En barco pirata relata la historia que arribaron los Edwards antes del nacimiento de la República conocida como Chile. El barco se llamaba Blackhouse (Casa Negra) y en el venía George Edwards Brown tres años después de ocurrida la Declaración de Independencia de Estados Unidos, a momentos de estallar la Revolución francesa.
Se calcula que al llegar sólo tenía 25 años de edad y que la nave saqueando la costa Pacífico era una más de las que buscaba desplazar a la Corona Española instalada en América Latina con plomo, y terror. Avanzaba el imperialismo anglosajón rápidamente por varios continentes para poco a poco comenzar a endeudar a la población, hacerse de los metales, los tesoros, el papel, la banca, la prensa y todo lo que estuviese a su alcance desde ahí.
La historia familiar de los Edwards narra que Jorge fue diputado por Huasco, Vallenar y alrededores pero nunca concurrió a la Cámara legislativa y que también fue intendente de Coquimbo, el “Puerto Pirata”.
Ya en tierra a Jorge se le encandilarían los ojos con los metales y se enrolaría en el comercio de estos, luego tras fallecer se haría cargo su semilla, sexto hijo y cuarto varón, José Agustín de Dios Edwards Ossandón, quien con los conocimientos heredados, teniendo 23 años para la muerte de George, más las habilidades que le darían los comerciantes de cobre y plata “Walker Hermanos”, llegaría a convertirse en uno de los hombres más ricos de Chile. Con esos conocimientos, la Banca Edwards tenía la piedra angular.
Pero no todo le fue gratis de primer momento, pues obtenía el mineral cambiándolo por provisiones a los mineros y luego por herramientas hasta terminar de esta forma comprando su trabajo.
La labor luego la pagaría con monedas, papeles y más papeles, y haría de albacea de otros mercachifles a los que le inspiraban confianza y se pondría muy feliz al tener la tercera línea férrea de toda América Latina, la que le ayudaría a construir el mismo Estado de Chile con la colaboración del estadounidense Guillermo Wheelwright, línea que unía Copiapó y Puerto Caldera, permitiendo transportar el mineral de Chañarcillo, acelerando el saqueo.
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Agustín entonces se casaría con Juana Ross Edwards (su sobrina e hija del Cónsul británico) y tras quedarle chico el puerto de Coquimbo se traslada al promisorio Valparaíso. Ella haría labores de beneficencia mientras el creaba la Sociedad A. Edwards y Compañía, precursora del Banco Edwards. Casi en paralelo, pondría en marcha la primera aseguradora del país, la Compañía Chilena de Seguros.
Luego se encargaría de endeudar externamente a Chile, todo por el progreso de su bolsillo y el de bonos ingleses o norteamericanos en desmedro del país que lo recibía y se convertía poco a poco en director de distintas empresas estratégicas que el mismo impulsaría.
A su muerte dejaría para las futuras generaciones la fortuna más grande de Chile con 42 propiedades en el plan de Valparaíso y extensiones enormes de tierras por Illapel, Limache, Rancagua. Propiedades que de seguro Edwards obtuvo endeudando.
Sería el turno del tercer Agustín, Agustín Edwards Ross quien en 1879 decide comprar El Mercurio de Valparaíso para con tinta y papel hacer prosperar su ideología de mercado y política, ayudando de paso a sus negocios.
Corre 1891 y sucede la mal llamada guerra civil en que con dineros provenientes de los amos del salitre, Edwards, North, Ossa y otras acciones de los Matte, se procede a dividir a las fuerzas armadas y realizar el derrocamiento del presidente Balmaceda. El Ejército apoyó al presidente y la Armada “pirata” a los congresistas.
Acto casi calcado instigaría Edwards Eastman, para llevar adelante el golpe de Estado en contra del presidente electo democráticamente, Salvador Allende un 11 de septiembre de 1973.
Las causas del fin del gobierno de Balmaceda se deberían a que el Presidente tenía la intención de aumentar la exportación del salitre para acrecentar los ingresos de las arcas fiscales y así poder financiar el plan de obras públicas. Sin embargo, los empresarios del salitre querían exportar cantidades limitadas para que no disminuyera su precio en el mercado internacional. A los Edwards no les convenía un Balmaceda que nombraba como ministros a hombres que no pertenecían a la oligarquía. No permitirían que los negocios anglosajones se vieran afectados.
Corría 1897 y los destinos de El Mercurio pasarían a manos de Agustín Edwards Mc-Clure, quien con 18 años era el hombre más rico del país para aquel entonces. Éste continuaría la senda de la usura por medio del Banco Edwards y decide trasladar el “experimento”, de Valparaíso para en el 1900 hasta Santiago para crear El Mercurio de Santiago y Las Últimas Noticias. Fundaría Zig-Zag y más tarde su hijo Agustín Edwards Budge la editora más grande para Sudamérica de la época, Lord Cochrane.
Sería de este Agustín que nacería el V que llevaría mismo nombre, Agustín Edwards Eastman, para muchos el peor Edwards. A éste ser le llamarían en la intimidad “Dunny “, lo que puede ser un diminutivo del inglés dun que como adjetivo es de color pardo (apellido que tomaría por un tiempo George Edwards) y que usado como verbo significa “apremiar por pago de deudas”.
Su padre propulsó la venida de la misión Klein –Sach para liberalizar la economía, y su hijo continuaría el trabajo haciendo nexo entre la Universidad Católica y la Escuela de Chicago, donde estudiarían muchos de sus esbirros aprendiendo la teoría neoliberal de Milton Friedmann.
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Edwards huye a Estados Unidos previo al golpe y desde ahí orquestaría su malévolo plan del que puede enterarse en otros artículos de la presente edición y por el que se encuentra impune.
Agustín se encargaría mediante sus rotativos de mentir descaradamente y apoyar la dictadura de Augusto Pinochet. Los amigos golpistas de Edwards serían ministros y se repartirían el botín llevando a cabo privatizaciones a destajo. Miembros de las fuerzas armadas harían de sus socios y a muchos los encubriría de sus delitos de lesa humanidad y líderes del gremialismo como Lavín serían posteriormente editores de sus publicaciones.
Edwards más tarde sería protegido dentro del pacto de la transición donde el Estado le aseguraría su privilegiado lugar. Hombres que relataron la concentración económica y la criticaron en los años 70 tal como Ricardo Lagos Escobar que denunciaba el poder de Edwards, al convertirse en presidente de Chile trataría con guante de seda al oscuro e intocable magnate que no figura en ningún ranking tipo Forbes.
No obstante, pese a que hoy aparente ser el Edwards “más pobre en relación a sus antecesores”, oculta una fortuna tras un enmarañamiento de sociedades que nacieron de golpes de Estados, la usura, el infundir inseguridad, apoderarse de extensiones mineras defraudando a pirquineros, la publicación de información y ocultamiento de otras, en favor de sus negocios y los de sus amigos, los anarco capitalistas, los piratas del siglo XXI.
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS:
Esteban Bucat Oviedo, El Salitre la Guerra y los Poderes fácticos en el 2006
María Olivia Mönckeberg, Los magnates de la Prensa, Debate 2009
Por Bruno Sommer Catalán
El Ciudadano Nº151, marzo 2014