Casi diez años después de que Birmania (Myanmar) se embarcara en una transición democrática férreamente controlada por los militares, unos 38 millones de votantes elegirán entre 93 partidos a sus representantes en el Parlamento, que votará al próximo Gobierno, informó la agencia EFE.
Serán las segundas elecciones libres en el país asiático, tras casi medio siglo de dictadura militar. Todos los pronósticos auguran que Aung San Suu Kyi, líder de facto del país y premio nobel de la paz, revalidará su cargo en el Gobierno.
Con una segunda oleada del coronavirus desde octubre, el Gobierno desoyó las voces que pedían un aplazamiento del proceso y decidió convocar los comicios el día previsto.
Se han impuesto medidas sanitarias para evitar contagios, limitando enormemente los mítines electorales durante la campaña y permitiendo que los mayores de 60 años votaran por anticipado durante una semana.
La lucha por el poder
En Birmania, donde los rohinyá, grupo étnico musulman, no suscitan simpatías, su defensa fue vista de una forma muy diferente y la premio nobel de la paz, que se convirtió en un icono por su lucha por la democracia durante el régimen castrense, sigue siendo vista como la «madre de la nación» por muchos, al menos entre la mayoría étnica bamar.
Durante su primer mandato tras la rotunda victoria de su partido, la Liga Nacional para la Democracia (LND), en las elecciones de 2015, algunas voces críticas han acusado a Suu Kyi de gobernar de una forma autoritaria y de no haber avanzado el proceso de democratización iniciado en 2011, pero no ha surgido ningún político capaz de hacerle sombra.
A sus 75 años, «la Dama», como se conoce a Aung San Suu Kyi, ha visto como su prestigio en gran parte del extranjero se desplomaba el pasado diciembre, cuando lideró la defensa de Birmania ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya por las acusaciones de genocidio contra la minoría musulmana rohinyá.
El principal partido de la oposición es el Partido de la Solidaridad y el Desarrollo de la Unión (USDP), creado por los generales que lideraban la dictadura militar, lo que hace que pocos birmanos se decanten por la formación, que en las anteriores elecciones solo obtuvo un 10 por ciento de los escaños en liza.
Sin embargo, la Constitución de 2008, redactada por la Junta militar entonces en el poder, asegura que el Ejército mantenga una enorme influencia política, ya que cuenta con el 25 por ciento de los escaños del Parlamento, el control de tres ministerios clave y una autonomía prácticamente total con respecto al Gobierno civil.
Conflictos de las minorías
Uno de los objetivos del gobierno de Suu Kyi es conseguir la paz con las decenas de guerrillas que, desde la independencia de Birmania en 1948, han combatido al Ejército por la autonomía, reivindicación de las minorías étnicas radicadas en las regiones periféricas del país y que suman más del 30 por ciento de sus 53 millones de habitantes.
Pero Suu Kyi apenas ha logrado avanzar en el proceso de paz iniciado por su predecesor, el presidente Thein Sein (2011-2015), debido al tenue control del Gobierno Civil sobre las fuerzas armadas.
Sin embargo, son muchos los que piensan que Suu Kyi y su partido comparten el centralismo del Ejército, ya que ambos están dominados por la mayoría bamar, y la decepción con Suu Kyi tras cinco años en el poder entre las minorías étnicas podría hacer que su partido pierda votos a favor de partidos regionales etnonacionalistas.
Los que no podrán votar
En torno a un millón y medio de birmanos, casi todos de ellos miembros de minorías étnicas, no podrán votar como consecuencia de los conflictos armados en un total de 50 circunscripciones en los estados de Kachín, Karen y Mon, así como en la región de Bago.
La mayoría de esos votantes viven en el estado de Arakán (o Rakáin, en el oeste del país), escenario desde hace dos años de una encarnizada guerra entre las Fuerzas Armadas birmanas y la guerrilla del Ejército de Arakán.
Además, los grandes excluidos de las elecciones son en torno a medio millón de otros habitantes de Arakan: los rohinyás, a los que en su mayor parte el Gobierno arrebató la ciudadanía a principios de los noventa y ha sometido durante décadas a un régimen de discriminación por considerarlos inmigrantes ilegales procedentes de Bangladés.
Reacercamiento a China
Durante los primeros años de la transición democrática iniciada en 2011, Birmania se acercó a democracias occidentales que habían impuesto sanciones y la habían aislado por las violaciones de los derechos humanos perpetradas por el régimen militar, que pasó a depender enormemente de China.
Pero tras las brutales operaciones militares de 2017 en Arakán contra los rohinyás, que resultaron en la expulsión de más de 730.000 de ellos a la vecina Bangladés, los países occidentales han vuelto a imponer sanciones.
Desde entonces gobierno de Aung San Suu Kyi, que hasta el momento era una heroína en Occidente y había sido apoyada por países como Estados Unidos, ha vuelto a acercarse a China y es de esperar que esa política continúe tras las elecciones.