Científicos creen que los romanos previo a ejecutar la cruxifición de sus víctimas, ocasionaban lesiones con objetos en el hueso del talón y en otras partes del cuerpo y posteriomente, clavaban al sentenciado en una superficie. Consideran que estas torturas pudo padecerla Jesucristo antes de morir.
Supuestamente las cruces de madera que se utilizaron en las prácticas de torturas de los romanos para colgar los cuerpos se deterioraban rápidamente. Por ello, los victimarios extraían de sus víctimas los clavos. Según análisis publicado por arqueólogos italianos.
El estudio publicado en la revista Archaeological and Anthropological Sciences, expone que los científicos descubrieron en Italia un esqueleto de 2.000 años de antigüedad que perteneció a un hombre de entre 30 y 34 años de edad que murió crucificado.
El fósil fue encontrado en las excavaciones de una tumba en la llanura Padana, localizada a unos 60 kilómetros de Venecia.
«La importancia de este descubrimiento reside en el hecho de que es el segundo caso documentado en el mundo con raros indicios«, acotó Ursula Thun Hohenstein, de la Universidad de Ferrara.
Aseguraron que en el esqueleto se detectó una peculiar lesión «en todo lo ancho» del hueso del talón que pudo ser clavado a una superficie antes de que la víctima pereciera.
Los investigadores sostienen «la crucifixión como una posible causa de la lesión», pero, alertan que «la interpretación se ve complicada por la mala conservación de la superficie de los huesos y a los daños y agujeros presentes en otras partes del esqueleto».
Explicaron que la crucifixión ejecutada por los romanos y practicada por casi mil años es considerada como una tortura.
En 1968 fue hallado el primer esqueleto con prueba de crucifixión por el arqueólogo Vassilios Tzaferis en Jerusalén. Los restos eran de un hombre judío y presentaba un clavo de 18 centímetros en el talón. Además, el clavo estaba unido a un trozo de madera de olivo que se supone sea resto de la cruz.