Los días transcurren bajo Santiago contaminado, miramos al cielo y no hay posibilidades de cambio. Meteorólogos y ministerios, coinciden en lamentar la falta de lluvias, que no se anuncian hasta finales de julio o agosto.
Las estadísticas son históricas: por pimera vez se decretó emergencia en 16 años y este ha sido el junio más seco de la historia. Y aunque no queramos, debemos salir y seguir viviendo resignados e impotentes, sin poder cambiar la realidad que inhalamos las 24 horas del día.
Podemos crear ciertos hábitos que mejoren nuestra calidad de vida, podemos limitar nuestra actividad física, poner plantas de interior purificadoras e incluso experimentar con la aromaterapia, pero al salir a la calle y enfrentar nuestra vida cotidiana nos encontramos con la realidad:
Los índices de contaminación se han mantenido altos durante varias semanas, pasamos de pre emergencia a emergencia y vuelta a la pre…nos acostumbramos a vivir con los ojos irritados, picor en la garganta, cefáleas y que familiares o amigos presenten cuadros intensos de obstrucción o crisis respiratorias.
Desde el Ministerio de Salud nos instruyen en cuanto a las medidas que debemos tomar en estos casos y nos recuerdan, que está a disposición de la población la vacuna para prevenir la influenza (como anunciamos aqui). Sin embargo, el sentirse indefensos ante esta nube tóxica que nos envuelve, también forma parte de nuestra realidad y más allá de adaptar horarios para poder subirnos a tiempo al transporte público, respetar la restricción, optar por la bicileta como medio de transporte, no encender chimeneas, etc…la situación no cambia y hay consecuencias de este aire que respiramos a diario
Desde el Observatorio Mundial del Medio Ambiente, advierten por medio de un estudio, que las personas que viven durante mucho tiempo bajo condiciones ambientales adversas, es decir en una ciudad contaminada, tienen más posibilidades de morir en forma prematura, tambiém existe una tendencia mayor a sufrir accidentes cardiovasculares.
Además otro estudio, realizado por la Universidad de Medicina de Boston, demostró que vivir en ciudades contaminadas, acelera el envejecimiento del cerebro. Esto es, que la polución afectaría la función cognitiva en adultos de mediana edad y ancianos.
A estas alturas, todos quienes hayan vivido en una ciudad contaminada (Coyhaique, Temuco, Santiago, etc) hemos experimentado «pesadez cerebral», esa sensación de sentirnos más lentos, menos activos y somnolientos. La conclusión del estudio es radical «la mala calidad del aire se asocia con efectos importantes en el envejecimiento del cerebro”.
La verdad es ineludible: sólo 2 microgramos por metro cúbico de PM 2,5 equivale aproximadamente a un año de envejecimiento del cerebro. De este modo, las personas que viven en ciudades o zonas contaminadas presentan un envejecimiento cerebral prematuro y por lo mismo un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares
En Chile, el Colegio Médico, por medio de su presidente, Enrique Paris, da una opinión que ratifica los datos otorgados por los estudios a nivel mundial y además advierte en una entrevista a Bío Bío que: «cuando los niveles de contaminación llegan a 500, como en la situación de emergencia ambiental, las muertes aumentan en un 28%, aumentan las consultas por problemas respiratorios en un 7%, aumentan las muertes infantiles en un 3,5% y crece la cantidad de personas que mueren por infartos cardíacos» y agrega «el material particulado fino de 2,5, que es el que actualmente se toma en cuenta a la hora de decretar episodios críticos en la Región Metropolitana, pasa a la sangre, por lo que se asocia a infartos al miocardio, cáncer, leucemia y linfomas».
Pero no sólo afecta, a nuestra salud y al paisaje el cambio climático, como consecuencia de la falta de lluvias, tarde o temprano, la economía del país y la de pequeños agricultores se verán afectadas, ya que los campos no produciran lo que producían como hasta ahora.
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