La neurociencia ha comenzado a explorar si los humanos estamos programados para creer en dioses. Esta rama emergente de la neurología analiza qué ocurre en el cerebro durante experiencias espirituales.
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En 2001, el neurocientífico Michael Persinger publicó los resultados de su experimento con el «casco de Dios«. Alteró campos magnéticos en el cerebro de los participantes, quienes reportaron sentir presencias que identificaron como divinas. Sin embargo, otros científicos no lograron replicar sus resultados, cuestionando la validez de su estudio.
A pesar de estos desafíos iniciales, la neuroteología ha ganado terreno en las últimas dos décadas. Andrew Newberg, neurocientífico del Instituto Marcus de Salud Integrativa de Filadelfia, ha utilizado neuroimagen funcional para estudiar la intersección entre el cerebro y los fenómenos espirituales relacionados con la religión.
Sus investigaciones han revelado que experiencias religiosas pueden activar áreas específicas del cerebro, como la corteza prefrontal, implicada en la concentración y la atención.
Newberg ha llevado a cabo experimentos con monjas católicas, monjes budistas y sijs. Durante estos estudios, observó un aumento de la irrigación sanguínea en la región dorsal lateral derecha de la corteza prefrontal mientras los participantes rezaban o meditaban. Estos hallazgos sugieren que la experiencia espiritual tiene una base neurológica, apoyando la hipótesis de una predisposición biológica hacia la religiosidad.
Aunque Newberg es cauteloso al sacar conclusiones definitivas, sus estudios indican que el cerebro está preparado para tener experiencias religiosas y espirituales. Este proceso cognitivo parece estar mediado por circuitos neuronales preexistentes en nuestra especie. La neuroteología sugiere que la religión y los rituales pueden ayudar al cerebro a cumplir su propósito básico de sobrevivir y estimular la cohesión social.
La neurociencia también ha encontrado que los símbolos religiosos, como cruces y estrellas, pueden despertar emociones intensas en las personas. Newberg descubrió que estos símbolos actúan sobre áreas primarias visuales del cerebro, indicando un impacto a un nivel muy básico. Esta respuesta podría deberse a una predisposición biológica que hace que los humanos respondan a formas esenciales.
La neuroteología ha abierto nuevas vías de investigación sobre cómo la religión influye en el cerebro humano. Al entender mejor estos mecanismos, los científicos esperan desentrañar por qué la espiritualidad y la religiosidad son tan universales en la experiencia humana.
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Foto: Redes
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