Quizás no hace mucho hubiese sido impensable la idea de lo que hoy son las redes sociales de Internet, pero no por esto podemos ser indiferentes a un fenómeno que además de revolucionar la forma en que nos comunicamos, irrumpe también de tal manera en nuestra sociedad, que altera el contenido de dicha comunicación haciéndola en ocasiones un tanto banal o carente de sentido.
La constante dicotomía existente del individuo entre las ansias de libertad y el miedo a la soledad son el fundamento perfecto para la existencia de estas redes, pues, permiten que expresemos nuestros sentimientos, ideas, pretensiones, etc. de manera libre, pero, al mismo tiempo, nos hacen sentir parte de una comunidad, comunidad a la cual Marshall Mcluhan llamó “La aldea Global”. Como dijera Bauman (2000) “nos sentimos libres siempre y cuando nuestra imaginación no exceda nuestros verdaderos deseos y ni una ni los otros sobrepasen nuestra capacidad de actuar”. (p. 22). Es innegable que estas nuevas formas de comunicación (redes) repercuten en las relaciones interpersonales que establecemos ya sea con nuestra familia, nuestros amigos y en definitiva con todo lo que nos rodea. En ocasiones basta con un mensaje en el muro de Facebook para que una relación termine, o para que se inicie otra, la comunicación al igual que el lenguaje, en palabras de Rafael Echeverría (2006) también es generativa, es decir, hace que cosas que no iban a suceder sucedan, y por el contrario hace que cosas que debían suceder no sucedan.
“La acción de hacer una declaración genera una nueva realidad. En cada uno de estos casos, la palabra transforma al mundo. Una vez que una declaración fue hecha, las cosas dejan de ser como eran antes”. (p. 45).
Bauman cree que las nuevas relaciones buscan huir de este tener que decidir entre un no y un si, pues ambas son excluyentes, es decir cierran posibilidades, y en la modernidad líquida nadie quiere cerrar las puertas al sinfín de posibles eventualidades que nos depara la vida. “No jures lealtad <<Hasta que la muerte nos separe>> a nadie ni nada. El mundo está lleno de oportunidades maravillosas, seductoras, y prometedoras; sería una locura pasarlas por alto atándose de manos y pies a ciertos compromisos irrevocables”. (Bauman, 2011, p. 22).
La palabra de moda hoy en día para Bauman (2011) parece ser la de “surfear”, pues surfear es más rápido que nadar y además, no es necesario tomar contacto con la sustancia fluida a través de la cual nos movemos. Al surfear el contacto con la fluidez no va más allá que la de la piel, y basta con una toalla para desprendernos de la sustancia. El autor toma esta idea de Sartre en sus reflexiones acerca de la naturaleza de los “cenagoso” para quien “Si me arrojo al agua, si me zambullo, si dejo que mi cuerpo se hunda en ella, no experimento incomodidad alguna, porque no tengo en absoluto ningún miedo de disolverme en ella; permanezco sólido en su liquidez”. Para Sartre el agua era el elemento natural de la libertad, mientras que lo cenagoso, pantanoso, fangoso, representaban algo de lo cual todos queríamos huir, porque a diferencia de lo líquido, lo cenagoso ataba, era más difícil de quitar, además causaba la sensación de que nos podríamos hundir en cualquier momento. Estar en lo cenagoso es una posesión engañosa, pues, a la vez que creemos poseerlo, es lo cenagoso lo que nos posee. “Ya no tengo la facultad de detener el proceso de apropiación. Quiero salir de lo cenagoso, pero se me pega, me atrae hacia sí, me chupa”. (Bauman, 2007, p. 189).
Por lo tanto esta nueva forma de comunicación que nos permiten las redes sociales no sólo se remiten al plano cibernético, sino que tiene la propiedad de ser transpolar y repercutir en nuestra vida no cibernética, o mejor dicho en nuestro mundo real; hablo de vida no cibernética porque las redes sociales nos permiten algo así como una doble presencia o doble vida, en donde ustedes están leyendo lo que escribo y por eso se hace lógica mi existencia (al menos en esta plataforma), pero a la vez me encuentro sentado en un escritorio y existo para mi familia, amigos y todos aquellos que me rodean en el mundo de la vida; existo para ustedes como quien escribe y ustedes para mí como quienes leen, pero en el diario vivir existo como hablante-oyente y quienes me acompañan en lo cotidiano existen también para mí de la misma manera, en palabras de Sibilia (2008):
“El yo que habla y se muestra incansablemente en la Web suele ser triple: es al mismo tiempo autor, narrador y personaje”. (p. 37).
Las formas de comunicación que no se encuentran en el plano cara a cara guardan ventajas y desventajas con respecto a la comunicación que si se produce cara a cara. Alguna de las ventajas es que podemos articular de mejor manera nuestro mensaje o lo que queremos decir, haciendo que la comunicación se haga más fluida, pudiendo adaptar los códigos hacia el otro para que el mensaje sea inteligible. Las desventajas podrían recaer en que una vez articulado el mensaje éste puede materializarse; lo que escribimos en una hoja de papel o lo que escribimos en un correo electrónico es más difícil de negar que la comunicación hablante-oyente, donde sólo sabemos de lo fidedigno del mensaje recibido mediante lo que escuchamos, retenemos y procesamos en nuestro disco duro.
Innegable es nuestra necesidad de, además de tener un sentido de pertenencia, poseer el afecto de quienes nos rodean, las redes sociales permiten escribir cosas que jamás nos atreveríamos decir y así también abren nuevas puertas hacia horizontes que en el plano hablante-oyente no sucederían o serían más difíciles de suceder. Además como dice Bauman (2003) nos permiten generar relaciones redes, que son relaciones en donde es mucho más fácil huir si sentimos la necesidad de hacerlo, al contrario de las relaciones basadas en el compromiso, en donde de alguna manera nos sentimos atados, amarrados a ese mismo compromiso, porque el compromiso a mi entender, es primeramente un acto individual frente a los demás, y no hay peor cosa que traicionarse a uno mismo. Al respecto Bauman dice: “A diferencia de las <<relaciones>>, el <<parentesco>>, la <<pareja>>, e ideas semejantes que resaltan el compromiso mutuo y excluyente o soslayan a su opuesto, el descompromiso, la <<red>> representa una matriz que conecta y desconecta a la vez: las redes solo son imaginables si ambas actividades no están habilitadas al mismo tiempo. En una red, conectarse y desconectarse son elecciones igualmente legítimas”. (Bauman, 2003, p. 12).
Las relaciones basadas en la fluidez, en lo líquido, son las que parecen ser las preferidas por los individuos pos modernos, pues como dijera Bauman (2000) “los fluidos, por así decirlo, no se fijan al espacio ni se atan al tiempo”. (p. 8)
Ahora bien, este nuevo sistema o forma de llevar a cabo el proceso comunicación produce una distorsión en el cómo nos relacionamos con los demás, pues, de alguna manera genera relaciones virtuales, relaciones que se circunscriben en las nuevas formas de relacionarnos en la era pos moderna, relaciones que buscan huir del sentirnos comprometidos, relaciones que repercuten el sentido de las interacciones sociales, relaciones muy diferentes a las de antaño.
“A diferencia de las <<verdaderas relaciones>>, las <<relaciones virtuales>> son de fácil acceso y salida. Parecen sensatas e higiénicas, fáciles de usar y amistosas con el usuario, cuando se les compara con la <<cosa real>>, pesada, lenta, inerte y complicada”. (Bauman, 2003, p. 13).
Por Juan Ignacio Villalobos
El Ciudadano