia con respecto a este elemento que ocupa tres cuartas partes del planeta y también de los seres humanos.
Luis Pinto formó el centro comunitario AquaSendas, que busca elevar la apreciación y el conocimiento de la sociedad de los ambientes acuáticos. Partieron enseñándole a los niños, sacándolos al medio ambiente, porque apuestan por una trasformación en el futuro.
El doctor también es coordinador de la difusión científica del Centro COPAS de la Universidad de Concepción, que trabaja con un Fondo de Desarrollo de Áreas Prioritarias (Fondap), recursos públicos que entre sus objetivos estratégicos plantean la obligación de transferir los conocimientos científicos a la comunidad, ya que éstos fueron adquiridos gracias a los impuestos de todas las chilenas y chilenos. Un traspaso de conocimientos que en el tema del agua se torna fundamental, a la vez que urgente.
“Es importante de que todos podamos tener un conocimiento mayor en la sociedad, de modo que las acciones de realicemos tengan sentido y sean basadas en una información apropiada (…) Está habiendo un cambio bastante interesante, a través de capacitación a pescadores, estudios de corrientes y zonas apropiadas para acuicultura, trabajos de evaluación ambiental, donde los científicos, hombres y mujeres, están acercándose a la sociedad”, relata Pinto.
También a nivel gubernamental existen lineamientos que buscan enfrentar estos temas de una mejor manera, como la Política Nacional de Aguas.
Víctor Romero, director subrogante de la Dirección General de Aguas (DGA) de la Región del Bío Bío, aclara que esta política tiene tres desafíos principales: “satisfacer la demanda creciente del país, la variante medio ambiental y la variabilidad climática”.
Romero señala que desde la perspectiva medioambiental el desafío es tener un recurso hídrico sustentable. “Necesitamos crecer económicamente, pero también necesitamos cuidar el recurso en su cantidad y calidad. Chile es un país rico en recursos hídricos, pero en la parte sur, en la parte norte tenemos déficit”.
El director (s) de la DGA sostiene que se toman los resguardos necesarios para que no se contaminen las aguas y se asegure su disponibilidad. “Todos los proyectos son evaluados y responden a una política de país. Desde la creación de la Conama, todos los proyectos son ambientalmente sustentables. La DGA exige también un caudal ecológico mínimo que debe conservarse en el cause para proteger los ecosistemas y propender a la salud del paisajismo”.
Considerando los cotidianos problemas y desastres a los que el país se ve enfrentado, estos resguardos no parecen ser suficientes, pues se requiere un trabajo conjunto de todos los actores sociales. Sólo con una nueva actitud individual, grupal, de redes y de políticas públicas que conciba el agua como parte esencial de los seres humanos, del planeta, como un sistema donde todo está interconectado y donde debe existir el equilibrio, no volveremos a lamentarnos.
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