La Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) fue adoptada por la Organización de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. A casi 60 años de su promulgación y tras un largo período plagado de acontecimientos históricos con directa relación (Guerra Fría, la descolonización africana, las dictaduras en Latinoamérica, etc.) pareciera que poco es lo que se hizo, y lo que se sigue haciendo, en materia de DD.HH. Paulina Acevedo Menanteau, comunicadora en DD.HH., en una clase magistral, realizada el 29 de octubre a alumnos de periodismo de segundo año de la Universidad de Concepción, viene a clarificarnos la importancia que tiene el periodismo en estas gastadas palabras, los Derechos Humanos.
El artículo 5 de la Constitución Política de Chile, en el inciso 2 plantea “El ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el respeto a los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana. Es deber de los órganos del Estado respetar y promover tales derechos”. Por lo cual, la DUDH se posiciona por sobre la norma superior que rige el ordenamiento jurídico de la nación. Sin embargo, tras una salvaje dictadura, poco se ha respetado, y a pesar de la llegada de la democracia, escaso es el trabajo que se sigue realizando pro derechos humanos. Si el estado mismo, que debiera ser el pilar fundamental en el cual se sustentarían los “derechos inalienables”, no cumple con su labor estando en una “democracia”, pareciera que la misión estuviera completamente zanjada. Paulina Acevedo no quiere quedarse en eso.
Comunicador de DD.HH.
La prensa, caricaturizada como el “cuarto poder”, viene a jugar un rol muy importante para las sociedades. Y no es menor, si el periodismo es el constructor de las percepciones sociales. Es por eso que si las tendencias de las personas van abocadas hacia el respeto y tolerancia, el periodismo se yuxtapone como base a este “estado irresponsable”, otorgando una predisposición de la nación, y aún más importante, de la sociedad, para “autoproducir” (o como dirían en términos más técnicos nuestros compatriotas Maturana y Varela, realizar la autopoiesis) una sociedad que enmarque su desarrollo y progreso, en los DD.HH.
La multiculturalidad e interculturalidad, aparecen como los nuevos conceptos que facilitarían el ejercicio de la devoción a los DD.HH. El primero se refiere a “la coexistencia descriptiva de culturas en un espacio-tiempo determinado”. El segundo, a la relación y diálogo de las distintas culturas (Acevedo no se restringe al sentido común que hay de la palabra cultura, sino que se refiere como a cualquier grupo de personas que tenga características que lo diferencien de otro, por lo cual el diálogo puede ir de un mapuche con un aymara, al de un arquitecto con un periodista). Entonces, nuevamente el periodismo debiera facilitar esta relación a través de la comunicación intercultural, que en definitiva, es la que reconoce la existencia y validez de las otras culturas y derechos.
Desafíos frente a un inesperado Bicentenario
Los desafíos son muchos frente a este Bicentenario en el cual se debieran sacar “cuentas alegres”. Dentro de las carencias que tiene el periodismo tradicional, es lo pasivo que es frente a los acontecimientos. “Criticar cuesta mucho” como dice Paulina Acevedo. También un ejercicio tan básico, como utilizar las dos fuentes (o más) contrastables de un suceso, no es de uso habitual por los medios tradicionales (por ejemplo, en el conflicto mapuche). Bajo premisas tan simples se enmarca el comunicador en DD.HH. el cual es un periodismo presente, pero que pasa prácticamente inadvertido. No es necesario molestarse nombrando cada “sagrado derecho” que es violado en este mundo. Sin embargo, eso sería una tarea de fácil aplicación en el Chile actual (Patagonia sin represas, la represión policial severa e injustificada, etc.).
Después de todo lo dicho, pareciera que el ejercicio se limita al del periodista, pero en definitiva, de cada uno depende construir un mundo mejor, y es por eso que la tarea es de todos. Un periodismo asentado en los DD.HH. es una firme plataforma para una sociedad tolerante, diversa y democrática, he ahí su importancia. Si vamos a la palabra misma, el hecho de que se llamen “humanos” ya nos anticipan que son el reflejo de esa “característica positiva” que nos diferencia de los seres irracionales, nuestra humanidad (valga la redundancia). Pero si las “acciones humanas” siguen la tónica de los últimos años, humanidad será una peculiaridad de la cual podremos avergonzarnos aún más.
Rodrigo Dresdner
Estudiante de segundo año de periodismo
Universidad de Concepción