Bloch, Agamben y Auschwitz

En 1944, murió un hombre llamado Marc Bloch

Bloch, Agamben y Auschwitz

Autor: Director

marcbloch

En 1944, murió un hombre llamado Marc Bloch.

Bueno, en 1944 murieron muchos hombres, mujeres y niños.

Para nadie es una sorpresa que los eventos del siglo veinte europeo, asesinaron a más gente de la que salvaron.

Pero Marc Bloch, era un hombre diferente.

Probablemente porque todo lo que hay que decir acerca de él, de Agamben, de Auschwitz, de la segunda guerra, y de la Historia, en general se entrama de una forma perturbadoramente poética.

Marc Leopold Benjamin Bloch, fue un historiador y uno de los intelectuales más importantes de la primera mitad del siglo XX, de origen francés y especializado en la Francia medieval.

Fundó junto a lucien Febvre, la célebre escuela de Annales e impartió clases en Sorbona. Cambió completamente la visión de la historiografía y del estudio que se hace, incluso hoy en día de la historia, en conceptos con una orientación eminentemente social.

Todo eso, mientras se encontraba preso y torturado por la Gestapo.

Bloch, escribió hasta 1944, el año en que fue brutalmente asesinado por los nazis;  La introducción a la Historia; La introducción a la historia de Marc Bloch, es probablemente una de las publicaciones más innovadoras y metodológicas que ha visto nacer el estudio de los procesos y acontecimientos históricos.

Diríamos entonces, y siguiendo la línea de razonamiento de Marc Bloch, que la historia es continuidad y cambio

También, es un acto de fe.

También es un profeta que mira hacia atrás.

También es la sucesión de acaecieres y procesos.

También, es la prueba que no necesita comprobación, de que vivimos en la utopía del entendimiento cuando en realidad no entendemos nada.

Lo que en realidad nos enseña la historia es que aquellos pueblos que no conocen su pasado, están condenados a repetir sus conductas en el futuro.

Hablemos de la guerra, del dolor, de la muerte; Y de aquello que es más perturbador aún: Hablemos de disfrutar con el desgarro y el poder.

Hablemos de la raza, y de los dioses que no combinan, del dogma, la patria y la gloria.

Porque si pudiésemos hacer una humilde crítica al inconsciente… Yo lo hubiese hecho un poquito más obvio.

Marc Bloch fue asesinado por adherirse a la Resistencia Francesa. Entre todo aquello que es macabro e incomprensible acerca de la segunda guerra; Esto, no lo es tanto. Finalmente Marc Bloch fue muerto por razones políticas.

Los prisioneros políticos de los campos de concentración, en toda Europa, eran una cifra menor. Es decir, que aquellos que se involucraron en la guerra, fueron menos, que aquellos que no se enteraban qué pasaba pero fueron presos igual.

Presos por recitar otra poesía.

Presos por rezar a otro dios de otro cielo, y por descubrir que debían obediencia a un nuevo “rey” y a un nuevo orden, que había mandado a que fuese torturado y quemado vivo aquél que vistiera otras ropas.

Que fuese de otro color.

Que cantara otras canciones.

Y que haya nacido en el lugar y tiempo equivocado.

Esos, fueron la gran mayoría de los presos, torturados y muertos de los delirios del nacionalsocialismo y de todos sus movimientos contemporáneos durante la segunda guerra.

Agamben aborda un tema sumamente interesante, que a veces se nos da por sentado.

En occidente hubo un holocausto.

Del latín holocaustum, el holocausto es una matanza masiva de seres humanos.

Holocausto no quiere decir catástrofe, no es que un evento sísmico asesine personas.  Un holocausto es un programa con pasos y una estructuración administrativa para asesinar personas. No a diez, no a cien. Sino a seis millones de judíos. Judíos solamente.

Las cifras de gitanos, negros, homosexuales, musulmanes, orientales y otros, no están incluidas en este concepto.

En occidente hubo un holocausto. Porque la forma en que occidente conoce al mundo está errada, los grandes crímenes que atentan contra la humanidad, y que paradójicamente son llevados a cabo por la humanidad; Son en realidad, crímenes de odio.

Hitler en Alemania, Mussolini en Italia, Stalin en Rusia.  Y eso sólo a mediados y fines  del siglo XX.

¿Cómo hemos llegado a la situación en que nos encontramos?

Agamben, que es un conocido filósofo italiano, nos acerca a ciertas preguntas que tienen que ver con el pasado, con lo que ya ha ocurrido. Como es el caso de Auswitz, uno de los emblemáticos campos de concentración dispuestos por el nacionalsocialismo.

Y respecto a este punto, hace hincapié en el concepto de justicia que se ha impuesto en nuestros días, y al cual M. Foucault ataca fuertemente; Dando énfasis a las diferentes instituciones que se hacen responsable de la utilidad de sus medios, de las dirigencias y sus respectivos cargos, y cuál es la forma en que interactúan erróneamente con la sociedad.

Este camino es aquel sobre el que transitan todos los logros de la cultura occidental en relación con la preservación de la vida, y los títulos-conceptos que se le otorgan como salvaguardia en un proceso que supuestamente lleva a los derechos individuales, la salud generalizada, el progreso social. Este camino también está jalonado de errores y horrores, lo que lleva a preguntar si éstos son accidentales o inherentes a ese proceso. Agamben muestra que el tratamiento metafísico de lo vital y su deriva política son inseparables de tales acontecimientos. Su concepto clave en relación con esto es el de Nuda vida.

La interacción que realizan ambos filósofos, pero por sobre todo Agamben con la Historia es evidente.

La historia se sirve de fuentes primarias y secundarias para lograr los objetivos que una investigación en específico se proponga, entre las fuentes primarias, que son las más importantes porque transitan codo a codo con el investigador, nos encontramos al testigo. Se nos ofrecen dos conceptos para nombrar a éste protagonista, pero nos quedamos con la segunda definición que hace referencia al que ha vivido una determinada realidad, ha pasado hasta el final por un acontecimiento y está, pues, en condiciones de ofrecer un testimonio sobre él.

Por mi parte, había tomado la firme decisión de no quitarme la vida pasara

lo que pasase. Quería ver todo, vivirlo todo, experimentar todo, guardar todo

dentro de mí. ¿Para qué, puesto que nunca tendría la posibilidad de gritar al

mundo lo que sabía? Sencillamente porque no quería desaparecer, no

quería suprimir al testigo en que podía convertirme (Langbein 1, p. 186).

El testigo que entrega un testimonio, nos invita a su vez, a imaginar lo inimaginable. Las consideraciones por ejemplo, de la tortura, son cánones que nuestra rigidez social y cultural no soportan, y la empatía no hace el trabajo suficiente. Ni la compasión, ni la comprensión lo son.

Ningún ser humano puede imaginarse -escribe Lewental en su sencillo

yídish- los acontecimientos tan exactamente como se produjeron, y de

hecho es inimaginable que nuestras experiencias puedan ser restituidas tan

exactamente como ocurrieron… nosotros, un pequeño grupo de gente

oscura que no dará demasiado que hacer a los historiadores. (Langbein 1, p. 182).

Por eso Agamben trabaja con la metafísica y la deconstrucción, las trampas de la costumbre, de la sociedad y de nuestras certezas. El nuevo pecado de la certeza.

Pero por sobre todo, es importante siempre trabajar sobre el lenguaje, y sobre los distintos mecanismos que esclarecen las acciones de los hombres y mujeres que pisan la tierra. Aquellos que viven en occidente, siendo este un constructo cultural al cual nos adscribimos inevitablemente.

En estos términos, tenemos la herencia y la bendición del mundo grecorromano, de las ciencias, las artes y las letras.

Pero también, una responsabilidad moral y social con el resto de las generaciones que conocerán esta y muchas otras historias de desaliento y destrucción.

Aquella antigua percepción de que la Historia, la escriben los vencedores, los amos y empresarios está obsoleta. En la era de la información, ignorar este tipo de cosas es una opción y no una imposición.

Es la hora de que los vencidos, los torturados, los muertos y enterrados hablen, y que nosotros en nuestra misión pasiva, seamos capaces no sólo de oír, que es aquél acto auditivo innato, sino también de escuchar.

Escuchar, comprender, aprehender y lo más importante. Aprender.

 

Bibliografía y referencias.

  • Agamben, Giorgio, (2000) Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Horno Sacer III, Valencia, Pre-Textos, 191 páginas
  • Mastrogregori, Massimo (1998).El manuscrito interrumpido de Marc Bloch. Apología para la historia o el oficio del historiador. Fondo de Cultura Económica.

 


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