Eduardo Rivera Pérez: ¿vendrán tiempos mejores?

¿Alguien se acuerda de aquel daño patrimonial por 12 millones de pesos que en 2017 encontró el Congreso?

Eduardo Rivera Pérez: ¿vendrán tiempos mejores?

Autor: Daniel Carpinteyro

En su cierre de campaña de la coalición “Va por Puebla”, el pasado 2 de junio, Eduardo Rivera Pérez aseguró que vendrán tiempos mejores para Puebla. Si él gana, por supuesto. Y como ya ganó, en teoría ya estamos del otro lado.

Nada malo existe en la creencia racional de un futuro promisorio; después de todo, un optimismo razonado es camino viable para evitar la retrotopía, esa desviación de la mirada que, aterrada ante un futuro agreste, prefiere voltear hacia el pasado, revestirlo con las galas de la nostalgia y hacer de él su nicho permanente, renunciando a un lugar en la locomotora de la historia.

Eduardo Rivera Pérez, unos días antes de consumar su segunda venida a la alcaldía poblana

El problema con este eslogan de los “tiempos mejores” es, en el caso que nos ocupa, su enunciación por un agente adscrito a una agenda política rezagada varias décadas, una agenda ideológica donde la repartición de hostias a los feligreses en la vía pública ha convivido con la la repartición desde alcaldía de otro tipo de hostias a los jóvenes manifestantes –por ejemplo, los de “Yo Soy 132”.

Asistimos a la explotación política de la idea de que el porvenir será mejor siempre y cuándo consumamos determinado producto o legitimemos determinado partido político con nuestro voto.

Como cualquier eslogan de cualquier partido de la presente campaña, se trata de una idea burda, de nula originalidad. Sebastián Piñera la utilizó en Chile durante su campaña: “Tiempos mejores”, prometía. Y tiempos mejores vinieron para Piñera, cuyo patrimonio de dos mil 700 millones de dólares presumido en Forbes excedía por dos mil 100 los 600 millones de dólares registrados en su declaración como funcionario chileno.

 Piñera, el salvador de casinos en plena crisis pandémica.

 Piñera, el represor de manifestantes durante el estallido social de 2019.

Piñera, el protector de las élites contra reformas fiscales posibilitadoras de la transición a la equidad chilena y, ahí sí, hacia tiempos mejores.

La gestión de Eduardo Rivera 2011-2014

“Lo mejor está por venir”, auguraba Lalo Rivera en su campaña electoral de 2011 por la alcaldía poblana.

En el evento de su toma de protesta, en febrero de 2011, a la sombra de Rafael Moreno Valle Rosas, Lalo Rivera Pérez explicó que el índice de competitividad de Puebla se encontraba en el número 46 de 96 municipios evaluados por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Este era el piso a partir del que debería impulsar la competitividad del estado.

A lo largo de su trienio como alcalde, se incorporaron asentamientos irregulares al municipio de Puebla, proveyéndoseles servicios básicos. Se revisaron los planos cartográficos de las colonias existentes con tal de definir sus límites. Se mejoró la zona norte de la ciudad de Puebla, y uno de los puntos que más presumieron fue el ahora célebre Barrio de Xanenetla, cuya rehabilitación y trazo de murales corrió a cargo de colectivos artísticos, pero más por autogestión que por iniciativa del Ayuntamiento (que, dicho sea de paso, no hizo gran cosa por los habitantes de este barrio a quienes colectivos de gente bien comida se esforzaron en embellecerles la pobreza).

Lalo realizó una rehabilitación de la Central de Abasto que costó casi 21 millones de aquellos tiempos, de los que su Ayuntamiento puso la mitad. De hecho, a pesar de que tuvo que bregar contra una gubernatura y un Congreso panista que le obstaculizaron los recursos (‘fuego amigo’, en argot militar), Rivera Pérez aprendió a ubicar mecanismos de cofinanciamiento que le permitieron sacar adelante las talachitas que fue realizando por aquí y por allá.

Construyó el horno crematorio del Panteón Municipal.

Creó la Secretaría de Medio Ambiente y Servicios Públicos del Municipio de Puebla.  

Bajo la égida de Lalo, se organizaron eventos culturales como “1531-2011: 480 años trazando la historia de Puebla”, en el Museo Amparo, que consiguió una afluencia de más de 15 mil visitantes; se publicaron documentos preservados en el Archivo Histórico sobre los hechos de Don Juan Palafox y Mendoza en el cabildo de Puebla (más o menos por la misma época en que Pedro Ángel Palou publicó “Varón de deseos”, sobre el mismo obispo); se buscaron de manera exhaustiva documentos relacionados a la Batalla del 5 de mayo de 1862 y la intervención francesa. Se organizaron festivales gastronómicos de la talla del Oktoberfest.

Sin embargo, esas cosas solo las recuerdan redactores con mucho tiempo libre y afición por leer informes de gobierno. En realidad, el grueso de la ciudadanía recuerda a Lalo por la extinción de fideicomisos públicos relativos a los mercados Miguel Hidalgo, Emiliano Zapata, Ignacio Zaragoza, Francisco I. Madero, y Héroes de Puebla, algunos de ellos ligados a la Unión Popular de Vendedores Ambulantes (UPVA), organización en constante asedio de la policía panista.

También se le recuerda por no pavimentar ni 300 calles de las mil que prometió; y a quienes ya se les había olvidado, se lo recordaron en el debate del 30 de mayo.

Sobre todo, se le recuerda por haber colaborado en obligar a un organismo público, SOAPAP, a contratar a Agua de Puebla, una compañía privada, para ejercer sus funciones. Privatización, le llaman por ahí a ese tipo de medidas. Ese es otro cadáver que dio a pie a múltiples jitomatazos a Rivera por parte de los otros contendientes a la alcaldía, borrados desde ayer del mapa del siguiente trienio.

Se le recuerda por algunos diagnósticos muy caros que se hicieron sobre necesidades de servicios en colonias, diagnósticos cuyas facturas no recibió o recibió con anomalías la Auditoría Superior del Estado, controlada por gobiernos estatales y Congresos de mayoría panista, por cierto.

Se le recuerda mucho por el daño patrimonial de 12 millones 798 mil 508 pesos que el Congreso del Estado detectó y la multa de 25 millones 597 mil 016 pesos que consideró imponerle en marzo de 2017.

Así pues, hace menos de un lustro Lalo Rivera Pérez lo estaba pasando mal.

Pero a la sociedad poblana, entre misa y misa, se le olvidaron estos entuertos y le confió otros tres años de abundancia.

Ayer por la noche, un par de horas antes de la liberación de los primeros resultados del PREP, Rivera Pérez ya se pavoneaba en el lobby del hotel Marriot, anticipando que iba a gobernar Puebla sin mirar colores políticos. Recibió el beneplácito de sus aliados y hasta el abrazo conciliador de una antigua adversaria.

Eduardo Rivera Pérez y Genoveva Huerta se funden en un abrazo de un solo brazo

Los mariachis no tardaron en aparecer y en entonar esa lamentable oda a la masculinidad tóxica del mexicano, ‘Pero sigo siendo el Rey’.

Ahora sí, vendrán tiempos mejores. Sin duda, para Rivera Pérez y compañía, lo mejor está a la vuelta de la esquina.


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