Desde que Barack Obama asumió la presidencia en 2009, se calcula que EEUU dio muerte a 2.464 personas en ataques con aviones no tripulados enviados fuera de lo que Washington declaró “zonas de guerra”.
La cifra fue publicada en febrero 2015 por Jack Serle y el equipo de la Oficina de Periodismo de Investigación, quienes mantienen una base de datos con todos los ataques conocidos, basándose en trabajo de campo, informes de medios y fuga de documentos, que proporcionan una imagen más clara de la escala y el impacto del programa secreto de aviones no tripulados de Estados Unidos en comparación con la información episódica ofrecida por los medios corporativos de información.
De acuerdo con datos de la Oficina, los miembros de al-Qaeda representan sólo el 4% del total de 2.379 personas que murieron por ataques de aviones no tripulados estadounidenses en Pakistán a octubre de 2014, poco más de diez años después de los primeros de ataques ordenados por G. Bush. Del total de muertes, alrededor del 30% podría ser identificado y 11% se define como militantes. Poco se sabe acerca de las 1.675 víctimas restantes no identificadas. La Oficina de Periodismo de Investigación informó estos números después de un año de recopilar información en varias fuentes a fin de proporcionar una visión general de las bajas en ataques de drones.
Las misiones de ataques mortales selectivos con aviones estadounidenses no tripulados se efectúan principalmente sobre Pakistán, donde la CIA tiene como objetivo debilitar a al-Qaeda y limitar sus movimientos a la vecina Afganistán. El uso de aviones no tripulados es visto como una forma de esconder la participación de EEUU y eludir el resentimiento en un país que el New Yorker caracteriza como «inestable» y que se sabe posee más de un centenar de armas nucleares. Aunque la guerra no oficial con drones para controlar la frontera entre Pakistán y Afganistán terminó a mediados de 2013, la campaña de ataques con aviones no tripulados continuó con cinco bombardeos registrados en enero de 2015, la cifra más alta desde julio de 2014. En enero se registraron ataques adicionales para matar al menos 45 personas en Somalia y tres en Yemen, donde una de las víctimas fue un niño de doce años.
Las conclusiones de la Oficina de Periodismo de Investigación socavan la validez de la afirmación del secretario de Estado, John Kerry, cuando dijo que «las únicas personas que reciben ataques desde un avión no tripulado están confirmadas como objetivos terroristas al más alto nivel». Independientemente de si los asesinados eran en efecto peligrosos, la incapacidad para dar cuenta de sus identidades invita al escepticismo hacia estas operaciones militares y plantea preocupaciones morales concernientes al respeto básico de la dignidad humana.
En abril de 2015, Jeremy Scahill informó en Intercept que el «corazón de alta tecnología del programa de aviones no tripulados de Estados Unidos» está en una base militar estadounidense en Ramstein, Alemania. Documentos “top secret” de Estados Unidos obtenidos por Intercept proporcionan «el plan más detallado visto hasta la fecha de la arquitectura técnica utilizada para llevar a cabo ataques con aviones no tripulados Predator y Reaper». La mayoría de los conductores de los aviones no tripulados operan desde EEUU, pero dependen de Ramstein para controlar sus drones.
La cobertura de noticias de los grandes medios corporativos sobre estos bombardeos aéreos secretos de Estados Unidos tiende a nutrirse en gran medida de las fuentes oficiales del gobierno. Muchos de estos informantes no están autorizados para conocer cabalmente estos ataques y, mucho menos, para discutirlos públicamente. Incluso, «miembros del Congreso han sido amordazados por afirmaciones de ejecutivos que invocan el secreto para proteger la seguridad nacional y/o cooptados por los grupos de presión que representan a los fabricantes de aviones no tripulados», afirmó Andy Lee Roth en Censored 2013 (1).
A veces, en ocasiones excepcionales, obligan a los funcionarios del gobierno a revelar más sobre estos programas secretos de exterminio. Por ejemplo, en abril de 2015, el presidente Obama se disculpó públicamente por un ataque de drone que en enero dio muerte accidental en Pakistán a dos rehenes de Al Qaeda, entre ellos el trabajador humanitario estadounidense Warren Weinstein. La cobertura de The New York Times incluyó un análisis de la noticia en primera plana, escrito por Scott Shane, quien criticó el programa de ataques con drones. Por ejemplo, el artículo citó a Micah Zenko, un erudito del Consejo de Relaciones Exteriores, que criticó la declaración de Obama porque «arroja poca luz sobre una cuestión no conocida: que la mayoría de los individuos muertos no están en una lista de ejecuciones y que el gobierno no conoce sus nombres».
Notablemente, el análisis de Shane utilizó la investigación de la Oficina de Periodismo de Investigación para mostrar el alcance de los ataques con aviones no tripulados estadounidenses en las zonas tribales de Pakistán desde 2004.
Los periodistas del New York Times Mark Mazzetti y Matt Apuzzo también merecen reconocimiento por su informe de abril de 2015 «Apoyo profundo en Washington para las misiones de la CIA con drones», que hizo olas en Washington y entre el establishment de prensa para identificar públicamente a tres funcionarios de alto rango de la CIA con papeles clave en las operaciones secretas de aviones no tripulados. En consonancia con la práctica habitual, la CIA pidió al Times retener los nombres. Entre los tres funcionarios de la CIA develados por Mazzetti y Apuzzo se encuentra Michael D’Andrea, a quien identificaron como «jefe de operaciones durante el nacimiento del programa de detención e interrogatorios de la agencia» y posteriormente, como jefe del Centro de Contraterrorismo de la CIA, «se convirtió en un arquitecto del programa de asesinatos selectivos». D’Andrea, revelaron los periodistas, «presidió el crecimiento de la CIA en operaciones con aviones no tripulados y cientos de ataques en Pakistán y Yemen durante los nueve años que se mantuvo en el cargo».
Sin embargo, los informes de Shane, Mazzetti y Apuzzo muestran lo excepcional en la cobertura de noticias de los medios corporativos sobre los programas estadounidenses de aviones no tripulados. Más típico en este sentido es el tratamiento ofrecido por la revista Newsweek en una historia de portada de abril 2015: «¿Puede EEUU ganar una guerra?» Esta publicación identifica los ataques con drones como una de las «puntas gemelas de la estrategia de Estados Unidos en el extranjero» que son «a menudo poco fiables, desacreditadas o desagradables».
El artículo se hizo cargo de antiguas críticas de Alexander Cockburn [periodista estadounidense nacido en Escocia fallecido en 2012], donde afirmó que los ataques de aviones no tripulados contra presuntos objetivos de alto valor aumentarían la violencia contra Estados Unidos y las tropas aliadas, contrarrestándolas con la perspectiva del general retirado de la Fuerza Aérea Michael V. Hayden, ex director de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) y de la CIA, quien «insiste en que los ataques de drones sobre Al-Qaeda fueron cruciales en la prevención de otro gran ataque contra los Estados Unidos». La cobertura de Newsweek citó a Hayden al menos nueve veces por separado, más que a cualquiera otra fuente. Y no hizo mención a las conclusiones de la Oficina de Periodismo de Investigación sobre los civiles muertos en los ataques de drones.