Periodista mexicano narra su secuestro con dibujos animados: «Solo somos estadísticas de las ONG»

"Es más la impotencia y el coraje que el miedo": el periodista Luis Cardona relata en un cortometraje animado la historia de cómo fue secuestrado en septiembre de 2012 en pleno centro de Nuevo Casas Grande, en el estado mexicano de Chihuahua.

Periodista mexicano narra su secuestro con dibujos animados: «Solo somos estadísticas de las ONG»

Autor: Ángela Barraza

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«La impotencia de no poder defenderse. Y no solo por ese momento que estás pasando, sino por toda la impunidad que ocurre en México. (…) El coraje brinca cuando te secuestran frente a tanta gente y nadie sabe nada de ti», explica una voz masculina con regusto amargo –en realidad, la del propio Cardona– mientras se suceden imágenes de colores.

Tras un año y dos meses de trabajo, el cortometraje animado ‘Soy el Número 16’ de 10 minutos de duración fue presentado al público el pasado mes de junio.

«Es una elegante forma de protesta ante el dolor»

Los dibujos animados constituyen un intento de dar una forma distinta a «una protesta ante la indolencia oficial mexicana», explica el protagonista, Luis Cardona, en una entrevista a RT. «Es una forma diferente, elegante, ante el dolor», aseguró. Originalmente, la obra iba a tener varios protagonistas, pero los demás periodistas –todos víctimas del crimen organizado– prefirieron finalmente no participar por razones de seguridad, confiesa.

En 2012, Cardona trabajaba para un periódico local. Su rotativo logró documentar una oleada de desapariciones de jóvenes –un total de 15 casos– en lo que se conoce como El Triángulo Dorado, un extenso territorio ubicado entre los estados de Chihuahua, Sinaloa y Durango, donde se siembra y procesa marihuana y amapola. Según detalló ante RT, los jóvenes fueron secuestrados por bandas de narcotraficantes para obligarlos a trabajar en campos donde se cultiva droga y posteriormente ejecutados al oponer resistencia a los secuestradores.

El 19 de septiembre de 2012 un grupo de hombres camuflados con uniformes presuntamente militares sorprendieron al periodista en la plaza central de Nuevo Casas Grande, a unos 270 kilómetros de la tristemente famosa Ciudad Juárez, en la que Cardona residía. En medio del gentío, los uniformados le hicieron subir a una camioneta Cherokee a punta de sus fusiles R15. De este modo pasaba a engrosar la estadística: se convertía en el secuestrado número 16.

«¿Y por esa pendejada te vas a morir?»

«Me estuvieron paseando por la ciudad con los ojos vendados, las manos amarradas. De repente, llegamos a un lugar donde se detuvieron. Me bajaron a empujones y me escoltaron hacia un lugar. Cuando íbamos caminando, me tropecé y, al poner las manos hacia delante para detenerme, sentí unos barrotes. A mí me quedó claro que estaba en la comandancia de la Policía», afirma el protagonista en la cinta. Otra voz que dice ser ‘el jefe de la plaza’ pregunta al secuestrado cuánto gana.

Al oír la respuesta (250 pesos diarios o 16 dólares), la segunda voz exclama: «¿Y por esa pendejada te vas a morir?». «Siempre he tenido la certeza de que mis trabajos representan un riesgo físico en mi persona y hacia mi familia, pero es un riesgo que se corre con la esperanza de no llegar a tocar los límites, como me sucedió a mí. Nunca pensé en cómo actuaría hasta el momento en que me tocara y así fue, mucha impotencia, más que miedo», confiesa Cardona a RT.

«El crimen organizado y el poder de las autoridades, todos somos los mismos»

Según detalla el periodista, lo que sus secuestradores querían saber eran sus fuentes de información, pero asegura que no delató ninguna. Durante varias horas, al periodista le golpearon y torturaron. «No se identificaron claramente. Sí mencionaron ser del crimen organizado y pertenecer a una misma fuerza con el poder de las autoridades. Todos somos los mismos, dijeron», recuerda Cardona.

Finalmente, le dejaron gravemente herido al borde de una carretera con la cabeza tapada con cinta canela y boca abajo. «Aún ignoro el motivo de haberme dejado vivo, quizá imaginaron que iba a silenciarme», comenta ante RT. Los secuestradores acompañaron su ‘acto de buena voluntad’ con una advertencia muy clara: que no denunciara lo sucedido ante las autoridades ya que, en caso contrario, matarían no solo a Cardona sino a toda su familia.

«Llegó la Policía ministerial con órdenes del gobernador de escoltarme hasta mi casa y después de tres días me comunicaron que ‘ya no había problema’, que me quitaban la seguridad en casa y los escoltas, porque ya todo estaba calmado y necesitaban a los agentes para continuar en la lucha contra el crimen en Ciudad Juárez que en esos tiempos imperaba», evoca el periodista.

Es entonces cuando empieza la parte más dura. Cardona toma la decisión de irse de la urbe «para cumplir con la palabra y así evitar que les hicieran algún daño» a sus íntimos. En un primer momento, el diario, que siguió publicándose sin dificultad alguna, le prometió ayuda. El periodista se muda en ese momento a la capital, dejando su familia en Ciudad Juárez.

«Es fácil matar a un periodista en México. Son solo estadísticas de las ONG»

«La empresa dijo que me cambiarían de adscripción y ciudad, sin embargo me abandonó. El director ya no quiso recibir llamadas. Acudí a la Ciudad de México a la cadena para la que trabajaba, y la directora de información no quiso recibirme», recuerda Cardona.

Al principio, tuvo apoyo financiero de organizaciones de defensa de derechos humanos, pero este acabó rápidamente. «Después de un mes me dijeron que buscara un trabajo y continuara mi vida, ya sin apoyo, pero sí sirviendo de estadística a las ONGs, para que sigan pidiendo recursos que solo usan en libros de protocolos de seguridad y estadísticas que presentan cada año en fiestas fastuosas y cenas con notables, mientras los desplazados seguimos comiendo tacos en el metro», detalla Cardona.

«Cada día es más fácil matar a un periodista en México. Siguen muriendo compañeros, pasan esto que yo pasé, son descuartizados, baleados, decapitados y nadie hace nada. Solo somos estadísticas de las ONG», insiste, indignado, el periodista.

«El mecanismo de protección a los periodistas no funciona»

Su exilio en la Ciudad de México, donde permanece hasta hoy, no le ha resultado nada fácil. Su familia sigue con su vida en Ciudad Juárez y ve a su esposa solo de vez en cuando, durante las vacaciones, y siempre en territorio ‘neutral’. Cardona cree imposible regresar a casa, ya que «la amenaza continúa». Da el ejemplo de un compañero que lo hizo, y fue asesinado medio año después.

Encontrar trabajo le exigió un tremendo esfuerzo. No solo le ‘delató’ su empresa, sino que ningún diario local quiso contratarle. Finalmente, logró interesar a varios medios en EE.UU. y España por sus reportajes de investigación sobre el narcotráfico. A lo largo de su trayectoria, llegó a recibir varias becas y el premio Hellam-Hammet de Human Rights Watch por la lucha por la libertad de expresión.

Sin embargo, esto no mejoró mucho sus perspectivas de empleo en México. Finalmente, varios compañeros en la misma situación y él optaron por autoemplearse. Lograron fundar diario19.com y mantenerlo a flote gracias a donaciones y publicidad. «El mecanismo de protección a los periodistas no funciona», concluye Cardona.

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