El Che Guevara fue un guerrillero marxista con una ideología comunista; Borges fue un destacado intelectual con un gran amor por la literatura. A ambos los unía su origen argentino, su factor disidente en sus respectivos ámbitos y la fecha del 14 de junio.
El 14 de junio de 1928 nació Ernesto «Che» Guevara; mientras que el 14 de junio de 1986 falleció Jorge Luis Borges.
Mientras Borges se descubría así mismo viajando entre las páginas de sus libros, el Che viajaba por América Latina descubriendo el factor latinoamericano que tanto amo y defendió.
Mientras el Che se forjó como una figura icónica de la guerrilla y la revolución universal, Borges se configuró como un hito de la literatura universal. Uno inspiró a la invención de un mundo ideal, el otro es un idealista inventor de mundos.
Mientras Borges lograría mezclar géneros negro y de fantasía con nociones filosóficas y de «alta cultura»; el Che mezclaría el ideal político del marxismo, con un fervor bélico.
Uno veía por sí mismo (primero con sus ojos y luego, cuando estos se apagaban, a través de los de su esposa, María Kodama), enriqueciendo su biblioteca mental con todo tipo de plumas; el otro veía un ocaso enriquecido de un rojo socialista.
Borges llenó sus obras con chistes privados, con dosis vastas de sarcasmo, ironía e intelecto superior; el Che llenó sus ideologías con el sueño bolivariano, con un fuerte deseo de bien común.
Borges fue, desde muy niño, un ávido lector, más orgulloso de su lectura que de su escritura; el Che fue un niño impetuoso, conocido pro su rebeldía, se dice que gustaba de siempre llevar la contra.
Ambos nacieron en Argentina, ambos cambiaron al mundo con sus particulares maneras de pensar. Mientras uno murió a balazos como un mártir con apenas 39 años, el otro murió de cáncer a los 87 años.
Borges amaba Buenos Aires y el Che amaba a toda Latinoamérica; ambos veían el mundo bajo sus propias ideologías: uno con un filtro de bibliotecario, el otro con un filtro de guerrillero.
Ambos tenían un especial amor por la lectura y el ajedrez. Uno dedicó su vida al ideal de la liberación de un continente y el otro a la estrategia léxica y a la creación de intrincados laberintos edificados con palabras.
Ambos vivirían por, para y a través de sus ideas: uno provocando reflexiones incansables e inagotables, el otro provocando alzamientos e insurrecciones.
Curiosamente ambos morirían fuera de Argentina y a manos de un enemigo: uno en Bolivia, acribillado; el otro en Suiza, carcomido por el cáncer.
Este 14 de junio los recordamos por sus vidas tan diferentes entre sí y a la vez unidas por un mismo sentido de cambio.