Condominio Los Canelos, Población Los Boldos, Villa Los Queules, son nombres conocidos para habitantes de la región, no obstante, buena parte de la población no podría reconocer el árbol que titula cada uno de estos lugares.
En Chile existen 14,56 millones de hectáreas de superficies terrestres protegidas por el Estado que figuran como Parques, Reservas o Monumentos Nacionales y aquí se concentran los bosques protegidos. Estas equivalen a un 18% de la superficie de Chile continental, sin embargo, la representatividad ecosistémica y la presencia en la totalidad del país es crítica, pues un 84% de estas áreas están entre las regiones de Aysén y Magallanes. Entre la región de Coquimbo y la del Maule se encuentra menos del 1% de territorio protegido.
Para quienes vivimos en la región del Bío Bío, la situación no es distinta. Entre las reservas nacionales de Altos de Pemehue, Ralco, Ñuble, Nonguén, Los Huemules, Isla Mocha y los parques nacionales Laguna del Laja y Nahuelbuta, suman 111.663 hectáreas protegidas para la región, representando un 0.76% de la superficie terrestre protegida a nivel nacional. Gran parte de estas reservas y parques están en zonas cordilleranas o lejanas a los espacios que habita la mayor parte de la población.
El hecho de que nuestra población, especialmente la más joven, no conozca las especies nativas se explica porque no existen bosques cerca de los lugares que habitan y lo que en realidad hay son plantaciones forestales de pinos o eucaliptos. Esta constatación abre una serie de interrogantes respecto a la calidad del ambiente en que vivimos y en consecuencia sobre nuestra calidad de vida.
Para qué sirven los bosques
Los bosques son ecosistemas, es decir, son un conjunto de seres vivos que habitan un medio ambiente determinado. En los distintos procesos que ocurren en los bosques, los seres humanos no están marginados, al contrario, dependemos de ellos y nuestras acciones también les repercuten.
a.- Los bosques son abastecedores de agua en cantidad y en calidad. El agua es capturada por el bosque a través de la lluvia o, a través de las nubes o la neblina, en el caso de los de altura. El agua de la lluvia, por ejemplo, cae y es interceptada por las ramas de los árboles, conduciéndose lentamente por su tronco hasta llegar al suelo, también lo puede impactar directamente. El ingreso del agua al subsuelo es producto de la acción de lombrices e insectos, que contribuyen en la formación del suelo, cumpliendo la función de una esponja. El agua tiende a drenarse hacia lo que se conoce como la capa freática, donde ésta sigue su tránsito hacia los cursos de agua, como arroyos y ríos. Este ciclo es lento y constante, permitiendo el aprovisionamiento hídrico continuo, incluso en periodos en que no hay lluvia.
El agua que consumimos ha pasado por este proceso, ya sea cuando la sacamos de un pozo (directo a la capa freática) o de un río. Hoy, en nuestra región son 30 municipios que deben abastecer a la población rural con camiones algibe y en la zona centro sur del país son miles de personas en similar situación, porque este ciclo ha sido interrumpido.
El que las plantaciones forestales sean monocultivos es determinante, pues constituyen espacios donde crecen árboles de la misma especie, plantados al mismo tiempo. Para poder crecer, los árboles acarrean nutrientes del suelo, a través del tronco hasta sus hojas. El medio utilizado es el agua, la que en gran parte se evapora cuando llega a las hojas.
En un bosque encontramos diversas especies de árboles y de distinta edad. Los más viejos disminuyen el consumo de agua y sirven de hábitat para organismos descomponedores, activos en la formación del suelo que recibirá y protegerá el agua.
En una plantación, se impide la existencia de seres vivos que no sean los árboles, mediante la aplicación de pesticidas, fungicidas y herbicidas, ya que representan riesgos o competencia para éstos. Así se logra que sólo hayan árboles en pleno proceso de crecimiento, demandando grandes cantidades de agua. La Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo ha afirmado que un eucalipto de 3 años de edad consume 20 litros de agua por día y uno de 20 años consume 200 litros por día. Si en una hectárea se plantan aproximadamente 1600 árboles, podremos imaginarnos el nivel de exigencia que sufre el área que los soporta.
Cuando la capa freática no ha tenido la reposición de agua en una cantidad suficiente, su nivel baja. Cuando un curso de agua se ha secado, es porque el nivel de la capa freática es más bajo que el de la cuenca donde se encuentra. Sin embargo, los eucaliptos tienen la particularidad de expandir sus raíces en unos 10 metros de profundidad, por cuanto esperar a que éstos se sequen para comprobar la sequía de un lugar, es permanecer quieto ante el desastre total.
b.- Los bosques protegen de la erosión. El suelo es afirmado por las plantas (incluidos los árboles), sus raíces y la humedad que aportan, permitiendo que el paso del agua o el viento no arrastre las capas de suelo a las cuencas, impidiendo la contaminación física del curso de agua.
En una plantación forestal, cuando se hace una tala rasa (la cosecha de todos los árboles plantados) el suelo queda descubierto. En lo que demora la plantación y el crecimiento de los nuevos pinos o eucaliptos, el suelo está expuesto a la erosión. Se calcula que en una pendiente, después de una tala rasa, pueden perderse 2.5 cm. de capa de suelo. En una hectárea, esto equivale a 21 toneladas de sedimentos.
La erosión tiene repercusiones en la pérdida de fertilidad del suelo, muestra de ello es que los terrenos que han soportado más de cinco rotaciones de plantaciones forestales quedan inutilizables (además por la escasez hídrica) y de este modo se explica el intento de expandir la bonificación estatal a los monocultivos a pequeños propietarios, pues sus terrenos no han sufrido esta erosión. Además, este fenómeno presenta riesgos directos en la población aledaña a estas pendientes, ya que el deslizamiento de tierra puede sumirlos, como ocurrió en julio del 2006 en Chiguayante, cuando se desprendió parte del cerro Manquimavida, provocando la muerte de 10 personas.
c.- Los bosques proveen de alimentación directamente, a través de frutos, plantas, hongos y animales, e indirectamente, a través del aprovisionamiento de agua, necesario para la agricultura. Expresión de esto último es el hecho que en los lugares que concentran plantaciones forestales no hay una agricultura que satisfaga las necesidades de la población, debiendo «importar» los alimentos desde la zona central, encarecidamente.
Los productos propios de la tradición recolectora de esta zona se han perdido junto con el bosque. En el reciente invierno, las «fiestas del camarón» ofrecieron tristes y caros «petit bouché», la razón es que sencillamente no hay, pues las vegas están secas. Las nalcas crecen en zonas húmedas y su costo ha ascendido hasta los 2 mil pesos. Los digüeñes o los changles prácticamente han desaparecido de nuestra dieta.
d.-El que los bosques sean como una esponja que absorbe el agua los convierte en reguladores de temperatura y humedad. A nivel mundial se ha detectado un alza de temperatura persistente y una disminución en las precipitaciones, que en la zona centro sur ha sido de un margen del 40% al 50% entre 1900 y 1999. El bosque puede contribuir con eficacia a contrarrestar los efectos de estos fenómenos, constituyendo otro argumento para la urgencia a su recuperación.
e.-Los bosques absorben dióxido de carbono (CO2) del ambiente, contrarrestando la emisión de estos gases. Los árboles lo hacen en el proceso de fotosíntesis para producir sus compuestos orgánicos vitales. Las empresas forestales se han beneficiado de esto, aprovechando el contexto de desinformación y de colusión con la institucionalidad ambiental, declaran que en sus extensas plantaciones forestales se absorbe tanto CO2 que generan un aporte en la disminución de gases de efecto invernadero. No detallan que los procedimientos de cosecha, manufactura de la madera o producción de papel (exportado en casi su totalidad) implican la emanación de grandes cantidades de sustancias tóxicas al ambiente.
El Estado, los bosques y nosotros
A partir de una revisión de la política forestal chilena podemos distinguir dos elementos que inciden determinantemente en el estado actual de los bosques y la relación que tenemos con ellos:
a.- Si bien, desde los propios documentos emanados desde las instituciones públicas se reconoce que la política de protección de los bosques está en un «paradigma preservacionista y aislacionista», no han habido acciones que lo superen. Las superficies boscosas protegidas siguen estando en los lugares en que el uso del suelo tiene menos demanda por actividades de explotación, sin que se sumen nuevas áreas en otras zonas.
En la región del Bío Bío está protegida por el Estado un 3% (aproximado) de la superficie. Durante la década de 1990, un 80% del bosque nativo de la región, fue sustituido por plantaciones forestales, por lo que recuperarlo implica conflictuar con el empresariado forestal.
A nivel nacional, se ha planteado que para obtener al menos un 10% de superficie protegida y representativa de los ecosistemas del país, implicaría sumar más de 3 millones de hectáreas al sistema de protección de áreas silvestres.
La fragmentación impuesta para el bosque nativo, también constituye una amenaza para su supervivencia, en tanto se dificulta el intercambio genético entre las especies, además los reducidos perímetros de bosques no tienen corredores que los unan entre sí, dificultando más aun la supervivencia de la flora y la fauna.
b.- El Estado busca confundir cuando se refiere a las plantaciones forestales como bosques. La Corporación Nacional Forestal (CONAF) miente cuando declara que «Chile plantó más de 100 mil hectáreas de bosque durante el 2012», ya que cuando especifica qué se plantó declara: «El Pino insigne fue la especie más empleada, llegando al 45,5% de la superficie forestada, en tanto que a nivel de género el Eucalyptus fue el más recurrente, representando el 48,4%. Por su parte, las especies nativas ocupadas fueron a lo menos 19, cubriendo 389,75 ha, con una representación del 2,3%». En síntesis, fueron más de 103 mil hectáreas las plantadas con pinos y eucaliptos.
Según los cálculos de distintas instituciones, en Chile hay unas 3 millones de hectáreas de monocultivos forestales, gran parte de ellas subsidiadas por el propio Estado a través del Decreto 701 que opera desde 1974 y que actualmente garantiza el pago de los costos de plantación y manejo forestal en un 90% para los pequeños propietarios; un 75% para los medianos; y un 50% para los grandes.
Sin duda, la cantidad de dinero desembolsado en la industria forestal no se compara con la destinada a la protección de los bosques y es precisamente esto lo que la hace en una actividad no sustentable económicamente, pues se ha desarrollado gracias al aporte constante del Estado.
La cordillera de la Costa ha sido uno de los principales escenarios de la expansión de las plantaciones forestales. Aquí habita buena parte de la población que no puede sembrar y se abastece de agua con camiones algibe. La pauperización alcanzada en estos sectores presiona a sus habitantes a emigrar a los pueblos y ciudades, reproduciendo al ciclo de pobreza.
Junto con ellos, quienes vivimos en las ciudades sufrimos el encarecimiento de los alimentos, en tanto su producción está cada vez más concentrada. La disponibilidad de agua, también podría sufrir mermas en ciudades que hasta ahora se han mantenido eximidas de este problema, para ello sólo hay que ver de dónde proviene.
Plantear la necesidad de recuperar el bosque no es propio de antojadizos, sino que es condición necesaria para nuestra supervivencia.
Por Patricio Villa / Resumen.cl