Por Lorena Vázquez
El regreso a clases presenciales es un tema que en días recientes se colocó en el primer plano de la agenda del gobierno de México, a más de un año de la suspensión de las clases normales en las aulas, sustituidas por un sistema emergente de sesiones a distancia, debido a la pandemia por la presencia del Covid-19 en el país.
Aunque autoridades involucradas llegaron a un acuerdo sobre cómo será esta transición (virtual-presencial), poco o nada han tomado en cuenta la opinión y el sentir de los estudiantes, quienes son los protagonistas en esta importante decisión.
A continuación te compartimos las opiniones de alumnos poblanos, de diferentes grados de nivel educativo, quienes expresan lo que para ellos ha significado estar más de un año sin poder salir con libertad, una que perdieron de un día para otro, aceptando la orden que les transformaría la vida.
También nos dan su opinión respecto a ese ansiado regreso a las instituciones educativas. Porque para el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, como para la Secretaría de Educación Puebla (SEP), incluso la Secretaría de Salud ya es urgente que los escolares estén de nuevo en sus respectivos salones de clases.
Infancia negada a ver otros niños
Nuestra primera entrevistada es Bárbara Martínez, quien cursa el tercer grado de primaria; para ella lo más complicado de la pandemia ha sido, “no poder ver a mis abuelos en mi cumpleaños”.
Cuenta que se ha «sentido molesta porque no he podido salir», y eso parece natural en una niña de tan solo ocho años de edad, pues las relaciones afectivas empiezan a formarse en los humanos, alrededor de los seis años, y el permanecer la mayor parte de tiempo en su casa, podría afectar el desarrollo socio-emocional y cognitivo de los menores.
En cuanto a volver a tomar clases en su salón, como lo era antes de que la pandemia forzara a crear nuevas formas de enseñanza, Bárbara nos dice:
“Ya quiero volver a clases porque me aburro de estar encerrada, y no tengo nada que hacer”
Bárbara Martínez
8 años de edad
Adolescentes «conquistados» por el encierro
También a esta historia se une Amelia Valtierra, una adolescente de 12 años de edad, que estudia el primer grado de secundaria. Ella, al igual que Bárbara, lo que más extraña “es poder ir a la casa de mis abuelos; aunque también quiero salir a comprar ropa”, y ¿quién no a esa edad?
Detalló que quisiera volver a salir a comer con su familia, ya sea en un restaurante o en puesto de fritangas típicas. Amelia también narró que debido a la pandemia ha estado triste, igualmente porque no ha podido salir, y como un efecto de la falta de alimentar tu mente con nuevas imágenes del exterior, ha tenido dificultades para dormir.
Del regreso a clases, ella tiene una postura curiosa, porque sí extraña volver a salir, sin riesgo a contagiarse o que se contagie alguien de su familia, pero en lo que toca a sentarse de nuevo en una butaca de su salón sentencia:
“No estoy de acuerdo con el regreso a clases presenciales porqué aún no estoy lista para volver”
Amelia Valtierra
12 años de edad
El caso de Amelia es el de muchos niños, adolescentes, jóvenes e incluso adultos cuya personalidad es introvertida y la vida social, por llamarle de alguna forma, no es algo que les entusiasme.
La pandemia, en personas llamadas antisociales, ha reforzado aún más esta conducta y preferirían no tener que retornar a ambientes donde hay concentraciones de personas. Sólo que sea por decisión propia y no por obligación.
Vivir la juventud desde los muros
Toca el turno de Regina Martínez, una joven de 17 años de edad, que estudia el sexto semestre del tercer grado de preparatoria. Ella nos dice que lo más complejo de este encierro inacabable por la pandemia, “ha sido no asistir a mis clases de la escuela, y de ballet. No tener relación directa con mis compañeros, maestros y amigas”.
Regina se une al sentir de nuestras entrevistadas anteriores, al confesar que sí se ha sentido triste por el encierro, “por la falta de interacción con sus mis amigas”.
Aunque ella abunda más en los cambios que ha notado debido a la cantidad de horas acumuladas en casa, y es el estrés.
“He tenido un poco de estrés y me ha afectado en mi alimentación, ya que quiero comer todo el tiempo, sin tener hambre”
Regina Martínez
17 años de edad
El caso que platica Regina ya es un patrón de comportamiento recurrente, en personas de todas las edades. El distanciamiento social. El constante cambio en las rutinas que se realizaban en el exterior, que ahora son trasladadas al interior de las cuatro paredes, tras un monitor, han estresado a la mente, lo cual ha desencadenado conductas anormales o fuera de lo común que se realizan impulsivamente.
Sobre el regreso a clases de manera presencial, la joven estudiante contesta:
“Eso es algo que espero y deseo. Me emociona mucho, ya que eso siento que es el primer paso para regresar a mi vida que tenía antes”
Regina Martínez
17 años de edad
Forzada resiliencia adulta
La última entrevista es a Juan García, un joven de 22 años de edad, quien estudia el noveno semestre de la carrera de Ingeniería Industrial. Él asegura que lo más engorroso del encierro por la pandemia de Covid-19 ha sido “acostumbrarse a la poca interacción social, y pasar tanto tiempo frente al monitor de la computadora”.
También ha sido consciente de algunos cambios en su conducta a raíz del encierro, pues “a unos meses de iniciada la pandemia tenía muchos episodios de insomnio. Estaba estresado por la incertidumbre de hasta cuándo va a terminar el encierro, y sobre qué va a pasar con el futuro; sin embargo, mientras pasaba el tiempo el estrés iba disminuyendo”.
El caso de Juan es de la resiliencia, aceptar la situación y aprender a vivir con ella, para salir lo menos lastimado y trastornado de ella. Y aunque esta es la actitud madura que los adultos debieran asumir, resulta muy difícil, a veces hasta inalcanzable, porque nunca se está listo para enfrentar una pandemia.
Tras la pregunta de volver a sentarse en su banca y tomar clases con un maestro enfrente respondió:
“Lo veo como una acción necesaria, pero debería de ser progresiva; con números limitados de estudiantes, y filtros específicos de sanidad y distanciamiento”
Juan García
22 años de edad
Efectos negativos, duraderos
El panorama resulta complicado para unificar en una sola idea, respecto a dejar las sesiones virtuales por las presenciales. Es evidente que el estar por tantas horas en un solo lugar, con las mismas personas, todos los días, ha alterado el comportamiento; más en niños, adolescentes y jóvenes.
Aunque a los estudiantes se les deba transmitir la idea entusiasta de volver a clases, con sus compañeros, amigos y profesores, esto es una tarea titánica, cuando en sus familias han resultado casos positivos de Covid-19, o peor aún, si han perdido seres queridos por ello.
Los adultos con los que conviven, en ocasiones, no han sabido reaccionar ante el contagio de algún miembro de la familia, y solo han generado miedo, incertidumbre y estrés desmesurado.
Inminente nueva normalidad
Innumerables expertos en psicología, nutrición, sueño y medicina en general, han enfatizado que los efectos de mantenerse aislados por la pandemia serán largos, evidentes y desastrosos, en algunas personas.
Sin embargo, la nueva normalidad debe hacerse realidad, y ésta se ha postrado en la vuelta a las aulas para tomar clases; aunque la vida de los estudiantes esté en medio del “ojo del huracán”.
En México lo importante ahora, para las autoridades, algunos padres de familia y profesores, es retornar lo más pronto posible a los salones y revertir el retraso educativo que agravó la pandemia.
Y aunque la SEP haya dejado a libre decisión el ir o no de manera presencial a los salones, en los hasta ahora ocho estados que ya están en verde, en el semáforo epidemiológico (Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Veracruz, Nayarit, Oaxaca, Chiapas y Campeche), en algún momento ya no será opcional y será obligatorio; ahí los estudiantes deberán acatar la orden, una de la misma dimensión que los encerró más de un año en sus casas.