Escritores compitieron por medallas olímpicas en París 1924

El concurso, celebrado en el Grand Palais, destacó por su alta calidad y la fama de sus participantes

Escritores compitieron por medallas olímpicas en París 1924

Autor: Lizzette Vela

En los Juegos Olímpicos de París de 1924, una disciplina insólita hizo su debut: la literatura. El barón Pierre de Coubertin, creador de los Juegos Olímpicos modernos, introdujo una categoría literaria, considerando que el arte de escribir debía tener el mismo reconocimiento otorgando medallas como en el atletismo o la natación.

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Treinta y dos escritores participaron en esta competencia, luchando por medallas en oro, plata y bronce con obras inspiradas en el ideal deportivo.

El jurado que evaluó las obras incluía personalidades de renombre, como Maurice Maeterlinck, premio Nobel y halterófilo aficionado, y Paul Valéry, un poeta cuya sensibilidad se reflejaba en su vida personal. También estaban Vicente Blasco Ibáñez, exiliado por sus ideas republicanas, y Gabriele d’Annunzio, un poeta y nacionalista italiano. Entre las juezas se encontraban figuras como Selma Lagerlöf, la primera mujer en recibir el Nobel de Literatura, y Edith Wharton, una novelista estadounidense destacada.

El concurso, celebrado en el Grand Palais, destacó por su alta calidad y la fama de sus participantes. Las obras competidoras reflejaban temas como el ideal olímpico y la gloria del deporte. Entre los títulos presentados figuraban «Hacia el Dios de Olimpia» y «Odas olímpicas«.

El poeta francés Géo-Charles, conocido por su poesía teatral, ganó el oro con su obra «Jeux olympiques«. A pesar de su victoria, Géo-Charles se mostró descontento con el hecho de recibir la medalla por correo y la devolvió, exigiendo una ceremonia oficial que finalmente se organizó.

La competencia también otorgó medallas de plata a Dorothy Margaret Stuart y Josef Petersen, y bronces a Charles Anthoine Gonnet y Oliver St. John Gogarty. Sin embargo, la historia de Géo-Charles no terminó con la gloria olímpica. Cuatro años después, renegó del espíritu olímpico y asistió a las Spartakiadas en Moscú, cuestionando la autenticidad del ideal olímpico y su promesa de paz universal.

El ensayo de Louis Chevaillier, «Les Jeux Olympiques de littérature», revivió esta singular competencia, mostrando la fascinación por el cruce entre el deporte y la literatura en la época. La historia revela cómo el deporte y la literatura se entrelazaron en un evento único que, aunque breve, dejó una marca en la historia olímpica.

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Foto: Redes

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