Ante el rechazo al gas ruso debido al conflicto en Ucrania, varios países de la Unión Europea (UE) se plantean la posibilidad de quemar más carbón para evitar una crisis energética en el próximo invierno. Sin embargo, las afectaciones al medio ambiente podrían ser catastróficas.
El plan inicial era reunirse en Schloss Elmau del 26 al 28 de junio para hablar sobre la transición a las energías limpias, pero la realidad le ha plantado un bofetada en la cara a los líderes del G7. La preocupación de la Unión Europea (UE), de momento, no es el medio ambiente, sino la forma en la que sustituirán la falta de gas y petróleo rusos.
En un mundo globalizado, resulta imposible que las sanciones a Moscú afecten únicamente a los rusos. Por eso en Europa existe una preocupación creciente por la crisis energética que ya asoma los primeros síntomas. Ante el bloqueo comercial y económico contra la industria energética rusa —de la cual dependen casi todos los países europeos—, la solución parece ser el carbón, uno de los combustibles más nocivos del planeta.
«Las ecuaciones son simples: a más carbón, mayor contaminación atmosférica. Sin embargo, recordemos que no estamos hablando de cualquier combustible. El carbón contamina mucho más que el gas y es considerada la energía fósil más contaminante porque, cuando se oxida, produce hollín y desprende muchísimas otras partículas nocivas para el medio ambiente y para la salud», explica a Sputnik Alejandra Alvarado Zink, bióloga y jefa de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Varios de los mayores compradores de gas ruso analizan la posibilidad de quemar más carbón para no enfrentar una crisis energética, principalmente en unos cuatro o cinco meses, cuando el invierno y los vientos gélidos comiencen a llegar a suelo europeo.
Países Bajos, por ejemplo, ha levantado las restricciones a las centrales que queman carbón para generar electricidad con el objetivo de evitar una escasez gasística, según informó el Gobierno de ese país el 20 de junio.
«En lugar de un renacimiento masivo en renovables, estamos experimentando un retroceso masivo a los fósiles. Alemania es uno de los países que está impulsando este retroceso a los fósiles a través de nuestra política interior y nuestra política exterior», acusó Luisa Neubauer, activista del movimiento ambientalista Fridays for Future (FFF), durante una serie de protestas afuera de la reunión de los líderes del G7.
El temor entre los colectivos ambientalistas es que no se cumpla el propósito de la Unión Europea (UE) de llegar al 2030 con 55% menos de emisiones de carbono, como se determinó en el Acuerdo de París, que fue firmado por 195 países para reducir los efectos del cambio climático.
Las consecuencias para el medio ambiente serían catastróficas, según los expertos: estaciones del año cada vez más cambiantes y anticipadas; lluvias torrenciales de alta peligrosidad (actualmente en un día llueve lo que tendría que llover en semanas); huracanes de mayor intensidad y nuevos comportamientos; inestabilidad general de la flora y la fauna; sequías y tierras menos fértiles; olas de calor y nevadas más potentes.
«Los países industrializados, muchos de ellos pertenecientes a la Unión Europea, son los grandes responsables de la crisis climática. Estas economías son las responsables históricas de la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero que actualmente nos tienen al borde de un colapso ambiental», observa en entrevista con Sputnik Pablo Ramírez, especialista en Energía y Cambio Climático de Greenpeace.
Promesas no cumplidas
Aunque hasta hace no mucho tiempo el bloque europeo presumió que sería la primera economía «climáticamente neutra» en 2050, la situación actual obliga a los líderes de la UE a encontrar soluciones a corto plazo para no quedarse sin fuentes de energía.
La Unión Europea (UE) depende mucho de Rusia en materia de combustibles. Casi el 40% del gas que consume en la zona euro proviene de territorio ruso, según han reconocido los líderes europeos. Hay países, eso sí, mucho más dependientes que otros. Hungría y República Checa, por ejemplo, decidieron no participar en algunas sanciones a Moscú porque dependen hasta en 65% del gas ruso.
En junio pasado, el Gobierno de Vladímir Putin tomó la decisión de bloquear los flujos de gas a Países Bajos, Finlandia, Polonia y Bulgaria ante la negativa de los Gobiernos de estas naciones a pagar combustibles en rublos. Moscú tampoco vio con buenos ojos los acercamientos de estos Estados a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
«En Europa están conscientes de los problemas climáticos que conlleva el carbón. Durante mucho tiempo fue el combustible fósil más utilizado del mundo y ya conocemos las consecuencias porque las estamos pagando ahora», alerta Alvarado Zink, quien además cuenta con una maestría en ciencias por la Universidad de Nuevo México, en Estados Unidos.
«Si la Unión Europea comienza a quemar más carbón, sería un revés a los esfuerzos globales para poder alcanzar la meta de los 1,5 grados. El carbón es un combustible tremendamente sucio debido a su combustión directa, pero también por toda la cadena del ciclo de vida de este combustible, desde su minería, su procesamiento y su transportación», alerta Pablo Ramírez, de Greenpeace.
Alvarado Zink asegura que el precio por levantar las restricciones a las centrales termoeléctricas de carbón se pagará en algunas décadas, cuando el cambio climático sea totalmente irreversible. Además, los objetivos planteados por el Acuerdo de París, dice, evidentemente están muy lejos de cumplirse. El compromiso era reducir la temperatura del planeta en 1,5 grados celsius, algo que parece cada vez más complicado de lograr.
«Si ahora aumentamos la actividad de las centrales eléctricas de carbón para tapar agujeros a corto plazo, tenemos que abandonar el carbón antes de 2030», aseguró Luisa Neubauer en un artículo publicado en el diario alemán Reinische Post.
Antes de que estallara el conflicto en Ucrania el 24 de marzo, los países del G7 —grupo del cual está excluido Rusia— se comprometieron a dejar el carbón para el año 2030, así como a descarbonizar sus sectores energéticos para 2035, a la par de una mayor inversión en energías limpias.
Sin embargo, conforme avanzó el tiempo, la Unión Europea vio mermado su abasto energético. En junio, Moscú recortó en 60% los flujos de gas que envía a través del Nord Stream 1, un gasoducto que provee combustible a Alemania y otros países de la zona. Fue entonces cuando el bloque se enfrentó a una disyuntiva: seguir castigando a Moscú o relajar sus medidas para controlar la inflación y evitar una inminente crisis energética.
«Recordemos cómo se veía Inglaterra en la Revolución Industrial: con una masa contaminante espantosa a causa del carbón. Todas las fábricas y todas las casas lo quemaban. Actualmente tenemos un ejemplo con China, donde la gente utiliza cubrebocas porque hay partículas contaminantes suspendidas en el aire. Volver al carbón puede ser una solución a corto plazo, pero las consecuencias a largo plazo pueden ser irreversibles», señala Alvarado Zink.
«Creo que la gran enseñanza de lo que estamos viviendo [con el conflicto en Ucrania] es que todos dependemos de todos, porque aunque yo [como Unión Europea] quiera hacer cosas favorables para el ambiente, dependo de los otros países para conseguirlo», concluye la académica de la UNAM.
Fuente Sputnik
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