Múltiples son los riesgos que se enfrentan en el transcurso de una elección. El volumen de ellos se correlaciona con la magnitud de todo aquello que está en juego durante un proceso electoral, así como con la diversidad de actores que participan en la organización de la jornada, o incluso los agentes externos que utilizan todos los recursos a su disposición para incidir en ella, desde el marco de la ley o desde su exterior.
Ante este panorama, el cuidado de una jornada electoral es tarea compleja, para la que la tecnología es una herramienta útil pero también un arma de doble filo, que puede agilizar los arduos trabajos y proporcionar cierta protección a la integridad de los comicios, a la vez que presentar puertas traseras que serán cruzadas al menor descuido por los nigromantes de la alquimia electoral.
Estas son algunas de las lecciones que se pueden extraer de la conferencia “Tecnología y seguridad en las elecciones”, transmitida la tarde del 28 de abril por el Instituto Estatal Electoral de Puebla, con la participación de autoridades electorales y científicos miembros del Comité Técnico Asesor del Programa de Resultados Electorales Preliminares (COTAPREP).
Automatización de procesos en las elecciones: una historia añeja
El Dr. Carlos Alberto Reyes García, integrante del COTAPREP, especialista en Ciencias de la Computación, expuso mediante una línea de tiempo los diversos artefactos que se han implementado a lo largo de la historia de las elecciones.
El académico partió de las boletas australianas de 1856, que fueron los primeros documentos uniformes oficiales para emisión de voto. Unos años después, Massachussets, en la Unión Americana, adoptó el sistema de boletas, además introduciendo la medida de la votación secreta.
El doctor también explicó el origen de las tarjetas perforadas, patentadas en 1877 por Herman Hollerith, utilizadas originalmente en censos y que debería esperar hasta 1960 para incorporarse a los sistemas de votación. También se mencionó la máquina de votaciones concebida por Jacob H. Myers, provista con una famosa palanca, que evitaba votos excesivos y aceleraba el conteo de votos, patentada en 1889.
En cuanto al siglo XX, el Dr. Carlos Alberto Pérez García describió la Votomatic Punch Card, donde el votante hacía una perforación en una tarjeta precalificada marcada con números correspondientes a los candidatos, cuyos votos eran tabulados por una máquina computarizada de conteo; y el primer uso de escaneo óptico para reconocimiento de marcas en 1962, en Kern, California.
Finalmente, el Dr. Pérez García explicó sucintamente los sistemas de escaneo óptico basados en recintos e implementados en 1977, en Laguna del Sur, California.
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No dejó pasar la ocasión de referir los problemas con los sistemas de votación en Florida, durante las elecciones presidenciales en que Al Gore enfrentó a George Bush, así como las largas filas que se observaron durante las elecciones presidenciales estadounidenses de 2012, cuando Obama contendió contra Mitt Romney.
El especialista concluyó su exposición citando un estudio del Atlantic Council, que plantea que las elecciones a nivel internacional permanecen relativamente al margen de los avances tecnológicos.
La inteligencia artificial en los sistemas electorales
Por su parte, la Dra. Alicia Morales Reyes, doctora en ingeniería por la universidad de Edimburgo, abordó los problemas y oportunidades de las inteligencias artificiales aplicadas a las votaciones.
Para dispersar el miedo que a un no iniciado podría infundir la aplicación de las técnicas de la inteligencia artificial, la académica Morales Reyes hizo notar que todos nosotros interactuamos con inteligencias artificiales durante nuestras vidas cotidianas. Los sistemas electorales, así, son un campo natural al que estas inteligencias podrían extenderse.
Entre las funciones en que la inteligencia artificial, a decir de la Dra. Morales Reyes, pueden acompañar a las tareas electorales, se encuentra el reconocimiento óptico de caracteres trazados a mano, el uso de autoencoders (entramados neurales artificiales para procesamiento automático de datos) para reducir ruido en las imágenes capturadas desde casilla y optimizar así tiempos para cumplir con el lapso de 24 horas de que se dispone para cerrar el cómputo del cien por ciento de las casillas.
El Ciudadano planteó el siguiente escenario hipotético: si cada votante mostrara lo que marcó en la boleta ante una cámara al interior del nicho de votación y ningún ojo humano pudiera ver esas capturas hasta el cierre de la casillas, ¿se podría tener un sistema de conteo preliminar más eficiente que incluso hiciera prescindible el conteo manual que hacen los funcionarios de casilla? ¿Podría generarse un conteo previo que después se pudiera cruzar contra los números que registren los funcionarios de casilla? ¿Qué posibles vulnerabilidades que podría introducir esta práctica?
La Dra. Alicia Morales respondió: “Lo que se tiene que garantizar es que nadie pueda visualizar la boleta que muestra el votante a la cámara, lo cual implica elementos de seguridad, similares a los que se requieren en el sistema actual del PREP. Así mismo, las etapas de captura y verificación de datos deben realizarse a un volumen aún mayor que lo que actualmente se realiza al procesar las actas digitalizadas del PREP.
Un proceso electoral bajo asedio cibernético
La Dra. Feregrino Uribe, invitada especial y coordinadora de estudios computacionales en el Instituto de Óptica, Astrofísica y Electrónica (INAOE), desglosó el estado del arte en cuanto a ciberseguridad en general, pero también con un enfoque particular hacia procesos electorales.
La académica hizo mención a una escalada de ataques dirigidos al sector financiero, gobiernos e infraestructuras críticas a nivel global, así como a la democratización de la vulnerabilidad cibernética con 46 por ciento de la población mundial conectada a Internet.
Por ello, la decir de la Dra. Peregrino razonó que las elecciones contemporáneas no tienen precedentes, dada la frecuencia y complejidad de las ciberamenazas.
En México, por ejemplo, tanto las organizaciones (bancos, medios de comunicación, transacciones financieras y gobiernos) como la infraestructura han sido blancos de ataques cibernéticos.
Todos los bancos de datos y sistemas de cómputo relacionados con el proceso electoral resultan en especial apetitosos para agentes malintencionados, dado que el poder de inclinar la balanza electoral hacia uno u otro lado puede traducirse fácilmente en cuantiosos ingresos económicos, extraíbles por debajo de la mesa al mejor postor.
Los ataques de piratería que pudieran surgir bajo esta lógica podrían dirigirse contra la infraestructura electoral, así como actores electorales, campañas y candidatos, partidos y medios, mientras que las operaciones de desinformación e influencia podrían orientarse a socavar la credibilidad del proceso electoral, además de la instrumentación de operaciones digitales orientadas a moldear artificialmente el debate público.
El abismo que rodea al páramo de la democracia
Es mejor no entrar en el debate bizantino sobre si habitamos una verdadera democracia, o sobre si vivimos presa de una democracia burguesa, parlamentaria y procedimental. Es suficiente acordar que una democracia, forma de vida y filosofía social, no se agota en la elección de representantes populares.
Sin embargo, el sistema de organización en que nos encontramos se encuentra en riesgo, y lo que podría aparecer en su lugar no necesariamente tendría por qué resultar mejor.
Los riesgos a la democracia mexicana no se desprenden solamente de la sofisticación de los ciberdelincuentes o del grado de preparación de las autoridades electorales y el blindaje computacional de todo el entramado electoral. Se desprenden también de las múltiples carencias culturales de una buena parte del electorado, que consume importantes cantidades de tiempo frente a las redes sociales, compartiendo contenido que no entiende a cabalidad, y además propagándolo de manera compulsiva, sin permitirse un respiro para la verificación.
He ahí el mayor riesgo cibernético que enfrenta el entramado social: la programación humana, que hoy emplea subrepticias herramientas de análisis de la personalidad para usuarios de redes sociales, y después las traduce en productos personalizados de mercadotecnia electoral que ni siquiera se presentan como tales.
Basta con preguntar a Cambridge Analytica y a Jared Kushner por lo que pasó durante las elecciones estadounidenses en 2016.
Un fortísimo riesgo para la democracia y en general para la integridad del tejido social se desprende de una masa humana cuyo backdoor son sus emociones, volátiles como pólvora, listas para encenderse junto con su cadena de contactos tras el chispazo programado desde los laboratorios de la postverdad.