Tener la sensación de que alguien te observa cuando estás comiendo o caminando por algún lugar, es algo que todos nos ha pasado. Muchos dicen que se trata de un sexto sentido, pero quizás tenga una explicación más simple de lo que crees.
Todos los que tienen gatos o los han visto comer en su casa, se han dado cuenta de que al terminar su banquete, estos siempre terminan lamiéndose para limpiarse. Es un acto instintivo que practican todos los felinos por muy domesticado que puedan estar.
Otra particularidad es que cuando comen, siempre hacen una pausa para observar a su alrededor, para vigilar que otro depredador no los ataque mientras está en una posición vulnerable.
¿Y que tiene esto que ver conmigo y saber si alguien me ve?
Mucho. Porque se trata de un fenómeno que la ciencia tiene tiempo estudiando y parte de 1898 cuando un psicólogo llamado Edwar Titchener escribió un artículo denominado “La sensación de ser observado”.
En ese texto se especulaba sobre la presunta sensibilidad de la piel sobre las miradas de terceros, una premisa bastante desatinada para la ciencia actual, que ha logrado desmentirlo.
La explicación es más sencilla de lo que parece y está relacionado con nuestra psicología, nuestros instintos de conservación y nuestra visión.
La vista del ser humano está programada para identificar rostros, uno de los ejemplos más claros de esta teoría, es “la cara de Marte”, una formación rocosa existente en el planeta rojo que al hacerse pública, generó cualquier cantidad de teorías, pero simplemente son rocas que identificamos como un rostro humano.
Nuestros ojos también están identificados para detectar anomalías y pequeños movimientos como parte de nuestro mecanismo de supervivencia. Un movimiento brusco, reflejo o destello, nos hace inmediatamente girar la cabeza en esa dirección.
Por esa sencilla razón ocurren ese tipo de “sensaciones”. Imagínate que estás sentada o sentado en una mesa de un gran salón. Sientes que alguien te ve, y giras bruscamente la cabeza hacia donde tu visión periférica te dice que hay algún objeto y resulta ser que ahí hay otra persona.
La visión periférica de esa persona detecta tu movimiento y como acto reflejo esa persona mira hacia donde estás tu. Como nuestro cerebro está diseñado para detectar rostros, lo primero que hace es ver tu cara y ahí sucede el enigmático cruce de miradas. Misterio resuelto.
Otra explicación que complementa la anterior es que tu cerebro, por instinto, sabe que los lugares públicos no son seguros, por lo que se activan todos los mecanismos de alerta y sin saberlo, estás más pendiente de tu entorno que lo normal.
Otro ejemplo nada agradable ocurre con los insectos, en especial las cucarachas de gran tamaño que entran a tu habitación mientras estás acostado en la cama.
Todo en tu habitación está quieto, inmóvil. Todo menos la televisión. En ese momento sientes que algo se mueve y tu visión periférica hace que gires la cabeza hacia donde vino el movimiento y ves una marrón, brillante e inmensa cucaracha. Justo en ese momento, antes del grito y la huída, se activa tu instinto de supervivencia.
La sensación de ser observado es simplemente una demostración de nuestro instinto de supervivencia.
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