China en el siglo del dragón

En la semana que se celebra el Año Nuevo Chino se estrenó una plataforma de Inteligencia Artificial de código abierto Made in RPC. Se trata de una apuesta que da cuenta del ascenso de China en la economía global y en la producción de nuevas tecnologías. Analizamos con Jorge Heine, ex-embajador de Chile en China y autor de ‘Xi-na en el siglo del dragón’, el modelo experimental de gobernanza chino, los mecanismos para la promoción de autoridades, el modo China speed de realizar obras y las posibilidades que se abren para América Latina.

China en el siglo del dragón

Autor: Mauricio Becerra

China en el siglo del dragón aparece como una potencia tecnológica y económica imparable. Quiere cooperar más que competir pero occidente le bloquea.

En la víspera del año nuevo chino, fue lanzada la Inteligencia Artificial DeepSeek, cuyo desarrollo costó una fracción del valor de la norteamericana ChatGPT. El tren más rápido del mundo es la línea Maglev que conecta el Aeropuerto Internacional de Pudong con el centro de Shangai a una velocidad de 431 kilómetros por hora. En 2024, BYD superó a Tesla como el mayor fabricante de vehículos eléctricos del planeta. Los datos dan cuenta de que si en el siglo XX la tecnología e innovación eran producidas en los países del norte global, en la centuria que comienza la vanguardia tecnológica serán los productos Made in RPC.

La República Popular China creció a un promedio de un 10% anual durante tres décadas consecutivas, superando todos los pronósticos conocidos hasta entonces. Hoy es el mayor socio comercial de 130 países en el mundo y la mayor potencia exportadora; de entre los diez mayores puertos de carga en el mundo, siete son chinos. Así ocurre también con los cuatro mayores bancos del mundo en términos de capitalización. Desde 2014, China es la mayor economía en términos de paridad de poder adquisitivo y para fines de esta década se proyecta que supere a Estados Unidos en términos nominales.

Son sólo algunos de los datos entregados por Jorge Heine en ‘Xi-na en el siglo del dragón’, editado por LOM Ediciones. El autor es abogado y doctor en Ciencia Política, ha sido embajador chileno en Sudáfrica, India y China (2014-2017) y actualmente es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston. En el libro, Heine da cuenta del ascenso de China en el comercio mundial y la geopolítica global, analizando desde múltiples dimensiones el fenómenos que se ha venido en llamar el gigante asiático.

La estructura de gobernanza en China, caricaturizada por la prensa de occidente como una férrea dictadura comunista, es uno de los tópicos tratados por Heine, quien explica el modelo experimental de gobernar chino recogiendo una idea que plantea que el Partido Comunista Chino (PCCH) al estar luchando durante tres décadas en trincheras antes de la Revolución de 1949, estuvieron obligados a ensayar y alternar estrategias, lo que les permitió ir desarrollando un amplio abanico de tácticas. Es el “modelo guerrillero de hacer política” señalado por Sebastián Heilmann en ‘Red Swan: How Unorthodox Policy-Making Facilitated China’s Rise’ (2018). Según este autor, cuatro características definen este modelo: alargar la situación existente al máximo, aprovechando cada oportunidad para cambiar la correlación de fuerzas a su favor; mantener la vista firme en metas estratégicas, pero siendo pragmáticos en los medios para alcanzarla; utilizar todas las herramientas disponibles, sean tradicionales o no, extranjeras o propias; y finalmente, buscar y utilizar oportunidades de todo tipo que permitan acumular más poder político y metas estratégicas.

Heine también nos da pistas respecto de como funciona la competencia y la promoción de autoridades dentro del PCCH, siendo un partido único con un gobierno centralizado. Sostiene que son cuatro los parámetros de evaluación que definen el éxito de una autoridad: el aumento de la tasa de crecimiento de su región; atracción de inversión extranjera; aumento del empleo y la mantención de la estabilidad social en su región. Estas evaluaciones atraviesan todas las estructuras de poder local en China, siendo promovidos a cargos o responsabilidades superiores quienes demuestren las competencias y presenten buenos resultados.

Dicha forma de selección de altos cargos da cuenta de la aparición de determinados liderazgos en el gobierno chino. Consultamos con Heine para que nos hiciera un breve repaso de las características de los últimos tres gobernantes chinos:

Jiang Zemin (1993-2003)

“La presidencia de Jiang Zemin tuvo como sello principal la estabilización y profundización del proceso de reformas iniciado por Deng Xiaoping en 1978. Hitos claves en ella fueron la transferencia pacífica de Hong Kong como colonia británica a China en 1997; el ingreso de China a la OMC en 2001; y la apertura del PCCH al ingreso de empresarios, lo que cambió el carácter del partido”.

Hu Jintao (2003-2013)

“La presidencia de Hu Jintao se caracterizó por enfocarse sobre todo en el crecimiento económico. De hecho, fue en 2008 que China completó 30 años consecutivos de crecimiento promedio de un 10% anual, algo que ningún economista pensaba que era posible en país alguno, no digamos ya en uno del tamaño de China. También manejó muy bien la crisis financiera de 2008-2009, con un paquete de estímulo fiscal de 600,000 millones de dólares, que le permitieron superar la crisis mejor y más rápido que otros países”.

Xi Jinping (2013-)

“La presidencia de Xi Jinping, a su vez, ha sido una en que China se ha proyectado al resto del mundo como nunca antes. Tanto Jiang como Hu mantuvieron un bajo perfil internacional. Xi, por el contrario, en su primer quinquenio en el cargo, visitó 50 países. La Iniciativa de la Franja y la Ruta ha significado una inversión de un billón de dólares a lo largo y lo ancho del mundo. Por algo The Economist ha calificado a Xi como el hombre más poderoso del mundo”.

LA RUTA DE LA SEDA

En 2013 el presidente Xi Jinping presentó en Astana, capital de Kazajistán, la Iniciativa y Franja y Ruta de la Seda (BRI), destinada a conectar por vía terrestre a China y Asia central con los mercados europeos. Se trata de rehacer el camino hecho por Marco Polo desde Venecia en el siglo XIII, con inversión en vías ferroviarias, carreteras, túneles y puentes. Esto daría paso a la conformación de corredores industriales que incorporarían al comercio a las antiguas repúblicas soviéticas de Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán, Turkmenistán y Kirguistán.

La iniciativa BRI fue justamente lanzada después de la crisis financiera de 2008-2009, en la fecha cuando se terminó el programa de ayudas del gobierno chino. En esa ocasión, con el objetivo de enfrentar el estancamiento de la demanda con el consecuente cierre de industrias, el gobierno chino aprovechó la acumulación de divisas que había hecho en los años precedentes para lanzar una política de estímulos por 600 mil millones de dólares que inyectó en la economía. La medida fue a contrapelo de las promovidas políticas de austeridad ante las crisis económicas promovidas por instituciones como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

De esta forma, la salida de la crisis económica no fueron políticas de restricción del gasto, sino una fuerte inversión estatal para dar un segundo paso hacia el interior del país. Se persigue así nivelar el desarrollo del país, cuyo acelerado crecimiento ha sido primordialmente en las provincias costeras. Ahora los recursos están orientados hacia las provincias del centro y oeste: Hubei, Sichuan, Sinkiang, Yunnan y Guangxi, las que son ricas en petróleo, oro, minerales, gas natural, fuentes de energía solar y eólica.

“La Iniciativa de la Franja y la Ruta es tal vez el proyecto de cooperación al desarrollo más ambicioso llevado a cabo. Ha sido endosado por 150 países, siendo 22 en América Latina y el Caribe. Esto ha llevado a China a gastar un billón de dólares a lo largo de sus 10 años de existencia. Su énfasis principal está en contribuir al desarrollo de la infraestructura y la conectividad , tanto física como digital. La construcción de puertos, vías férreas, túneles y puentes han contribuido significativamente al proceso de globalización”- comentó Heine.

El ex-diplomático también destaca que para los países en vías de desarrollo hay mayores ventajas para negociar acuerdos con China, ya que no interfiere en los asuntos internos ni en la política doméstica de los países, a diferencia de los acuerdos firmados con el BM o el FMI, que a cambio de préstamos y paquetes de asistencia exigen recortes presupuestarios, despidos de empleados públicos y eliminación de subsidios a productos de primera necesidad.

Hoy China es el primer país en comercio en el mundo, destaca Heine, siendo para 128 naciones su primer socio comercial. En este camino Chile tiene experiencia. Fue el primer país sudamericano que inició relaciones diplomáticas con China, en el gobierno de Salvador Allende. Al mismo tiempo, después de que China suscribió el acuerdo de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (Asean), el primer Tratado de Libre Comercio (TLC) fue firmado con Chile en 2005. Desde el año 2016, el gigante asiático pasó a ser el mayor mercado para el vino chino y el principal destino de la exportación de frutas.

“Chile tiene las mayores reservas de cobre en el mundo, y de las mayores de litio, dos insumos claves para la transición a la energía verde. China es el mayor productor de vehículos eléctricos en el mundo . Hay una complementariedad obvia en ello. ¿Cómo la potenciamos ? Esa es la clave”- comenta Heine.

LA DIMENSIÓN GEOPOLÍTICA Y AMÉRICA LATINA

El proceso de expansión comercial de China ha ido ocupando espacios antes ocupados por Estados Unidos y Europa en relación a proyectos de inversión, acceso de materias primas y relaciones geopolíticas. Sin embargo, China en vez de enfocarse en una política revisionista que cuestiona estas estructuras (FMI, Banco Mundial, G-7), apuesta por ir creando alternativas de gobernanza al margen de estas instancias.

A juicio de Heine, “China considera que la actual estructura de gobernanza global no responde a las realidades de 2024, que son muy distintas a las de 1944, cuando se diseñó el actual esquema global. Es por ello que ha impulsado cambios en ellas, promoviendo una mayor democratización de las mismas. Al mismo tiempo, ha creado estructuras paralelas como el Banco Asiático de Inversión e Infraestructura (BAII) y el Nuevo Banco del Desarrollo, el así llamado Banco de los BRICS. También participa muy activamente en la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) que enfatiza temas de seguridad”.

Para conseguir este objetivo China se ha concentrado en desarrollar una robusta política exterior. Con una dotación de 9 mil diplomáticos, Heine comenta que la División América Latina y el Caribe ocupa a 60 funcionarios. Los embajadores a su vez están obligados a hablar el idioma del país en donde son destinados. Al mismo tiempo, la Cancillería china ha desplegado una política de relaciones internacionales transparentes, lo que se manifiesta en la creación de libros en los que se expresa dicha política exterior. El primer Libro Blanco fue dedicado a las relaciones entre China y la Unión Europea (UE) en 2008, el segundo para las relaciones con África (2006) y, posteriormente fue publicado el Libro Blanco China-América Latina (2008).

Las relaciones sino-americanas se han ido basando en tres pilares que se suceden en el tiempo: el comercio, la inversión y, posteriormente, políticas de cooperación, destaca el análisis de Heine. El primer ámbito ha sido el de más temprano desarrollo, pasando con los años China a ser el principal socio comercial de varios países de la región, como Chile. Las principales exportaciones, reseña Heine, son commodities, ya sea petróleo, cobre, hierro, soja o harina de pescado. El ex-diplomático también destaca que en la época del boom chino y auge de precio de commodities (2003-2013) hubo buenos beneficios para el continente.

Así “su apuesta es por la globalización, la que se beneficia de los proyectos de infraestructura que China promueve, proyectos que también benefician, como es obvio, a los países en que se realizan, como el puerto de Chancay en Perú. Para nuestros países, el principal desafío es cómo lograr más valor añadido en las materias primas que exportamos a China”- añade.

En el espacio asiático, China empujó la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), con países miembros de todos los continentes, 8 de los cuales son países latinoamericanos. Respecto de las inversiones, el principal destino en la región son Brasil, Perú, Argentina y México. También se otorgan préstamos a empresas estatales o gobiernos de la región. Heine entrega la cifra de 140 mil millones de dólares entregados entre 2005-2018, cifra que superó los préstamos del BM y el BID a la región. La Inversión se concentra en Venezuela, Ecuador, Argentina y Brasil.

Las políticas de inversión y cooperación, además de concentrarse en recursos naturales, conllevan la transferencia tecnológica. Así China transnacionaliza a sus empresas que han desarrollado innovaciones en diversos campos, sea la energía eólica, la transmisión eléctrica o los trenes de alta velocidad. Suma así a la exportación de productos manufacturados, la apertura de nuevos mercados para su incipiente industria tecnológica y de ingeniería. En Argentina, financiaron el proyecto Loma Blanca de energía eólica en Chubut; en tanto que en Brasil la mayor empresa eléctrica del mundo, China State Grid, compró la brasileña CPFL Energía S.A. y State Power Investment Corporation Limited (SPIC) adquirió la planta hidroeléctrica São Simão. Con ello China abre espacios para la ingeniería en transmisión eléctrica a larga distancia, con voltaje ultra alto (UHV) con pérdidas mínimas en el trayecto, que ha venido desarrollando en el último tiempo. En Chile, ferroviarias chinas se interesaron en el proyecto tren rápido Santiago-Valparaíso, pero la falta de interés de parte de las autoridades y la lentitud de los procesos hicieron que se retiraran del proyecto en 2019.

Si hasta hace una década China no tenía relaciones diplomáticas con los países de Centroamérica, recientemente comenzó a abrir sedes diplomáticas en la mayoría de las capitales de dichos países, incluso con férreos aliados de Estados Unidos, como Panamá. Tras el inicio del vínculo diplomático, en junio de 2017, se firmaron varios tratados comerciales, una empresa china se afanó en la construcción del cuarto puente sobre el Canal de Panamá y se estableció en dicho país la sede del Bank of China para toda la región. Dicha entrada fuerte del país asiático en Centroamérica está siendo contestado con el actual gobierno de Trump exigiendo el control sobre el canal.

El objetivo de China es desarrollar la interconectividad energética en Sudamérica o a nivel regional y la creación de corredores bioceánicos. “Su apuesta es por la globalización, la que se beneficia de los proyectos de infraestructura que China promueve, proyectos que también benefician, como es obvio, a los países en que se realizan, como el puerto de Chancay en Perú. Para nuestros países, el principal desafío es cómo lograr más valor añadido en las materias primas que exportamos a China”- añade el analista. De igual modo, llama la atención sobre la forma de hacer las cosas denominada China speed, que se enfrenta a la incapacidad de países de los países de América latina para coordinar una respuesta colectiva a sus propuestas. China es el país en el que los edificios se hacen en tres días, estaciones de tren en una semana y máquinas que ponen 700 metros de rieles de ferrocarril por día, destaca Heine.

“Lamentablemente Al no está en condiciones de responder con ninguna clase de planteamiento común a una agenda de este tipo con China, menos aún de plantearse la coordinación sobre temas de la agenda de gobernanza global, como el cambio climático”- sentencia el analista.

Pese a tal falta de articulación, Heine es optimista, lo que destaca en el ámbito ferroviario. “Uno de los grandes desafíos de la integración regional sudamericana radica en la falta de conectividad. China podría jugar un papel clave en desarrollar la infraestructura necesaria para superar este déficit, que afecta mucho la competitividad internacional de la región. Los costos de logística y transporte en América Latina por unidad exportada fluctúan entre el 13 y el 18%, mientras que en la OCDE, son del 8%. Los corredores bioceánicos le lloran a la región. China podría contribuir tanto a su financiamiento como a su construcción, ya que algunas de las mayores empresas de construcción del mundo son chinas. Sin embargo, la falta de acuerdo entre los propios países sudamericanos para avanzar en estos proyectos es el principal obstáculo a que se avance en ello”.

Mauricio Becerra R.
El Ciudadano

El Ciudadano publicó la edición especial China Tradición y Modernidad, la que puede solicitar al mail [email protected]


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