Una vida sedentaria y malos hábitos alimenticios pueden suponer la acumulación excesiva de grasa en el cuerpo y, con el tiempo, generar trastornos de obesidad.
En los últimos años el alarmante crecimiento de obesos en el mundo ha llevado a diversos organismos internacionales a enfocarse en el cambio del equilibrio energético (ingesta de alimentos densos en energía, disminución en la actividad física y aumento en estilos de vidas sedentarios) para a partir de allí emprender acciones.
Un mundo sin hambre y malnutrición, donde la alimentación y la agricultura contribuyen a mejorar los niveles de vida son, por ejemplo, los principales objetivos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Su director general, José Graziano da Silva, propone la necesidad de redoblar esfuerzos contra este fenómeno que afecta al 20 por ciento de los adultos de 24 países de América Latina y el Caribe, a la par que se consolida la lucha contra el hambre.
Para ello explica que se deben transformar radicalmente los sistemas alimentarios, sin dejar de lado la erradicación del hambre que no debe ser la única preocupación (la hambruna en la región ha aumentado de 40 a 42,5 millones en 2017), pues «el sobrepeso afecta al 7 por ciento de los niños menores de cinco años«.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que la obesidad puede aumentar el peligro de enfermedades crónicas como las cardiovasculares, algunos tipos de cáncer (endometrio, mama, ovarios, próstata, hígado, vesícula biliar, riñones y colon), en total 13, además de la diabetes y trastornos del aparato locomotor, en especial la osteoartritis.
“Debemos lograr sistemas alimentarios realmente sostenibles en los que la producción, comercialización, transporte y consumo de los alimentos garantice una alimentación realmente nutritiva (para erradicar todas las formas de malnutrición). El consumo de productos locales frescos que reemplacen a los alimentos altamente procesados también es fundamental”, expone Graziano da Silva. Mientras, otros expertos agregan la necesidad de incluir un poco de ejercicio en la rutina, evitar los condimentos al cocinar y alejarse de las comidas procesadas.
Disparan las alarmas los últimos datos de la FAO, los cuales establecen que más de 1.900 millones de adultos padecen sobrepeso en el mundo y, de éstos, más de 650 millones son obesos. La situación es especialmente preocupante en América Latina, donde la obesidad afecta a 96 millones de adultos.
Según los expertos, apostar a políticas sociales, económicas y productivas más inclusivas, y por el desarrollo de los sistemas legislativos necesarios para promover la seguridad alimentaria es la clave del éxito; lo mismo que la combinación de medidas de protección social con el fortalecimiento de la agricultura familiar, que genera desarrollo local y contribuye a la dinamización de los territorios, crucial para reducir la pobreza rural y hacer frente a las distintas formas de malnutrición (según la ONU, estas personas producen más del 80 por ciento de los alimentos del planeta y , paradójicamente, son las más vulnerables al hambre).
Para determinar si una persona sufre sobrepeso, la OMS, recuerda que el índice de masa corporal no debe ser igual o superior a 25. Si es mayor a 30 es obesidad, aunque esto dependerá de las medidas de cada individuo. También se considera signo de obesidad un perímetro abdominal en hombres mayor o igual a 102 centímetros y en mujeres mayor o igual a 88.
Descartarlo, ya en el plano personal, supone una visita a un nutricionista quien creará planes de alimentación y tratamientos acordes con cada necesidad.