Por Alfonso Yáñez
En nuestra pasada columna hablamos de las raterías cometidas por algunos gobernadores en perjuicio de las propiedades y recursos económicos de la Benemérita Universidad, desde su fundación hasta el presente.
Ahora hablemos de lo que carece la máxima institución educativa del Estado y la región, que el próximo abril cumplirá 85 años de haber cambiado de nombre, pues como institución educativa, fundada por los jesuitas, llegará a 435 años.
Cierto, con recursos económicos y respaldo político provenientes del pueblo, la institución universitaria se ha expandido por toda la entidad y su prestigio es reconocido nacionalmente.
Pero hay asignatura pendiente: la democracia universitaria está muy lejos del propósito que durante toda su larga historia ha sostenido contra vientos y mareas.
La institución goza de estabilidad, el trabajo académico es constante y ha superado en buena parte las limitaciones y obstáculos creados por la pandemia. Se ha hecho difícil la transferencia del conocimiento y la investigación, pero junto a estas limitantes la actividad académica se ha orientado hacia una tendencia profesionalizante y tecnocrática que no prioriza la formación integral y humanística de los jóvenes universitarios.
La BUAP tiene nueva rectora, primera mujer en ocupar este cargo, y una de sus decisiones ha sido el compromiso de continuar impartiendo la asignatura o asignaturas de su especialidad, como lo hicieran durante buen tiempo de su rectorado, Luis Rivera Terrazas, Manuel Lara y Parra, Julio Glockner, Guillermo Borja Osorno, Manuel Santillana y otros distinguidos universitarios; tal conducta es loable, pero no es suficiente. Hay que fortalecer a la máxima autoridad universitaria: el Consejo Universitario, convertido por apetencias económicas de pasadas autoridades, en florero, en el mejor de los casos, cuando no en tribuna para elogios y deseos rectorales.
La BUAP camina por senderos muy delicados, la democracia y la autonomía son condiciones imprescindibles para un correcto funcionamiento de ésta. La rectora, en entrevista periodística, afirma que el lunes próximo se revisará la convocatoria para la renovación del Consejo, es deseable que opinen quienes tengan experiencia en la importancia de los acuerdos del Consejo y en el respeto a las expresiones discrepantes.
La rectora asume el poder expresando que el gobierno estatal y la institución universitaria “deben caminar juntos”, es encomiable la afirmación tomando en cuenta que la universidad no puede seguir siendo trampolín para el enriquecimiento personal, ni de personajes universitarios, ni de funcionarios públicos, ni de dirigentes de organizaciones políticas, ni de medios de comunicación impresos, radiofónicos o televisivos.
Si es consecuente con sus pronunciamientos la rectora tiene ante sí un gran reto: la elaboración del presupuesto universitario; no deben continuar los gastos cuantiosos que en el extranjero hacen o hacían con mil y un pretextos, los rectores y sus cercanos colaboradores, el turismo nacional e internacional debe terminar; las obras de reparación, erección o adquisición de inmuebles deben ser ampliamente explicadas al Consejo Universitario. Y para todo esto es necesario que los miembros del Consejo se expresen.
El gobierno federal está dando muestras del control del gasto público en —algunas ocasiones lo logra, en otras la fuerza de la mala costumbre lo impide— pero marcha en democratizar el gasto público, la opinión pública y la comunidad universitaria saben cuál es el origen de los fondos y presume el destino de estos.
Los recursos que maneja la BUAP son de origen federal, estatal y propios que deben ser auditados no por personal proclive a intereses con quien o quienes dirigen la institución. Por cierto, hay quienes sostienen que los recursos propios no deben ser auditados ¡Claro que deben ser auditados! ¡Cómo se puede disponer de más de 200 millones de pesos, de recursos propios, para un equipo de futbol!
Demasiado conocidas son las circunstancias en que ha llegado a la rectoría la doctora Lilia Cedillo, pero con todo respeto fue la mejor de los candidatos presentados, sólo que la sospecha de una posible dependencia con personajes del gobierno universitario anterior obligan a repensar en la necesidad de superar una legalidad anacrónica, desvinculada de una corriente renovadora nacida del examen razonado y sereno que lleve a las reformas del Estatuto y la Ley Universitaria. La renovación, la democracia y la defensa de la autonomía universitaria son grandes retos que con abnegación y entereza lo puede hacer quien tiene los valores morales e intelectuales de Cedillo.
Y frente a la cohorte que todo rector tiene, en este caso rectora, es necesario recordar que quien ocupa puestos de poder es asediado por falsas amistades, sin moral, ni convicciones. Los intereses son muchos, dentro y fuera de la BUAP.