La revista británica The Economist –presumiblemente vinculada a los intereses de los banqueros “esclavistas” Rothschild (The Financial Times dixit) y su presunto aliado, el megaespeculador George Soros– constituye una lectura obligada debido a la exposición de sus comprometidas apologías, que suelen ser ditirámbicas, como de sus perentorios anatemas que suscitan desestabilizaciones por los premonitorios movimientos especulativos financieros oligopólicos de sus controladores.
Su reciente satanización de Guido Mantega, ministro de finanzas de Brasil –en el marco de una brutal campaña negra orquestada contra los BRICS–, que presagia una corrida financiera contra Brasil por la City, cuando la presidenta argentina Cristina Fernández ha sido puesta en jaque por los “fondos buitre”, valió la gallarda intervención de la presidenta Dilma Rousseff en defensa de su muy capaz ministro vituperado, quien curiosamente se encuentra alerta a la “guerra de las divisas” que perjudican la economía del gigante sudamericano.
La revista de marras (1/12/12) aborda extensamente la feroz guerra que libran los cuatro colosos estadunidenses de Internet, un campo donde extrañamente Gran Bretaña no domina, pese al descubrimiento de la “maquina Turing”: Apple, Goggle, Facebook y Amazon con impresionantes cifras de negocios donde vale la pena detenerse.
Apple, la mayor empresa del mundo en términos bursátiles: fundada en 1976 (sic); 70 mil 100 empleados; capitalización de mercado US$548 mil 200 millones. Google: 53 mil 546 empleados; capitalización de mercado US$222 mil 800 millones. Amazon: 81 mil 400 empleados; capitalización de mercado US$110 mil 700 millones. Facebook: 4 mil 331 empleados; capitalización de mercado US$56 mil 900 millones.
Destaca que Apple ostente US$121 mil 300 millones de liquidez en la época de la sequía de capitales, lo que subsume su musculatura financiera aparejada de su hazaña tecnológica.
The Economist toma partido de acuerdo con sus intereses y manifiesta que “crece la preocupación sobre la influencia de los gigantes de Internet” donde “los reguladores antimonopolio deben pisar cuidadosamente (sic)” cuando “nunca antes el mundo había visto empresas crecer tan rápido o extender sus tentáculos ampliamente”.
Apple se convirtió en “el coloso del capitalismo: 4.3 por ciento del valor del índice tecnológico S&P 500 y 1.1 por ciento del valor de todas las bolsas del mundo”.
Alrededor de 425 millones de usuarios usan el iTune de Apple; Google es líder global en investigación y publicidad on line, y su software Androide alimenta las 3/4 partes de teléfonos inteligentes transportados; Amazon domina el mercado de menudeo, la venta electrónica de libros y representa el poder silencioso detrás de la computación cloud; Facebook cuenta con mil millones de usuarios y que en caso de ser país sería el tercero del planeta (detrás de China e India).
La revista repite la misma jerigonza propagandística de la “era digital” sobre la “promoción de la libre expresión” (Nota: se recuerda que Gran Bretaña obligó a Julian Assange, el creador de Wikileaks, a pedir asilo a la embajada de Ecuador) y la “difusión de la democracia”, pero que, debido a su “tamaño y velocidad”, los cuatro colosos “pueden asfixiar la competencia”, si no son regulados.
Juzga que así como las “épicas batallas legales” de Microsoft hace una década “definieron la era de la computadora personal”, hoy las querellas legales de Google, por sus manipulaciones flagrantes, la tienen atareada a los dos lados del Atlántico, donde los reguladores han puesto en la picota su carácter monopólico susceptible de definir los nuevos tiempos computacionales.
La sesgada revista británica se pasa por el Arco del Triunfo el control geopolítico de Internet (“De los multimedia a Internet: el control de EU/Israel”; Bajo la Lupa (19/8/12).
A su juicio, son tres las tendencias alarmantes que dañan a los consumidores: 1) el carácter casi monopólico de Google (3/4 partes en EU y 90 por ciento en Europa) y Facebook; 2) “los colosos tienen anclados a los consumidores a sus plataformas (combinación de servicios on line y aplicaciones en los teléfonos inteligentes y las tablas computacionales); 3) su “hábito de deglutir” a las promisorias firmas pequeñas antes de constituir “una amenaza”.
The Economist teme el exceso regulatorio y sopesa la posibilidad de que Google sea dividida en dos empresas independientes.
Lo que más llama su atención es la guerra por el alma de Internet entre los cuatro colosos tecnológicos: no existe ningún rey ni existen líneas de demarcación a partir de cuando la computación móvil alteró la previa correlación de fuerzas. Rememora que la “industria tecnológica” comporta “amargas rivalidades” (IBM vs Apple; Microsoft vs Netscape) cuando tres de las empresas son manejadas por sus fundadores (eran las cuatro antes de la muerte del legendario sirio-estadunidense Steve Jobs, de Apple) y gozan de “gran poder financiero (¡súper-sic!)”.
Conforme “la web vive a través y en el teléfono y el software es manejado en una nube (cloud) se han desdibujado las estrategias y las líneas claras que antes definían los territorios” cuando la guerra de los cuatro tendrá “gran impacto en la forma en la que la gente busca información, consume contenido y compra todo tipo de material”.
Desde luego que el “consumo” es también político/electoral y la revista elude su abordaje.
Todo está en juego en esta guerra en la selva digital donde se vaticina una “guerra de trincheras”: sistemas operativos para los teléfonos inteligentes y las tabletas; el hardware; las redes sociales; diseños de comercio electrónico, etcétera.
¿Qué tanto margen de maniobra opcional, ya no se diga de selectividad democrática/libertaria, conservarán los “consumidores”, que no “ciudadanos”?
¿Quién forjará los algoritmos de la libertad en la web “casi monopólica” y neototalitaria de la “era digital”?
¿Son los consumidores de la era cibernética los nuevos esclavos digitales que inconsciente e involuntariamente anhelan su sojuzgamiento por ignorancia ontológica/ teleológica?
¿Entraron los ciudadanos del siglo XXI a la nueva cárcel digitálica donde las “barras” no son más de hierro sino de registro mercadotécnico de consumo tecnificado?
Nunca ha sido más vigente el axioma axiológico renacentista de que “la ciencia sin consciencia es nesciencia” (ignorancia).
Por primera vez en la historia de la humanidad, la tecnología y las finanzas han convergido insaciablemente y se han convertido en una amenaza dual y letal para las libertades básicas del género humano.
La tecnología, neutral por antonomasia, solía representar un medio de “doble filo” –utilizable para el “mal” o el “bien”: el ejemplo clásico de la bioética, el puente entre tecnología y humanismo es el uso nuclear desviado en Hiroshima/Nagasaki– dependiendo de su fin/objetivo operativo.
Nunca más: mientras el control catastral de la tecnología digital obtenga su efecto multiplicador bajo el modelo avasallante de la desregulada globalización financierista que comporta su consustancial “dominio” (en el doble sentido soberano y digital) por el cerebro monopólico global que somete políticamente al restante del cuerpo social.
Alfredo Jalife-Rahme