Familiares recuerdan a Ximena, Koty y Javi, “ángeles” asesinados en Huejotzingo

A dos años del asesinato de los jóvenes, Ximena, José Antonio y Francisco Javier son recordados como grandes personas, por ello piden a las autoridades que el caso no quede impune

Familiares recuerdan a Ximena, Koty y Javi, “ángeles” asesinados en Huejotzingo

Autor: Jesús Arróniz

Ximena Quijano Hernández, José Antonio Parada Cerpa y Francisco Javier Tirado Márquez fueron tres jóvenes estudiantes de Medicina a quienes la inseguridad en el estado de Puebla les mató sus sueños la madrugada del 24 de febrero de 2020. A pesar del tiempo, sus familias aún recuerdan con amor a los “ángeles” que fallecieron en Huejotzingo, Puebla.

El domingo 23 de febrero de 2020, Ximena y José Antonio, jóvenes colombianos que estaban de intercambio en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), acompañados de Francisco Javier, estudiante de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), asistieron al tradicional carnaval de Huejotzingo, municipio ubicado a 39 kilómetros de la capital poblana.

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Tras el fin de su visita, solicitaron un servicio de Uber para dirigirse de regreso a la ciudad de Puebla. Sin embargo, el viaje no llegó a su destino, los tres estudiantes fueron asesinados, junto al conductor de aquella plataforma, Josué Emanuel Vital Castillo, en Santa Ana Xalmimilulco, junta auxiliar perteneciente al municipio de Huejotzingo.

A dos años de su partida, las familias de Ximena, José Antonio y Francisco Javier, los siguen recordando con gran amor, rememorándolos como unos “ángeles”, porque en vida fueron “grandes personas”, asimismo piden a las autoridades mexicanas que el caso no quede impune y haya justicia para ellos.

Sueños compartidos

Los tres jóvenes compartían, entre muchas otras cosas, una gran amistad que se forjó en diciembre de 2018, cuando Francisco Javier viajó como estudiante de intercambio a Colombia, a pesar de regresar a México, y los dos mil 972 kilómetros de distancia entre sus ciudades natales, la amistad no se extinguió.

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También los unía la ilusión de concluir satisfactoriamente su carrera universitaria. Los tres partieron de su lugar de origen con la promesa de volver pronto a casa con un el título de médicos.

Ahora, a decir de Cristina Márquez, madre de Francisco Javier, los tres “cuidan de sus pacientes en el cielo”.

Una hermana sin su “sorella”

Cuando tenía 10 años, Ximena Quijano Hernández fue diagnosticada con leucemia, posterior a una serie de tratamientos médicos, un año después fue dada de alta, lo que la convenció de querer estudiar Medicina para ayudar a curar a las personas enfermas. Tiempo después ingresó a la Universidad Unisánitas de Bogotá.

En 2019, Xime empacó ropa, libros, pero en especial sus ilusiones para viajar a México como estudiante de intercambio en la UPAEP, donde conocería gente, nuevos lugares, una cultura diferente a la suya que la llevaría a vivir nuevas aventuras y experiencias.

Tenía 25 años y el sueño de concluir sus estudios para después regresar a México para estudiar la especialidad en Ginecología; sin embargo, su historia terminaría tres meses antes de graduarse.

Pero no murió del todo, Xime sigue viva en la memoria y en los corazones de las personas que la conocieron, sus compañeros y amigos que convivieron con ella en México y en Colombia.

Sigue presente cada día en los recuerdos de Jorge Enrique Quijano Palacios, su padre; de Sonia Hernández Barreto, su madre; también en la mente de Valentina, su hermana, con quien era muy unida, al grado de tatuarse en el brazo, la palabra «sorella», que en italiano significa hermana.

Sin embargo, Xime no volverá con su «sorella», por ello la menor de la familia Quijano Hernández, al igual que sus padres, han buscado ayuda psicológica para superar su duelo, pues “lo único que quiere Valentina es volver a ver a su hermana”.

Mientras que, para Jorge Quijano, los últimos meses sin su hija han sido “muy duros”, puesto que los primeros días no lloró la muerte de Xime. Pero ahora, los dos años de su partida le están pasando factura. Crecen en su corazón la impotencia y el dolor porque se la “quitarán así”.

“Es la hora que todavía no lo acepto, hemos hecho muchos trabajos emocionalmente, espiritualmente, pero hay cosas que todavía me cuestiono, pero la verdad es que es muy difícil de aceptar esa cruda realidad, aceptar que ya no está”, mencionó Jorge Quijano con lágrimas en los ojos.

Por otra parte, Sonia Hernández aún recuerda con profundo agradecimiento, las muestras de cariño y la solidaridad mostrada por la comunidad universitaria poblana.

“Hubo mucha unión de los estudiantes, es gratificante saber que les dieron mucho cariño a nuestros hijos, por el motivo que fuera, cuando llegamos a México nos encontramos con todo ese amor que nos ayudó a sobrellevar todo ese viacrucis que vivimos”, mencionó Sonia.

Muestras de cariño

“Koty”, como llamaban cariñosamente al hijo mayor de la familia Parada Cerpa, de nombre José Antonio, como su padre y su abuelo, fue criado por sus abuelos y sus tías, pues cuando nació, sus padres estaban concluyendo sus estudios universitarios en Medicina.

Tal vez por eso, Koty desde muy niño quiso dedicarse a la misma profesión. Fue un estudiante destacado y e ingresó sin inconvenientes a la Universidad Unisánitas de Bogotá, obteniendo buenas calificaciones que le hicieron merecedor de viajar en 2019 como parte de un programa de intercambio con la UPAEP.

A sus 22 años, era un joven “rumbero”, es decir, que le gustaba la fiesta, pero nunca se metió en ningún problema, porque, además de ser extrovertido, era responsable, amable y se preocupaba por los demás, lo que le ayudaba a hacer amigos con facilidad.

Era “hincha” del club de futbol Millonarios, equipo de su natal Bogotá: “la mayor pasión en la vida”. Durante su estancia en Puebla pudo mantener vivo su amor por los Millonarios en el estadio Cuauhtémoc, ya que, en ese entonces, el Puebla FC tenía como portero a Nicolás Vikonis, quien había jugado en el club colombiano.

Su madre, Angélica Cerpa Bernal, recordó que ella y su esposo, José Antonio Parada Fonseca, siempre hicieron lo posible por “darle lo mejor que podían” a Koty, una buena educación, buenos valores y principios.

Hasta el día de hoy, es recordado por su familia como “un buen hijo, un buen nieto, un buen sobrino, un buen primo, una gran persona”.

El veracruzano más colombiano

Desde la partida de Francisco Javier Tirado Márquez, en la que alguna vez fue su hogar en Xalapa, Veracruz, sus hermanas siguen escuchando vallenatos, género musical originario de Colombia.

“Mi hijo se enamoró de Colombia, él se sentía colombiano”, refirió Cristina Márquez, madre de Javi, al recordar el amor que tenía su hijo por el país sudamericano al que viajó como estudiante de intercambio en diciembre de 2018.

A sus 22 años, Javi estudiaba Medicina en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), quería especializarse en Pediatría para curar a niños enfermos, pero su mayor ilusión era titularse y regresar a Colombia para trabajar con sus amigos. Incluso soñaba con abrir un restaurante de comida mexicana.

“Su meta era terminar sus estudios y regresar a Colombia, pensaba trabajar en Colombia, él estaba muy emocionado, porque él decía que quería poner un restaurante de comida mexicana allá en Colombia, decía iban a ser un éxito sus tacos y sus salsas”, mencionó Cristina Márquez.

Pero el sueño se cortó de tajo, y ahora, aquel joven noble ahora es “un ángel que cuida a los que lo necesitan en el cielo”, contó su madre.

Hambrientos de justicia

Cristina Márquez, madre de Javi, recordó que hace dos años viajó desde Xalapa, Veracruz, a la ciudad de Puebla, para llegar a la Fiscalía General del Estado, donde sólo le dijeron que “había pasado un accidente” con su hijo.

“Al inicio a mí no me dijeron nada, sólo que había pasado un accidente con Javi, yo no supe nada hasta llegar a Puebla. Ahí llegamos a la Fiscalía, y yo preguntaba sí lo iban a detener, quería hablarles a los colombianos, pero mi hija me dijo que ellos estaban con Javi, fue en ese momento en el que me dijeron la cruda realidad”, mencionó Cristina.

Por su parte, Jorge Quijano, padre de Xime, recordó que cuando viajó desde Colombia, él y su esposa Sonia Hernández, tenían la ilusión de que todo fuera falso, de que fuera un error de las autoridades y que la joven estuviera con vida. Nunca olvidará que la delincuencia en México le arrebató a su hija.

“Cuando llegamos a México, yo tenía todavía la ilusión de que fuera falso, de que fueran otros, de que no fueran nuestros hijos, yo tenía todavía como esa llamita, yo creía que nos iban a decir que no eran ellos y que iban a aparecer, yo llegué a México con esa ilusión, pero todavía no lo creo, todavía no acepto que hubiera pasado algo así”, mencionó Enrique Quijano con lágrimas en los ojos.

A su vez, ambos coincidieron con Angélica y José Antonio, padres de Koty, en lo emotivo que fue ver la unión de los estudiantes poblanos que alzaron la voz por sus hijos.

“Nos sentimos muy orgullosos de nuestros hijos, tal vez no tenía que pasar una tragedia como esta, pero tal vez ese era su destino, hasta ahí era su fecha, pero todo lo que lograron a su corta edad, lograron que muchísima gente saliera y pidieran que no haya más asesinatos. Se que no es de la manera que me hubiera gustado, pero las cosas no las podemos cambiar”, mencionó Cristina Márquez.

Ahora, dos años después de la muerte de Xime, Koty y Javi, sus padres, a pesar de su profundo dolor e impotencia, aún tienen fuerzas para exigirle a las autoridades que se haga justicia contra los responsables, porque es lo menos que sus hijos hubieran hecho en vida por alguno de sus amigos.

“Estamos hambrientos de justicia, y que de verdad se haga esa justicia, y lo vamos a hacer por ellos, porque yo creo que sí hubiera faltado sólo uno de ellos, ellos no hubieran dudado en levantar la voz para exigir justicia”, mencionó Cristina Márquez, madre de Javi.

“Los tres eran grandes seres humanos, con un corazón muy grande”, concluyeron.

Foto: Iván Rojas

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