Por Alfonso Yáñez Delgado
A lo largo del siglo XX, la ultraderecha mexicana estuvo representada por grupos católicos que se oponían al estado laico, y que además mantenían vínculos con la jerarquía católica y poderosos sectores empresariales.
La ideología de la ultraderecha católica tiene raíces históricas muy profundas, que se remontan a la época colonial, cuando el estado y la iglesia estaban unidos.
La agenda ultraderechista católica contemplaba, por ejemplo, la educación confesional en las escuelas públicas, la libre participación del clero en asuntos políticos, así como la oposición al aborto, a las uniones homosexuales e incluso, al divorcio y al uso de anticonceptivos.
Decenas de grupos encarnaron esa ultraderecha: tanto grupos públicos (Provida, la Unión Nacional de Padres de Familia, la Asociación Nacional Cívica Femenina, etc.), como grupos secretos, como los Tecos y la Organización Nacional del Yunque, fundada en 1954.
Evidentemente, esos grupos tuvieron su espacio natural de participación política en el PAN, el Partido Acción Nacional, el Partido de la derecha católica.
No había diferencias ideológicas importantes entre el PAN y los grupos ultraderechistas católicos, pero sí diferencias de radicalidad y métodos.
El Yunque fue infiltrando y controlando a otros grupos ultraderechistas, y sobre una enorme fuerza a partir del año 2000, con la llegada del PAN a la presidencia.
En esos años, militantes y dirigentes del Yunque llegaron a importantes cargos públicos, tanto en el PAN, como en el gobierno.
Baste señalar que bajo los gobiernos panistas de Fox y Calderón (de 2000 a 2012), tres exdirigentes del Yunque llegaron a ser presidentes del PAN, el partido en el poder en aquél entonces: Luis Felipe Bravo Mena en la época de Fox, César Nava Vázquez y Manuel Espino en la de Calderón.
Fue el auge del Yunque, que se debió al carácter confesional del partido en el poder y, por tanto, de los gobiernos de ese tiempo.
En el apogeo ultraderechista católico influyó también el carácter ultraconservador de los pontífices Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Bajo Peña Nieto (2012-18) disminuyó dramáticamente la influencia de los grupos católicos en el gobierno, al grado de que el único personaje que llegó a los más altos cargos en el gobierno fue el hoy olvidado José Antonio Meade, quien en 2018 fue candidato a la presidencia por la coalición conformada por el PRI y los partidos Verde y Panal.
En las filas del catolicismo la influencia de la ultraderecha se redujo con la llegada del Papa Francisco, en 2013, al trono pontificio, pues se ha alejado de las tendencias conservadoras de sus predecesores.
Actualmente, personajes del Yunque y de otros grupos ultraderechistas participan en organizaciones antiobradoristas como FRENA, que ha organizado protestas en varias ciudades.
Sin embargo, tanto en México como en el resto del mundo, hay otras variantes de la ultraderecha, además de la católica. Por ejemplo, la ultraderecha evangélica, que tiene gran fuerza en países como Estados Unidos y naciones de Centro y Sudamérica.
Gracias a las leyes de Reforma, que establecieron la libertad de cultos, el protestantismo comenzó a extenderse en México, aunque muy lentamente.
Con el tiempo, además de los llamados “protestantes históricos”: luteranos, calvinistas, anglicanos, etc., surgieron grupos llamados evangélicos y simplemente “cristianos”, muchos de ellos con un acentuado puritanismo que los llevaba a oponerse al aborto, a la diversidad sexual, etc.
Paradójicamente, sería la llegada de la izquierda a la presidencia, en 2018, lo que propiciaría, como un efecto no deseado para muchos votantes que depositaron su confianza en Morena y en López Obrador, la emergencia de una ultraderecha evangélica.
El Partido Encuentro Social (PES), donde una participación importante de sectores evangélicos ultraderechistas formó parte en 2018 de la coalición Juntos Haremos Historia, encabezada por López Obrador y constituida por Morena y el PT, además del PES.
El PES obtuvo una votación muy pequeña, por lo que perdió el registro y ahora se llama “Partido Encuentro Solidario”, que también perderá el registro pues no superó el 3 por ciento de la votación. ¿Pero qué sostiene esa vocación por los procesos electorales? En principio obtener voz y voto para oponerse al derecho al aborto, al matrimonio entre personas del mismo sexo, la eutanasia; critican duramente el avance de los derechos del niño pues suponen que estos derechos han debilitado la potestad paterna, algunos miembros de esta organización defienden la autoridad del marido sobre la mujer y el rechazo a cualquier forma de feminismo.
En abril del presente año, el PES lanzó un promocional en contra de la adopción homoparental, afirmando: “madre solo hay una, no dos; padre soy hay uno, no dos”.
Ahora bien, buena parte de los gastos partidistas provienen de fondos públicos y de organizaciones que de buena fe son sorprendidos por el principal impulsor y fundador de Encuentro Social, Hugo Eric Flores Cervantes, “quien no ha sido ni es pastor, pero que conoce bien las formas para generarse la confianza de las redes ministeriales en la que participan los pastores y lideres evangélicos”, como lo afirmó el columnista Carlos Martínez García en La Jornada nacional del 27 de mayo 2015.
¿No va siendo la hora de revisar la entrega de cientos de pesos a este tipo de organizaciones? Es inaceptable la mezcla de la política con la religión, sea católica, evangélica o cualquier otra, así como la promoción de una ideología radical y de supuesto origen religioso que niega las libertades individuales establecidas en la Constitución.