El impulso, movilización y organización de las mujeres fueron un aspecto central en el gobierno de la Unidad Popular encabezado por Salvador Allende. Apoyándose en la larga trayectoria de organización y maduración política de las mayorías trabajadoras en las décadas anteriores, y en las políticas de participación popular que se abrieron paso durante el gobierno previo de Eduardo Frei Montalva, el proyecto del gobierno de la Unidad Popular tuvo a las mujeres como protagonistas del proceso de cambio en el país.
Se desarrolló un intenso apoyo y transformación de los miles de Centros de Madres ya existentes, siendo coordinados e impulsados por la Secretaría de la Mujer, y por el Consejo Nacional de Desarrollo Social. Se organizaron a partir de estos centros, agrupaciones, uniones comunales, y federaciones provinciales de centros de madres.
Junto con ello, fueron referentes centrales en la coalición de la UP y el gobierno, entre otras, Carmen Lazo, Julieta Campusano, Laura Allende, Gladys Marín, María Elena Carrera, Mireya Baltra, o Carmen Gloria Aguayo, entre tantas otras.
Se impulsaron políticas sociales como el fortalecimiento de los sindicatos de trabajadoras de casa particular, la ampliación del fuero maternal, la extensión del permiso pre y posnatal de 45 a 90 días, la implementación de jardines infantiles.
En el terreno de la disputa política de los mil días del gobierno, las fuerzas opositoras desplegaron una ardua ofensiva en la opinión pública y el enfrentamiento con las políticas de gobierno, siendo las temáticas asociadas a las mujeres o dirigidas hacia ellas, parte fundamental de su estrategia de desestabilización: el desabastecimiento provocado por el acaparamiento, el mercado negro y el boicot económico, les permitieron movilizar apoyos en parte importante de las mujeres, con movilizaciones de “cacerolas vacías” y otras formas de protesta contra el gobierno.
Pero también, el apoyo y militancia de las mujeres en la Unidad Popular aumentó considerablemente en los tres años, tanto a nivel electoral, como en movilizaciones callejeras y protagonismo en las organizaciones y movimientos populares, y en la puesta en marcha de políticas que lograron considerables logros en el corto período del gobierno.
En un contexto de continuidad de los roles tradicionales y estereotipos y prácticas de desigualdad, la experiencia de la Unidad Popular es también una referencia histórica en la trayectoria de búsquedas, organización y luchas de las mujeres, de la igualdad de género y una emancipación social con protagonismo femenino.
En esta nota abordaremos algunas dimensiones de los pasos y luchas de las mujeres durante los mil cuarenta y siete días del gobierno de la Unidad Popular.
Las mujeres en el programa y proyecto de la Unidad Popular
El gobierno de Salvador Allende y la UP se sitúa en un camino de luchas y de maduración política popular en prácticamente todos los planos, cuestión que incluye al campo de los avances y conquistas de las mujeres y en en una transición cultural hacia formas más igualitarias y emancipadas entre los géneros. Con todo, mirado con perspectiva, se trataba de una transición o camino donde el movimiento popular chileno fue vanguardista en muchos sentidos.
En el Programa de la Unidad Popular en 1969 se afirmaba categóricamente: “se eliminará toda discriminación entre el hombre y la mujer o por edad en materia de sueldos y salarios”. Con todo, esta voluntad de cambio convivía con una permanencia de estereotipos, prácticas e idearios tradicionales, como ocurre en este tema, con el énfasis en las categorías y roles de la mujer madre y cuidadora de la familia, cuestión que se expresaba con mucha presencia en el programa de gobierno.
De todos modos, aunque en el programa se aborda muy en detalle las mujeres en cuanto “dueñas de casa” y trabajadoras (campesinas, empleadas de casa particular), su participación en el proceso fue protagónica en todos los ámbitos: políticos, sociales, económicos y culturales.
Algunos elementos a considerar. Al momento de iniciarse el gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular, en Chile habían unos 10 mil centros de madres, totalizando alrededor de 500 mil mujeres participantes en ellos, siendo por entonces principal espacio de organización femenina. El gobierno envió un proyecto de ley para fortalecer estos centros de organización social, dándoles la posibilidad de conversión en también talleres artesanales en distintos rubros, con financiamiento de créditos preferentes en el Banco del Estado, y con un fondo especial en el presupuesto, además de dar la posibilidad de que las Agrupaciones de Centros de Madres efectuaran imposiciones previsionales a favor de sus integrantes. Se trataba de una superación del centro de madre anclado en la cultura tradicional y la impronta puesta por el anterior gobierno del Partido Demócrata Cristiano. Partes esenciales de esta iniciativa fue bloqueada por la mayoría opositora en el Congreso, pero, con todo, otras partes sí lograron abrirse paso.
De todos modos, la mujer apareció como actoría colectiva fundamental para el impulso y la concreción del programa, en especial en áreas cruciales del proyecto de gobierno: Alimentación y Salud. Un muy abundante esfuerzo de información y difusión en estas áreas iba directamente dirigido hacia las mujeres, y los referentes, dirigencias y militancias femeninas estaban precisamente involucradas en ellas.
Las mujeres dirigentas en la primera línea de la Unidad Popular
Además de la militancia de mujeres en las distintas organizaciones políticas de izquierdas, Importantes roles cumplieron mujeres en la primera línea del gobierno. Las parlamentarias Carmen Lazo, Laura Allende, Julieta Campusano, la ministra del Trabajo Mireya Baltra, la cabeza de la Secretaría de la Mujer y del inconcluso Ministerio de la Familia, Carmen Gloria Aguayo, o Beatriz Allende que siendo del Partido Socialista mantenía contacto continuo con el MIR, entre tantas otras, cumplieron cruciales funciones e impulsaron las políticas delineadas en el programa.
Un ejemplo: la diputada Carmen Lazo Carrera fue impulsora central de la ley referida a las “trabajadoras de casa particular”, trabajo que desempeñaban, se calcula, de unas 700 mil mujeres, una cifra enorme para la población del país, en 1970, unos 9.8 millones de habitantes, 4.9 millones de mujeres.
También, Mireya Baltra Moreno , dirigenta sindical surgida del Sindicato de Suplementeros y miembro de la dirección de la Central Única de Trabajadores, CUT, quien fuera la primera ministra del Trabajo mujer en Chile y en América Latina. Estuvo en ese cargo hasta noviembre de 1972, para unirse al esfuerzo electoral de las parlamentarias de marzo de 1973, donde fue electa. Desde su paso por el ministerio y su rol como dirigenta sindical y política, impulsó la ampliación del fuero maternal, la extensión del pre y postnatal de 45 a 90 días, la habilitación de jardínes infantiles y otras políticas sociales de alta incidencia social.
La Secretaría Nacional de la Mujer ante el bloqueo del Ministerio de la Familia, y las políticas desde y para las mujeres
Dado que el Ministerio de la Familia no pudo concretarse por la oposición en el Congreso, se creó por decreto presidencial la Secretaría Nacional de la Mujer en septiembre de 1972, instancia que fue dirigida por la militante socialista Marta Melo, e instalada en la torre del referencial edificio UNCTAD III (hoy Centro Gabriela Mistral), desde donde se empujó la implementación de algunas de las medidas del programa .
Se impulsó la sindicalización de las hasta entonces llamadas “empleadas domésticas”, que pasaron a denominarse como trabajadoras o Empleadas de Casa Particular, mediante un proyecto de ley presentado por la diputada Carmen Lazo en 1970 que incluía la limitación del horario de trabajo a 8 horas diarias, el derecho en caso de despido al salario de un mes por año de servicio, y el deber de los patrones de imponer al Servicio de Seguro Social un 2% de los salarios de las empleadas de casa particular, con el fin de construir escuelas hogares de perfeccionamiento de profesiones propias del gremio, entre otras medidas.
También se impulsaron políticas orientadas específicamente a aumentar la participación de la mujer en el mercado del trabajo, mediante la capacitación de las mujeres en profesiones como doctoras, dentistas, enfermeras y profesoras.
Entre otras materias, el programa de gobierno de la UP había contemplado mejorar la condición de las mujeres otorgándoles plena capacidad civil a las casadas; divorcio con disolución de vínculo que les diera garantías a ellas y a sus hijos, e igualdad jurídica para todos los hijos nacidos fuera o dentro del matrimonio.
En cuanto a las políticas de salud sexual reproductiva, por primera vez se abordó la sexualidad no necesariamente asociada al matrimonio y la reproducción.
Espacios de organización: Centros de Madres, Comités de Salud, las Juntas de Abastecimiento y Precios
En 1971, la fundación “CEMA Chile” (creada en 1957 en gobierno de Carlos Ibáñez del Campo a cargo de la “primera dama”) pasó a ser la Coordinadora de Centros de Madres, COCEMA. Esta función le correspondió a Hortensia Bussi, un rol para nada menos, habiendo más de 10 mil centros de madres. Durante el período del gobierno popular, las cantidades de centros de madres e integrantes de ellos se duplicó a 20 mil, y 1 millón de mujeres.
Entre las funciones previstas por el programa de la UP, se trataba de imprimir un perfil distinto a estos espacios, incorporando a la familia a la construcción y “consolidación de una nueva sociedad”, a partir de las cuestiones más cotidianas y concretas: provisión de infraestructura y servicios como lavanderías populares, guarderías infantiles, venta de productos. Todo esto tenía un sentido de incorporación de la mujer a la producción y a los esfuerzos del proyecto de gobierno en su conjunto.
Junto con ello, las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios (JAP) contaron con un notorio protagonismo femenino “en la base”, siendo pilares en todo lo referido a la política de alimentación desplegada por el gobierno desde el día 1, y que tuvo que lidiar con un boicot y asedio permanente y creciente.
En salud, muy vinculada e inserta en la política social y de participación popular, fue masiva su incorporación en las brigadas y comités paritarios, siendo parte activa en las campañas sanitarias, de vacunación y la referencial entrega del medio litro de leche para las niñas, niños y mujeres embarazadas. En otras de las políticas de salud desplegadas por el gobierno, les correspondía ser permanentes usuarias de los programas de salud materno infantil, de educación en puericultura, y las campañas preventivas de diversas enfermedades, tanto las generales como las referidas a la mujer, entre ellas el cáncer cérvico uterino.
Se aprecia en estos planes y medidas, cómo las politicas sociales orientadas a mejorar la calidad de vida de las clases trabajadoras dependió en buena medida de las mujeres. Las mujeres pobladoras fueron capacitadas y capacitaron a sus pares en anticoncepción, control de salud materno-infantil, y cuidados (preparación de leches, nutrición, higiene), así como en la lucha contra el alcoholismo. Todo esto produjo una notoria mejoría en las cifras indicadoras de problemas de alta presencia en el país de entonces, como la mortalidad infantil y diversas enfermedades infantiles.
La disputa del espacio público y las movilizaciones de las mujeres de la Unidad Popular
Como es sabido, la oposición desplegó un intenso esfuerzo por captar el apoyo de las mujeres y ponerlas en contra del gobierno encabezado por Salvador Allende. El boicot y asedio creciente hacia el gobierno y sus políticas se manifestó en problemas cotidianos como el desabastecimiento, y con ello, surge en diciembre de 1971 el símbolo de las marchas de “cacerolas vacías” que sirvió para expresar el descontento social opositor y unirlo con un símbolo de la cotidianeidad de las mujeres. De allí surgen espacios de organización política opositora como “Poder Femenino”, que tuvo una amplia presencia y difusión en los medios de comunicación opositores.
Con todo, la adhesión activa y la militancia femenina fue creciendo en el transcurso del gobierno de la UP, como muestran las cifras electorales y las masivas concentraciones de mujeres durante los mil días y también en los últimos meses. Si bien en las Elecciones Presidenciales de septiembre de 1970 la diferencia entre la votación de hombres y de mujeres fue sustantiva (Allende obtuvo un 31% en mujeres y un 42% en hombres), en las Elecciones Parlamentarias de marzo de 1973 la votación femenina hacia las candidaturas de la Unidad Popular creció hasta llegar a un 39%, un significativo aumento, conseguido a pesar del complejo escenario de tensión, sabotajes, y enfrentamiento político.
En una de estas últimas concentraciones masivas de mujeres de la Unidad Popular, en junio de 1973, en la Alameda, se estrenó la mundialmente famosa canción de Quilapayún, “El Pueblo Unido Jamás Será Vencido”.
Otra de las referenciales concentraciones fue la realizada en el Estadio Santa Laura en Santiago, el 27 de febrero, a 4 días de las elecciones parlamentarias. En estas, la Unidad Popular aumentó su caudal de votación parlamentaria y de presencia en el Congreso, situándose por encima del 40%, la meta a conseguir para las organizaciones y militancia de la UP. En estas elecciones, además, subieron a 14 las diputadas mujeres, siendo 10 de ellas militantes de partidos de la Unidad Popular: Silvia Victoria Araya González de «Acción Popular Independiente»; Vilma Rojas Alfaro, Amanda Altamirano Guerrero , Gladys Marín Millié, Eliana Araníbar Figueroa, Mireya Baltra Moreno, Silvia Costa Espinoza del Partido Comunista; Fidelma Allende Miranda, Carmen Lazo Carrera, Laura Allende Gossens, del Partido Socialista. Además de ellas, fueron electas 3 mujeres del Partido Demócrata Cristiano (Wilna Saavedra Cortés, Blanca Retamal Contreras, Juana Dip Muhana), y 1 del Partido Nacional (Silvia Pinto Torres).
Mientras tanto, en el Senado, las dos senadoras electas eran de la Unidad Popular: Julieta Campusano del Partido Comunista, y María Elena Carrera Villavicencio, del Partido Socialista.
Compartimos la nota y transcripción del diario “Noticias de la Última Hora” de aquel evento:
Lección de combatividad y organización femenina.
Las mujeres dieron una lección de organización y combatividad que dolerá por mucho tiempo a los reaccionarios. Movilizaron a sus compañeras, encontraron con quien dejar las guaguas o simplemente se las llevaron, pusieron un bolso en el hombro, un chiquito en cada mano y rumbo al Santa Laura. Para llenarlo totalmente. Y por varias horas escucharon, ordenadamente, a sus candidatos, exigiendo una disciplina como la que, en general, mantienen en sus casas, todo a la hora determinada, nada de atrasos o confusiones.
Cada regional en su lugar, cada comuna de Santiago en un sitio determinado, aunque el Santa Laura haya quedado chico para todas las compañeras que comparecieron. Y las protestas por falta de espacio fueron inmediatas: “si sabían que éramos tantas, por qué no lo hicieron en el Estadio Nacional”. El espectáculo reafirmó el carácter festivo de la concentración. Los miles de mujeres, reunidas para reafirmar su decisión de llevar adelante el proceso revolucionario chileno, cantaron y acompañaron al conjunto Inti Illimani, al Quilapayún, Columna 22 y otros.
La escenificación de la historia de Chile fue escuchada con una atención y una disciplina que sorprendió a las propias compañeras presentes, la lucha anticolonialista, la muerte de Balmaceda, el primero de mayo, emocionó a centenares de ellas, que pudieron ver cuántos miles de trabajadores ya fueron sacrificados luchando por un futuro socialista o para recuperar para Chile sus riquezas, y cómo la clase explotadora no vaciló en asesinar a la clase obrera para mantener sus privilegios.
LA MOVILIZACIÓN
Las mujeres de Santiago y de las zonas próximas fueron al Santa Laura en 300 micros ofrecidas por pequeños empresarios de izquierda, propietarios de una única máquina, y por lo tanto trabajadores que apoyan el proceso revolucionario chileno. La movilización fue gratuita y organizada por comuna, con ayuda de los centros de madres y de las moradoras. Con la facilidad de locomoción muchas compañeras llevaron sus guaguas, las mamaderas, pañales, sandwich para las niñas más viejas y con todos esos pertrechos se instalaron en el estadio a escuchar los candidatos. Un Centro de Madres prefirió organizar en conjunto la alimentación de los niños: 12 madres, todas con sus guaguas y llevando puesta la banda del Partido Socialista, fueron una de las atracciones del regional centro.
Lo que más se destacaba era el carácter proletario de la concentración. Las mujeres presentes eran mujeres trabajadoras, mujeres de las poblaciones, compañeras de los obreros que cuidan de los niños, lavan su ropa, hacen colas para conseguirse alimentación, y muchas veces ayudan al marido a completar el presupuesto de la familia. Mujeres sin maquillaje, capaces de andar kilómetros a pie, de estar horas con los chiquillos en los brazos y capaces de conducir, de organizar, de imponer el orden. Eran las mismas compañeras las que determinaron de qué manera se debe disponer la gente para que todas pudieran asistir sin problemas al espectáculo y además, organizaron la entrada para que se diera disciplinadamente. Por eso no había correrías, accidentes o problemas con los niños.
SAN ANTONIO
Desde San Antonio llegaron mediante micros arrendadas por las mujeres para que pudieran venir todas, pero no lograron estar a las cinco y media en el Santa Laura, porque el gobernador de San Antonio, demócratacristiano, no autorizó la salida de las micros hasta después de las 4 de la tarde. Por eso, cuando llegaron, las compañeras ya no encontraron su lugar pues el estadio estaba totalmente copado. La protesta no se hizo esperar. “Las compañeras debían saber que vendríamos de todas maneras, pasara lo que pasara, porque lo habíamos dicho. Ahora, si el estadio estaba lleno, aunque hubiéramos llegado temprano otras compañeras no iban a tener sitio, por lo tanto debían haberlo hecho en un estadio más grande. ¿O es que no saben cuántas somos?¿O es que no creen en la presencia de las mujeres?”.
ÚLTIMA HORA
Las compañeras del diario Última Hora tuvieron que pedir refuerzos para conducir a todas las esposas de los trabajadores del diario. Decenas de mujeres con otras compañeras -amigas, parientes- se reunieron desde temprano en la puerta del diario para comparecer organizadamente al estadio. Además, tuvieron que conducir en el vehículo, a muchas otras compañeras que trataban de llegar por sus propios medios al estadio.
LAS CONDES
El Centro de Madres Ho Chi Minh de la comuna de Las Condes, despertó la admiración de las demás compañeras. Primero por el nombre elegido para el centro, lo que demuestra que las mujeres de esa comuna, pobladoras, entienden perfectamente cómo el papel de la mujer va mucho más allá que el papel de esposa y madre, es también el de ser revolucionaria y combatir por el socialismo. “Por eso – explicó una de las componentes del Centro- no quisimos darle un nombre de alguien que se haya destacado por el hecho de ser madre o esposa. No es que ese papel no sea importante, pero queríamos algo más. Pensamos que Ho Chi Minh hizo más por las mujeres que muchas compañeras, por eso elegimos ese nombre”.
El Centro de Madres Ho Chi Minh aparecía por los estandartes que portaban. También estaban el Centro de Madres de la Población Santa Olga de la Villa Santa Carolina, de la Población Roosevelt y otros. Las compañeras no hicieron por menos: comparecieron en masa desmintiendo la propaganda derechista de que la mujer está contra el Gobierno.
Provocaciones no lograron frenar el Santa Laurazo
Los momios, como siempre, se dedicaron a provocar a las mujeres que se dirigían al estadio Santa Laura, a la concentración de las mujeres socialistas.
En avenida Independencia, un grupo de democratacristianos provocaba a las mujeres lanzándoles toda suerte de epítetos. No es necesario decir que fueron debidamente contestados por las compañeras. Lo mismo sucedió en avenida recoleta con Santos Dumont, donde “jovencitos” democratacristianos se pusieron en la esquina a hostilizar a los vehículos que conducían a las mujeres de la sexta comuna. Pero las compañeras no han necesitado de matones con cascos y escudos, para defenderse. La mujer trabajadora sabe cuidarse sola, y los jóvenes tuvieron que volver a la secretaría de su partido que está en Recoleta.
Videos recomendados:
Notas en la web sugeridas:
Los Centros de Madres en Chile (1930-1989), Memoria Chilena.
50 Años del Triunfo de la U.P.: Yo Mujer, Nataly González Díaz, Página 16.
La memoria de Allende y la lucha por los Derechos de la Mujer, por Enrique Villanueva Molina, PiensaChile.
Palabras al hacer entrega de la torre ex-UNCTAD a la Secretaría de la Mujer, Salvador Allende, 18 de octubre de 1972.
Bibliografía recomendada:
Sandra Palacios Contreras “Mujeres en la Unidad Popular: caminos de liberación”, en La vía chilena al socialismo: 50 años después, Tomo II. Memoria, compilado por Robert Austin Henry. CLACSO, 2020.
Francisca Rodríguez Huerta, “Evocando la Historia”, Mafalda Galdames Castro, “Mis memorias”, Carmen Gloria Aguayo “El Ministerio que no fue”, Alicia Muñoz Toledo “Memorias de una mujer campesina”, Yolanda Álvarez “Desde La Victoria a la victoria. Memoria de una militante pobladora”, Militza Meneses López “Sobre sueños, esperanza y rebeldía de la mujer pobladora y trabajadora en la Unidad Popular”, todas en La vía chilena al socialismo: 50 años después, Tomo I, Historia, compilado por Robert Austin Henry. CLACSO, 2020.
Las mujeres en la izquierda chilena durante la Unidad Popular y la dictadura militar (1970-1990), Javier Maravall Yáguez, Tesis doctoral en Historia Contemporánea, Universidad Autónoma de Madrid (UAM), 2012.
«El cuerpo nuestro de cada día»: El pueblo como experiencia emancipatoria en tiempos de la Unidad Popular, María Angélica Illanes O., en «Cuando hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular», editado por Julio Pinto Vallejos, Lom Ediciones, 2005.
Capítulo VI. La Revolución desde abajo. 5. Las mujeres en la Unidad Popular, en «La Unidad Popular y la Revolución en Chile», Mario Garcés, Lom Ediciones, 2020.
“Tati Allende. Una revolucionaria olvidada”, Marco Álvarez Vergara, Pehuén Editores, 2017.
“Carmen Lazo. Memorias de una pasión política”, Carmen Lazo y Eliana Cea, Planeta, 2005.
“Mireya Baltra. Del quiosco al Ministerio del Trabajo”. Mireya Baltra Moreno, Lom Ediciones, 2014.