La batalla por la Torre Oscura: desequilibrio y opacidad en la sucesión rectoral de la Benemérita

¿Se supone que la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se rige por principios democráticos?

La batalla por la Torre Oscura: desequilibrio y opacidad en la sucesión rectoral de la Benemérita

Autor: El Ciudadano México

La reelección en la BUAP es inminente. En octubre, Alfonso Esparza Ortiz deberá dejar su cargo y retirarse a un punto donde no lo alcance el largo brazo de la Ley. Muertos en el clóset no le faltan; ha sido mucho lo que ha desfalcado, junto con la fantasmagórica Isabel Martínez Hermoso y una piara de factureros, a la institución.

Al momento, se han destapado la maestra María del Socorro de la Inmaculada Concepción de Jesús (Lupita) Grajales, a quien el destape prematuro costó la destitución; el Arq. Francisco Vélez Pliego, perteneciente a una familia de larga tradición en la universidad y quien fue el primer candidato en levantar la mano; y la Dra. Ana Lilia Cedillo, quien se bajó por su propio pie de la Dirección del Laboratorio de Detección Biomolecular de la BUAP.

Comunicado de Lilia Cedillo

Filósofa una, sin apoyos desde la Torre Oscura; científica la otra, con el beneplácito del rector corriente, han emprendido una contienda desigual en la que las estructuras clientelares de la universidad operarán a favor de una sola candidatura, mediante una corriente de poder que descenderá desde la Torre de Rectoría hasta las direcciones, y de ahí hasta el alumnado, orientando las voluntades en un solo sentido, tal como lo explica este ilustrativo artículo de Dr. Enrique Condés Lara.

Ahí, en la Máxima Casa de Estudios de Puebla, se demostrará una vez más cómo las materias grises con más años de escolaridad entre la población se verán, una vez más, manipuladas sin gran esfuerzo, haciendo discurrir sus voluntades por unos canales cuidadosamente orientados hacia la misma desembocadura.

Si lo que mueve los corazones de las contendientes es el interés de la comunidad universitaria que forma en este momento a más de cien mil estudiantes o, en cambio, los portentosos caudales federales, estatales y autogenerados que por sus cuentas fluyen es una motivación imposible, en este momento, de arrancar al ámbito especulativo.

¿En qué número se habrán transformado los 7 mil 507 millones, 760 mil 539 pesos del presupuesto 2021 de la BUAP una vez que  Alfonso Esparza Ortiz cruce por última vez el umbral de su despacho en la Torre Oscura custodiada por celosos orcos de fluorescente chaleco?

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Otras preguntas vienen a la mente cuando se piensa en la inminente sucesión de rectoría.

Por ejemplo, la pregunta por la verdadera razón por la que el Consejo Universitario no se renovó en marzo, como estipula el artículo 43 del Estatuto Orgánico de la BUAP.

Las medidas sanitarias contra la COVID-19  no son excusa, ya que así como se pretende convocar a elecciones en línea para rectoría, también se podrían convocar a elecciones en línea para renovación del Consejo en funciones en el que, por cierto, hay personas que ya egresaron y por lo tanto han dejado de pertenecer a la comunidad universitaria en activo.

Es al Consejo Universitario a quien toca designar a la nueva rectora, «previa auscultación sectorial de la comunidad universitaria. Si el actual Consejo carece de legitimidad, la rectoría por su conducto elegida compromete asimismo su legitimidad, abriendo la puerta a un periodo de volatilidad en la Universidad.

Por cierto, se espera que la comunidad universitaria se encuentre plenamente informada de las propuestas para la administración de la casa de estudios que plantea cada rectoría. Sin embargo, ¿qué tan informada puede estar en este momento una comunidad universitaria que lleva más de un año sin clases presenciales y ni siquiera tiene un conocimiento puntual de los consejeros de sus respectivas unidades académicas?

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Una última pregunta: ¿Se supone que la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se rige por principios democráticos? Y de ser así, ¿qué tan democrático es que los profesores hora clase, que actualmente son cerca de la mitad de quienes imparten cátedra en la Benemérita, no puedan ejercer sufragio?

Además, ¿qué garantía existe de que el voto sea libre y secreto, máxime si se ejerce en línea? Si presencialmente, el número de folio de las boletas genera suspicacias en cuando a la anonimidad del voto, el sufragio en línea se antoja aún menos susceptible de mantener la anonimidad.

¿Importa que se sepa por quién se votó? Sí, importa, porque para quien aspira no sólo a formarse académicamente en la BUAP, sino a hacer carrera laboral en ella, cada pequeña decisión política cuenta. Basta ver cómo de la noche a la mañana, las cuentas de redes sociales de quienes trabajan en puestos administrativos de la Universidad se volvieron plataformas de propaganda a favor de Cedillo.

Hay un ojo que todo lo ve: es el ojo del Cónclave, reducido y hermético, que controla las condiciones en que la mayoría de los universitarios poblanos se abastecen de experiencias, competencias y conocimientos.

Un cónclave, además, que se ampara en la figura de la autonomía universitaria para impedir cualquier voluntad externa que interfiera con su régimen de cleptocracia totalitaria, que es el verdadero modelo político que hoy rige a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

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