La cacería de niños albinos en Tanzania

“No es un ser humano. Es como un perro. Mantenla en su habitación y no le permitas ir a la escuela. ¿Qué va a hacer con su futuro? No tiene nada en la cabeza”.

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Tanzania es un lugar que nos remite a grandes extensiones de selva, flora y fauna exótica. Sin embargo, al interior del país de la costa este de África, existe una cruel y despiadada discriminación y persecución en contra de las comunidades albinas. Con una población que no supera los 37 millones de habitantes, se estima que alrededor de 250 mil personas padecen de albinismo; una condición genética causada por la ausencia de pigmentación en la piel y vello, y que también ocasiona problemas de vista.

Con estructuras sociales apegadas al tradicionalismo, la población albina se enfrenta a fuertes casos de discriminación, pues en el país africano prevalece la creencia de que un niño falto de melanina es señal de una maldición. Con un rezago educativo que detona la discriminación y los prejuicios, los albinos también deben luchar contra la persecución de la que son objeto ante la “creencia” divulgada por múltiples brujos y curanderos locales de que una extremidad albina puede atraer la suerte. Los curanderos, que ocupan la figura de un médico tradicional, también aseguran que la nariz, los dedos, la lengua, las manos o los genitales de un albino pueden ser utilizados para curar algunas enfermedades.

Ante la posibilidad de que sus hijos puedan morir o sufrir amputaciones, múltiples padres de familia han llevado a sus hijos a campamentos especiales que protegen a los también llamados “fantasmas”. Sin embargo, se presentan casos en que los padres se olvidan de sus hijos porque creen que así podrán superar la “maldición” que pesa sobre ellos. Atendidos por médicos locales y fundaciones extranjeras, estos campamentos se encargan de cuidar, criar y educar a aquellos que buscan entre sus puertas una oportunidad para sobrevivir; a quienes se sienten como refugiados en su propio país.

Cada niño al interior de los campamentos tiene una trágica historia que contar. Hay, por ejemplo, quienes llegaron al lugar después de haber sido atacados por misteriosos hombres que les estuvieron vigilando durante días y que luego irrumpieron en sus casas para obtener alguna extremidad de su cuerpo. O también quienes fueron abandonados por sus padres en la puerta de los campamentos. Aquellos niños cuya realidad no supera las custodiadas rejas del campamento sueñan como cualquier otro niño en crecer y dedicarse a un trabajo; desde ser abogados o músicos, hasta doctores y primer ministro. En una sociedad en la que ser albino representa ya una discapacidad, éstos se plantan ante el mundo para superar los prejuicios y limitaciones físicas.

Desde el año 2000, se tiene registro de al menos 76 personas albinas asesinadas, cuyas muertes están relacionadas con el contrabando de sus miembros. Incluso, algunas familias deben enterrar a sus seres queridos al interior de las casas de barro para evitar que las tumbas sean profanadas. A pesar del número de ataques a las comunidades albinas, las autoridades tanzanas no tienen la capacidad institucional para perseguir, y sobretodo prevenir los ataques. Sin embargo, sí promueve y apoya a los campamentos que reciben a los albinos, aunque con una economía débil que se mantiene gracias a estímulos internacionales, éstos sobreviven principalmente a través de donaciones.

Aquellos sospechosos detenidos y enjuiciados aseguran haber cometido los ataques tras la petición de algún brujo por traerles partes del cuerpo de algún albino, aunado al hecho de que en el mercado negro alguna extremidad puede valer desde 50 hasta 75 mil dólares estadounidenses. Una exorbitante cifra de dinero si se considera que el salario mensual en Tanzania no supera los 40 dólares.

Ante la proximidad de la muerte, los albinos también se enfrentan a una reducida esperanza de vida, pues los datos indican que el 85 por ciento de los niños que nacen con albinismo no superan los 40 años de edad pues mueren principalmente a causa del cáncer de piel. A pesar de que en Tanzania los albinos tienen acceso a tratamientos modernos y gratuitos en contra del cáncer, muchas veces no logran ser atendidos ante la lejanía del hospital en relación con sus hogares o simplemente por la desinformación producto del rezago educativo.

La solución ante el problema de la persecución albina en Tanzania reside en la educación, y en la capacidad del Estado de derrumbar mitos y supersticiones alrededor de las comunidades, para lo cual aún falta un largo camino por recorrer.

Cultura Colectiva