La guerra a través de los medios de información

La utilización de las campañas de prensa para lograr objetivos políticos, económicos o de cualquier otro tipo, no es nada nuevo, pero con la llegada y la introducción masiva de modernas tecnologías de comunicación, la utilización de la desinformación como arma de guerra, ha pasado a ocupar un lugar preeminente

La guerra a través de los medios de información

Autor: mauriciomorales

guerrillaLa utilización de las campañas de prensa para lograr objetivos políticos, económicos o de cualquier otro tipo, no es nada nuevo, pero con la llegada y la introducción masiva de modernas tecnologías de comunicación, la utilización de la desinformación como arma de guerra, ha pasado a ocupar un lugar preeminente.

Durante el pasado siglo XX, los jefes militares, por lo general planificaban el inicio de las hostilidades mediante un ablandamiento de las posiciones enemigas utilizando masivos bombardeos aéreos o de la artillería. Hoy, los dirigentes políticos, en especial los de las grandes potencias, cuentan para ello con instituciones especializadas en guerras mediáticas. Ellas son las responsables de llevar al campo que se proponen atacar, ocupar y dominar, las ideas que supuestamente crearán las premisas para su derrota y para tratar de convencer a la opinión pública internacional de que la criminal e ilegal acción que emprenderán, persigue defender la libertad, la democracia y los derechos humanos.

Estaba como embajador en Iraq en el 2003 cuando lanzaron su genocida guerra contra esa nación árabe y pude comprobar cómo los grandes medios de prensa occidentales se plegaron a la campaña de mentiras que utilizaron previo a la invasión: el peligro de armas de destrucción masiva, los vínculos con terroristas de Al Qaeda, etc. Fueron informaciones de primera plana de las grandes cadenas de televisión, incluso de periódicos que se consideraban por algunos como serios y objetivos, como fue el caso del New York Times, que tiempo después tratando de limpiar su imagen publicaría una autocrítica. La campaña de terror, lanzada a través de los medios, concebida con el nombre de “Conmoción y Pavor”, perseguía hacer deponer las armas al pueblo iraquí y rendirse antes de defender su tierra.

Cuba posee una larga experiencia en el enfrentamiento de estas guerras mediáticas debido al viejo anhelo estadounidense de impedir su independencia y apoderarse de nuestro territorio, tan cercano a sus costas y al cual concedían (y conceden) un valor estratégico. A finales del siglo XIX, cuando después de casi treinta años de lucha, los patriotas cubanos tenían al borde de la derrota al colonialismo español, el gobierno de Washington intervino militarmente para impedirlo. Al menos dos años antes del desembarco de sus tropas y de declararle la guerra a España, la prensa yanqui, especialmente los periódicos New York Journal y New York World, lanzaron una furibunda campaña dirigida a crear condiciones para el inicio del conflicto, el cual sería calificado por Vladmir Ilich Lenin, como la primera guerra imperialista.

Cuando la revolución dirigida por Fidel Castro derrotó a la dictadura pro imperialista de Fulgencio Batista y llegó al poder el 1ro. de enero de 1959, no perdieron mucho tiempo antes de lanzar una feroz campaña para desprestigiarla y utilizaron todos sus poderosos medios para acusarla de dictadura represiva violadora de los derechos humanos y tratar de impedir se hiciera justicia con los asesinos del pueblo, y los torturadores del régimen derrocado. La Revolución lanzó una primera contraofensiva llamada “Operación Verdad”, invitando al país a cientos de periodistas y representantes de medios de prensa de todas partes del mundo, especialmente de EEUU, para que presenciaran los juicios e informaran objetivamente sobre lo que ocurría en el país. Sin embargo, sus propósitos difamatorios persistieron, para dejar al descubierto que su verdadero objetivo era desprestigiar la Revolución, que aun en esos meses iniciales de 1959, solo proclamaba su vocación independentista y justiciera y no había adoptado medidas que afectaran los intereses económicos de Washington.

La prensa cubana, que en ese entonces casi toda respondía a intereses reaccionarios y estadounidenses, rápidamente se sumó a la campaña de difamación orientada desde EEUU, publicando evidentes mentiras y falsedades, en algo muy parecido a lo que ocurre actualmente en Venezuela y otros países latinoamericanos que han emprendido un camino independiente y progresista. El gobierno revolucionario entonces, aprobó una ley mediante la cual otorgaba el derecho a los periodistas y trabajadores de la prensa, a publicar una nota debajo de la información falsa o tergiversada, que se llamó “coletilla”, donde aclaraban no estar de acuerdo con lo publicado por no responder a la verdad y por considerarla dirigida a confundir y perjudicar los intereses del pueblo.

La lucha entablada fue de tal intensidad, que los dueños de los periódicos, revistas, publicaciones, radios y televisión, no pudieron resistir la confrontación, cerraron estos medios, que después se continuarían publicando, pero ya en manos de los obreros, y se fueron casi todos a Miami con la esperanza de que el gobierno estadounidense invadiera militarmente a Cuba y por esa vía volver a instaurar el régimen corrupto anterior. Eso ocurrió hace más de 50 años y casi todos han muerto en la espera de volver a Cuba para instaurar de nuevo el poder mediático corrupto subordinado a los intereses imperiales.

Por supuesto que los gobiernos estadounidenses no se conformaron con esta situación y crearon varias emisoras de radio para transmitir, desde la Florida y otros lugares del Caribe, sus mentiras contra Cuba, y más adelante inventaron la mal llamada Televisión Martí, en la que han malgastado en estos últimos años, cientos de millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses. Esta situación ha sido más contradictoria, si se tiene en cuenta, que las transmisiones de su famoso canal de televisión no pueden ser captadas en la Isla debido a la interferencia técnica que aquí se le hace y al poco interés en ella de nuestro pueblo.

La Revolución Cubana, mediante la cual los intereses populares alcanzaron por primera vez el poder, tuvo que enfrentarse a una batalla donde el enemigo imperialista utilizó todos los medios para tratar de destruirla, no solo la guerra mediática, que lejos de concluir tratan de perfeccionar con todos sus adelantos técnicos y científicos, Internet y redes de todo tipo incluidos. Ahora se habla incluso de la utilización de “drones mediáticos”.

A Cuba la han acusado y la acusan diariamente a través de cualquier vocero, internauta o blogueros, de antidemocrática, de represora de la libertad de prensa, violadora de derechos humanos, etc. Seguimos defendiéndonos como es natural y tratamos de vencer siempre apoyándonos en la verdad y la justicia, que son principios inviolables en nuestra Revolución. Pero tampoco nos acomplejamos y por ello, en todo lo que esté a nuestro alcance, no le abrimos espacio al hipócrita enemigo imperialista, principal represor, y violador de los derechos de los pueblos, así como a sus agentes, para evitar que envenenen y confundan con sus campañas a través de la utilización de sus poderosos medios, equivalentes a “armas de destrucción masiva”, verdadero armamento de guerra. Recientemente hemos visto como utilizan sin ningún pudor, fotos falsas, escenarios fabricados o que responden a sucesos ocurridos en otros momentos y países, así como todo tipo de engaños y subterfugios contra la Revolución Bolivariana. En este hermano país, la oposición proimperialista dispone aún del 80% de los medios.

La Revolución en el poder, si se decide a defender los verdaderos derechos del pueblo y enfrentar al poderoso enemigo imperialista, debe liquidar sin temor a sus destacamentos de avanzada, sus poderosos medios masivos de desinformación, que provocan tanto o más daños que su sofisticado armamento. De cualquier forma la van a acusar de antidemocrática, violadora de los derechos humanos y de la libertad de prensa. Ellos cuando están en el poder, no tienen ninguna compasión con el pueblo.

Bien lo decía el Che: “Al imperialismo no le podemos dar ni un tantico así”.

 

Por Ernesto Gómez Abascal

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