Posiblemente la característica más clara y destacada de El Ciudadano (EC) es su aparición y desarrollo como medio y canal de las demandas sociales. Aquellas reivindicaciones ciudadanas han hallado vía de salida a través de nuestras páginas. Podemos hallar en estos 200 números reportajes y crónicas que manifiestan las principales corrientes, inicialmente como acciones sociales, derivadas y amplificadas posteriormente como temas de la agenda política. Hay una continuidad, registrada en estas páginas, que sigue los procesos sociales desde su germen como demanda puntual a su modelación como proyecto de ley o como materia relevante de la agenda política.
El Ciudadano en su versión impresa aparece exactamente en la mitad de la década pasada. En el centro de un escenario que expresa el inicio, entonces casi imperceptible para las grandes corrientes de opinión, del declive del modelo neoliberal. En este proceso surgen los primeros rechazos, más o menos abiertos, a las lógicas de dominación impuestas en todos los sectores por el gran sector privado.
Es en las postrimerías del gobierno de Ricardo Lagos, la administración que finaliza la consolidación del modelo instalado por la dictadura, cuando surgen los reclamos y las protestas. Una de ellas es la primera movilización de estudiantes secundarios durante estos años, la que es sin duda el germen del gran movimiento estudiantil que marcó la agenda pública, tanto social como política, durante los años siguientes.
La voluntad de una cercanía con las organizaciones sociales y sus necesidades. Han sido también estas demandas las que han perfilado una identidad que ha direccionado la línea editorial del EC. Una opción que no ha coartado su independencia de grupos, organizaciones y por cierto, de partidos políticos. La crítica a las elites y a las oligarquías ha sido también un eje en la identidad de la publicación.
¿Qué temas han destacado y han marcado una constante en estas 200 ediciones? De partida, podemos citar muchos de los que hoy forman parte de la agenda política. Son materias reclamadas por la ciudadanía en las calles , plazas y lugares de trabajo, que han pasado en los últimos años a ser incluso materia de proyectos de ley. En este proceso podemos citar iniciativas en trámite, como la ley de identidad de género, de matrimonio igualitario o de despenalización en el autocultivo y consumo de marihuana. El mismo proceso constituyente impulsado por el gobierno de la Nueva Mayoría es un efecto, claro que bien matizado, de las críticas a la constitución de 1980 y las presiones ciudadanas por una asamblea constituyente. Un avance, pero en un mar de demandas aún sin respuesta.
Titulares emblemáticos
“Teletongo… Teletón”, se podía leer a la distancia de los kioskos del centro de Santiago sobre el rostro de Mario Kreutzberger, alias “don Francisco”, cuyas facciones, sobre matices marrones y grises, nos remitían a los semblantes más clásicos de los grandes mafiosos de Hollywood. Se trataba de uno de los titulares más directos de El Ciudadano (EC), desplegado éste en la edición 159 en plena celebración de la Teletón hacia finales del 2014.
La fuerza de este breve titular está en su denuncia, en poner en duda un tema naturalizado como la mayor obra de caridad de Chile. Un reclamo jamás realizado por un medio de comunicación de masas, aun cuando era una crítica que fluía de forma abundante entre diferentes grupos y referentes sociales.
Este episodio en la vida de EC no es una simple anécdota. Es una expresión acerca de la capacidad e inspiración para romper el cerco informativo en Chile, aquella barrera levantada por los grupos de interés, los poderes en la sombra, la institucionalidad y el cuoteo partidario del duopolio que han convertido ciertos hechos como parte de la naturaleza política, social y económica. La Teletón es una de aquellas invenciones levantadas cual realidad compartida por una alta proporción de una población acrítica y mediatizada.
Desde este reportaje, que denuncia la fusión entre la televisión de libre recepción y sus avisadores, todos grandes empresas dominantes en sus respectivos mercados, durante estas 200 ediciones se suman miles de otros titulares, los que reproducen en otras diversas áreas, sectores y territorios este mismo espíritu de denuncia.
En un mercado comunicacional muy influido por los avisadores y los poderes en la sombra, durante la transición política pasaron muchos años antes que un medio rompiera el estrecho consenso entre las elites. Una creación que, en el terreno económico, por darnos un ejemplo, levantó el modelo neoliberal de mercado globalizado como plataforma de desarrollo. Esta ilusión, durante largos años señalado cual paradigma político y económico, comenzó a esfumarse desde mediados de la década pasada para desaparecer hoy en día. Durante este proceso, los titulares de EC creemos que contribuyeron a desarmar este artificial escenario para controlar conciencias y actitudes.