En los debates sobre los medios se presta una atención excesiva a los problemas técnicos, a las leyes del mercado, a la competencia, a las innovaciones y a la audiencia. Y una atención insuficiente a los aspectos humanos.
Afirmar, como suele hacerse, que “la humanidad entera” está pendiente de lo que hacen o dicen los medios es una exageración. Incluso en el caso de un acontecimiento como la apertura de los Juegos Olímpicos, sus dos mil millones de telespectadores sólo representan un tercio de la población planetaria.
Cientos de millones de personas carecen de todo contacto con los medios. En muchos países, la televisión sólo funciona dos o tres horas por día.
Una gran parte de la humanidad sigue viviendo fuera del radio de influencia de los medios y no tiene ninguna razón para inquietarse por las eventuales manipulaciones mediáticas o por la mala influencia de los medios.
En muchos países, como América Latina y África, la única función de la televisión es la de entretener y a nadie se le ocurriría la idea de exigirle seriedad a ese medio o que tenga alguna función educativa.
La gran revolución de las nuevas tecnologías es un fenómeno reciente. Su primera consecuencia importante fue un cambio radical en el universo del periodismo. Las escuelas se multiplicaron, formando año a año a recién llegados a la profesión. Antes el periodismo era una misión, no una carrera.
Las nuevas tecnologías provocaron una multiplicación de los medios. ¿Cuáles son las consecuencias? La principal es el descubrimiento de que la información es una mercancía, cuya venta y difusión trae grandes ganancias. Tiempo atrás el valor de la información se asociaba al parámetro de la verdad.
Periodistas idealistas, dulces soñadores que buscaban la verdad y dirigían medios, han sido reemplazados por personas de negocios a manos de la prensa.
El mundo de los medios ha explotado de tal modo que comienza a tener vida propia. Se forma una gran manada en cuyo seno los periodistas se vigilan unos a otros. ¡Hay que conseguir la información antes que el vecino!
Pero los periodistas no son los culpables. Son las primeras víctimas de la arrogancia de sus patrones, los grupos mediáticos.
Esta metamorfosis de los medios plantea una pregunta fundamental: ¿cómo comprender el mundo? Mientras el acceso a los documentos sigue siendo difícil, la versión difundida por la televisión, incompetente e ignorante, se impone sin que podamos impugnarla.
Además, hay que reconocer que muchas personas se sientan delante del televisor porque esperan ver exactamente lo que la televisión les ofrece. En los años 30, el filósofo español Ortega Y Gasset escribió en su libro “La rebelión de las masas”, que la sociedad es una colectividad de personas satisfechas de sí mismas, de sus gustos y sus elecciones.
Por último, en las redacciones de los diarios, en los estudios de radio y televisión, todavía hay periodistas sensibles y de gran talento, gente que considera que el planeta es un lugar apasionante, que vale la pena conocer y salvar.
Información extraída de Selección de artículos de “Le Monde Diplomatique”, Ryszard Kapuscinski, Reportero del siglo.
Por Francisca Arriagada.
El Ciudadano