Salmoneras: Industria Esclavista


Autor: Cristian

La industria salmonera alcanzó el triste record de 50 muertes por “accidentes laborales” en los últimos dos años. Casi la mitad de ellos eran buzos que –como Domínguez- son obligados a descender a 40 metros de profundidad en circunstancias que reciben capacitación y equipos para sumergirse 20 metros. Según información de la Dirección del Trabajo: Tres de cada 10 trabajadores de la industria del salmón ha sufrido accidentes y enfermedades laborales. Todas ellas evitables.


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Domínguez falleció el pasado 8 de octubre en el centro de cultivos Quiquel (Chiloé). Ese día se sumergió a las profundidades sin que existiera ninguna medida de seguridad, como cámaras hiperbáricas o sin que hubiera ningún equipo que lo pudiera rescatar en caso de emergencia. El Inspector Laboral de Castro, Víctor Hinostroza, afirmó que la matrícula de buceo (del fallecido) había caducado tras un grave accidente que lo dejó inválido hace un año. Ni siquiera podía caminar”. Los casos son similares: Se les pide que cumplan con obligaciones que escapan a sus posibilidades y cuando ocurren los accidentes fatales o que provocan invalidez: Nadie responde. Solo en agosto pasado murió la increíble cifra de ocho buzos. Muchos más están quedando inválidos o sufren el mal de presión.

AMOR NO CORRESPONDIDO

Chile es el segundo productor mundial de salmón: Sus exportaciones alcanzarán este año 2 mil 500 millones de dólares. Esto, a pesar que el carnívoro pez fuera comenzado a cultivar sólo hace tres décadas. Y que solamente hace 25 se le diera el impulso que permitió levantar esta industria. En el auge de las salmoneras, el Estado de Chile ha sido fundamental, pues la subsidia a través de numerosos mecanismos. Entre ellos destaca la exención de impuestos, con base en la Ley Austral decretada por el régimen de Augusto Pinochet en 1974, que se hizo con el fin de promover las inversiones privadas. Esta normativa se mantiene vigente.
Sin embargo, el principal subsidio a esta actividad lo constituye la entrega gratuita del agua de lagos y mar, que es el recurso natural que permite la generación de riqueza a esta industria. Las empresas salmoneras pagan por cada hectárea de agua que ocupan: 70 mil pesos al año. Pero la rentabilidad que le alcanzan a sacar al agua que está bajo esa superficie, es de 5 millones de dólares.
Esta irracional situación está siendo fuertemente cuestionada: “Es absurdo que se les cobren –a las salmoneras- unidades de superficie como son las hectáreas, cuando lo que de verdad ocupan son unidades de volumen, señala el biólogo de la Confederación Nacional de Pescadores Artesanales (Conapach) Héctor Kol en entrevista con El Ciudadano. Explica: “Los salmones se cultivan en un volumen de agua y la industria salmonera no paga un solo peso por los millones de metros cúbicos que usan sus balsas-jaulas”. Tampoco pagan por las incuantificadas cantidades de agua que contaminan. El común de los chilenos debe pagar mil pesos por cada metro cúbico de agua potable que consume.
Esta “generosidad” estatal no sólo es con la industria salmonera: El Estado chileno también ha entregado gratuitamente y a perpetuidad los derechos de aguas continentales a las mineras y compañías eléctricas.
Estos no son los únicos beneficios que el Estado entrega a la salmonicultura: Los salarios de los trabajadores de esta industria son subsidiados por el Estado. En el caso de Frío Sur (Grupo del Río, chileno), el 100% de los salarios bases que entrega (100 mil pesos), corresponden a subsidios estatales. La mitad por concepto de bonos de capacitación entregados por el Servicio Nacional de Capacitación y Empleo y la otra parte son aportados por el Programa de Generación de Empleo, del Ministerio del Trabajo. Aunque no en este extremo, esta situación es común a toda la industria salmonera.
Tan favorable es y ha sido la situación de la industria salmonera que Joe McCornide, presidente del Maine Aquaculture Center, declaró en 1997 que “los programas de subsidios chilenos (a la salmonicultura) son un verdadero regalo para los inversionistas extranjeros: si vas a invertir US$ 5 millones en una planta en Chile, en realidad pones US$ 3 millones y los otros US$ 2 millones los pone el Gobierno”. Las declaraciones de este empresario salmonero estadounidense las hizo en 1997, en el contexto de un proceso por dumping contra la industria salmonera chilena. En aquella ocasión el gobierno chileno financió la contratación de los servicios del senador republicano Robert Dole con el fin de defender los intereses salmoneros. Y, gracias a sus servicios, Chile pudo seguir exportando salmón a Estados Unidos: su principal mercado (40% de sus envíos).

SUCIOS EMPRESARIOS

Pero, a pesar de estas enormes regalías que reciben, los inversionistas salmoneros no tienen un buen trato para con sus trabajadores. Un informe de Coral Pey, directora ejecutiva de la Alianza para un Comercio Justo y Responsable (ACJR), fechado en 2005, sostiene que el 2003 “las empresas salmoneras emplearon a 45 mil personas, de las cuales, el 70% son mujeres (…) un 80% percibe el salario mínimo (…) Se vive en un clima de inestabilidad laboral y carente de beneficios sociales (…) El trabajo en la industria salmonera se realiza de pie. Las mujeres permanecen paradas entre 8 y 16 horas diarias. Las condiciones higiénicas son deplorables, con baños y camarines insuficientes e insalubres. Los comedores son sucios y con altos niveles de toxicidad debido al agua clorada”.
Héctor Kol cuenta que los obreros de las plantas faenadoras de salmón “trabajan a 12º grados bajo cero (para que no se descompongan los salmones), sin traje térmico y hasta usan pañales porque muchas veces no les dan permiso para ir al baño. Las industrias salmoneras tratan a sus trabajadores como esclavos”, afirma.
En las plantas faenadoras han habido casos de mujeres que han sufrido abortos estando en la línea de producción. Isabel Huaiquín trabajaba, en 2004, en la salmonera Mainstream, empresa que cuenta con un 70% de capitales estatales noruegos. Ella estaba embarazada de 8 meses y tenía que estar trabajando en las mismas condiciones que sus compañeros: De pie durante 12 horas y a muy bajas temperaturas. Este ambiente, incidió en que se enfermara y fuera a dar al hospital. Después de 5 días allí, tuvo que reintegrarse de inmediato al trabajo. Allí sufrió una hemorragia y la empresa no le quiso dar permiso para ir al hospital: tuvo un aborto. Y cuando se tenía que reintegrar: la despidieron.
Este caso es relatado por la propia afectada en el documental chileno-noruego Ovas de Oro, el que retrata las duras condiciones que sufren los trabajadores en la “floreciente industria del salmón”.
Los trabajadores de la planta de Pacific Star de Quellón presentarán en los próximos días una demanda laboral contra sus patrones por tener un sistema de trabajo que no considera los días de descanso y por negarles el pago de horas extras. La explicación de la empresa es que su peculiar “proceso continuo de producción” les impide detener las tareas. Eso justificaría también –según ellos-, la existencia de dos turnos diarios de 12 horas.
Según el estudio Cultivando el Mar (2006) de la Dirección del Trabajo en la empresa AGUAS CLARAS, los trabajadores tienen que inscribirse en listas de espera para poder ir al baño. Y a las madres se les niega el tiempo necesario para el amamantamiento de sus hijos recién nacidos. La empresa no tiene salas cuna para estos casos. Lo mismo ocurre en Pacífico Sur, donde a los obreros también se les descuenta el 30% de sus honorarios por concepto de “reposición de maquinarias”.
Según Ecoceanos Noticias, en la empresa Aguas Claras todas las mujeres embarazadas fueron castigadas el 2001 con el descuento de la mitad del bono de producción sin explicación alguna que justificara la medida. Pacific Star demandó el 2005 en el tribunal de justicia de Quellón, a once trabajadoras embarazadas con el fin de quitarles el fuero maternal y así poder despedirlas sin ser sancionada.
Los trabajadores de las empresas con capitales noruegos han decidido quejarse ante el Gobierno de ese país, por las condiciones con que operan en Chile las empresas de aquel país. En una carta de marzo de 2007 diversas agrupaciones de trabajadores salmoneros sostienen: “En la planta de proceso de Mainstream Calbuco tenemos 4 inodoros para soportar a 300 trabajadores en temporada baja y hasta 500 trabajadores en temporada alta (…) Las vías de escape no son aptas, hay hacinamiento en el casino y no se están ejecutando los ejercicios compensatorios que recomendó un estudio realizado por la unidad de ergonomía de la Dirección del Trabajo (…) Los empresarios no entregan copias de los contratos a los trabajadores, muchos de estos quedan con fecha de término en blanco, con lo cual se han registrado una serie de despidos con la causal ‘termino de contrato (…) Varios trabajadores usan guantes que están en mal estado, reparados de mala forma o son de baja calidad, lo cual aumenta el riesgo de accidentes o de contraer enfermedades profesionales”.

Francisco Marín


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