Por Guadalupe Grajales
Ayer acudí a la Casa Amarilla para solicitar que se escanearan las lecturas de mis cursos. Los libros están en la Biblioteca del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, pero nadie sabe si pueden hacer uso de estos servicios las y los alumnos del posgrado.
El lunes tres de enero, primer día de labores en la universidad, nos pidieron a los docentes que respondiéramos, al día siguiente a más tardar, si deseábamos dictar nuestros cursos de manera virtual, presencial o híbrida. Yo opté por el sistema híbrido, pero hasta el momento la administración del instituto no nos ha comunicado nada ni a los docentes ni a los estudiantes.
Mis alumnos me preguntaron que qué debían hacer y yo respondí que acudieran a sus representantes. Nadie sabe qué hacer ni a quién acudir. Y yo me pregunto ¿por qué estamos viviendo esta incertidumbre en la universidad? ¿por qué las autoridades no toman las decisiones más convenientes para desarrollar todas las actividades de la universidad?
No cabe duda de que estamos viviendo las consecuencias de un sistema absolutamente vertical y autoritario de conducción universitaria. Hace tanto tiempo que las autoridades personales siguen incondicionalmente “la línea” que dicta la administración central que ya se les olvidó que tienen atribuciones y obligaciones para actuar como mejor convenga a sus respectivas unidades académicas.
¿Por qué no convocan a sus consejos de unidad académica para discutir el regreso a clases en la modalidad que más convenga a la especificidad de sus necesidades y de acuerdo con los recursos tecnológicos con los que cuentan? Como “la línea” antes de salir de vacaciones era la de no tener clases presenciales, las autoridades de las unidades académicas simplemente se han sentado a esperar a ver qué decide la administración central.
No importa si los estudiantes quieren clases presenciales o si prefieren un sistema híbrido, más acorde con los vaivenes del contagio por el virus sars cov-2. Tampoco importa si el personal administrativo puede realizar sus tareas también en un sistema híbrido, pues por lo que me informaron las asistentes de los posgrados, ellas tienen que ir todos los días sus ocho horas de trabajo.
Es un hecho que la pandemia nos ha mostrado las limitaciones del trabajo a distancia, pero también sus ventajas. Creo que deberíamos tomar nota de ello y organizar el trabajo de manera que se atienda equitativamente a todos los trabajadores universitarios.
Por otra parte, si quien preside el consejo de unidad académica no lo convoca, pueden solicitar una sesión sus integrantes, nuestros representantes de estudiantes, docentes y trabajadores administrativos.
Lo mismo sucede con el consejo universitario. Apenas se reunió para nombrar al contralor de la universidad. ¿Por qué no se discutió lo relativo al regreso a clases y sus modalidades? La actual administración se sigue blindando con puras sesiones extraordinarias, cuando la legislación señala que las sesiones ordinarias serán al menos mensuales. ¿Por qué uso el término ‘blindar’? Porque en las sesiones extraordinarias no hay “Asuntos Generales”, sólo se desahoga el orden del día propuesto por quien lo convoca.
No hay forma de conducir adecuadamente a una institución si se tiene miedo a la discusión abierta de sus problemas. La comunidad sí espera propuestas por parte de los responsables de la administración, pero también espera que se la escuche para debatir, deliberar y llegar a una solución concertada de sus problemas.
Vivimos en la universidad con una administración fantasma, parapetada tras los membretes de sus cargos y tras los “comunicados” de la BUAP que nadie sabe de qué autoridad se derivan. Si a esto añadimos el aislamiento al que nos ha obligado la pandemia podemos entender la desesperación y la desesperanza que nos agobia a todos.
La mejor manera de rescatar nuestra vida en la universidad es reanimando y reafirmando nuestros lazos con estudiantes, colegas y compañeros para no olvidar que constituimos una comunidad que ha resistido y seguirá luchando por devolver a la universidad la vitalidad que la caracteriza.