La canciller Ángela Merkel insiste en defender su política de recibir refugiados en medio de la creciente tensión dejada por los recientes ataques que ha sufrido el país. Alemania todavía está tratando de resolver las solicitudes de refugio de los que aprovecharon las fronteras abiertas de 2015.
Había interminables corredores llenos de funcionarios apresurados cargados de archivos; oficinas con computadoras, microscopios y lectores de huellas digitales.
Vi señales de centros médicos y comedores, algunos lugares recién pintados, otros en renovación. El personal de seguridad se mantenía vigilante, los traductores luchaban con todo tipo de idiomas.
En cuartos individuales, se desarrollaban intensas conversaciones entre trabajadores del centro y familias acerca de historias de vida y viajes dramáticos.
Niños ansiosos buscaban regazos paternales, algunos jugaban, otros se mostraban inquietos en cuartos de espera. Esperar es la clave de este lugar.
Gran atraso
Para eso es este nuevo centro, para terminar la larga espera de cientos de miles de personas que llegaron a Alemania en 2015 como inmigrantes y que todavía no saben si les permitirán quedarse.
«Cultura de acogimiento» fue la frase usada cuando Alemania abrió sus fronteras.
Pero desde entonces, el flujo de inmigrantes a Alemania ha descendido significativamente ya que las fronteras se cerraron y acuerdos como el alcanzado por la Unión Europea con Turquía a inicios de 2016, que ordenaba deportar a los que ingresaran ilegalmente a Europa, han mantenido a muchos posibles inmigrantes lejos de Alemania.
Pero el legado de las llegadas masivas de 2015 todavía es espinoso para Alemania, debido a incidentes violentos recientes, en algunos de los cuales han estado implicados inmigrantes.
Tuve acceso especial a un nuevo centro diseñado para mostrar cómo Alemania está respondiendo a la crisis.
Se ubica en Bonn, al oeste del país, y trabaja en procesar solicitudes de asilo, uno de los más de veinte centros destinados a lidiar con un gran atraso.
Los números son sorprendentes.
«Estamos bastante seguros de que para fines de 2016, todos los que vinieron en 2015 tendrá una respuesta a su solicitud», me dijo Katrin Hirseland, del ministerio federal de Migración y Refugiados (BAMF, por sus siglas en alemán).
¿Cuántas postulaciones tendrán que revisar? «Serán entre 800.000 y 1.000.000», cuenta.
Esto representa un enorme desafío para el gobierno. ¿Cómo lo lograrán?
24 horas
En Bonn, el ministerio ha ocupado el Ermekeilkaserne, que antes era un cuartel del ejército. Es un lugar lleno de historia.
En 1950, cuando Bonn era la capital de Alemania Occidental, el ministerio de Defensa se instaló aquí una vez que al país se le volvió a permitir tener un ejército, tras los horrores del nazismo.
Estos horrores llevaron a Alemania a crear una ley generosa en asilo político para aquellos que huían de persecuciones.
Pero nunca se imaginaron que podrían llegar tantos en tan poco tiempo.
Armin Moers, que administra este nuevo centro, es un individuo enérgico, con ganas de enseñarme cómo funcionará el sistema.
Cerca de 800 migrantes al día podrían llegar aquí y sus casos ser procesados y decididos en un tiempo tan corto como 24 horas.
Me mostró cómo los migrantes eran registrados, se les tomaba las huellas digitales y se revisaban sus documentos.
Interrogatorios separados
Muchos llegan sin documentos porque los perdieron o los destruyeron deliberadamente ya que saben que solo los procedentes de ciertos países van a ser aceptados como refugiados.
En un cuarto, vi equipos especiales y computadoras para detectar documentos falsos.
En un piso quedan las habitaciones clave donde ocurren las audiencias para pedir asilo.
En una, vi a una familia siria en la que la madre y el hijo habían sido separados del esposo para que el adjudicador de asilo pudiera contrastar las historias de ambas partes.
Escuché cuando la adjudicadora -una mujer joven, muy centrada- preguntó al esposo sobre su viaje desde Siria, los detalles de dónde había vivido y cómo habían viajado.
Todos los adjudicadores tienen acceso a una gran base de datos del ministerio, con la que pueden verificar historias y decidir si las postulaciones merecen aceptarse.
El esposo se veía ansioso, lo que era de esperarse. Estas audiencias, que pueden demorar hasta seis horas, determinan el curso de miles de vidas.
Una red de computadoras asocia lo que sucede aquí con muchas otras agencias de gobierno.
El objetivo, dice Moers, es asegurar que los verdaderos buscadores de asilo puedan ser ayudados a integrarse rápidamente en la sociedad alemana.
Pero cerca del 40% de los que buscan asilo son rechazados. Esto significa que cientos de miles de personas tendrán que dejar el país.
Deportaciones forzadas
La idea de deportaciones forzadas es complicada especialmente por la historia de Alemania. Solo en 2015, cerca de 22.000 fueron deportados.
El gobierno espera persuadir a los que les han rechazado la solicitud de asilo, que regresen voluntariamente a sus países.
Pero algunos han optado por desaparecer de la vista de los funcionarios, viviendo clandestinamente, evitando la deportación.
Pueden ser vulnerables a explotación económica y criminal, así como a la radicalización.
En el centro de procesamiento de Bonn, también sentí una ansiedad constante acerca de la seguridad.
A los solicitantes de asilo no se les permite moverse solos y pueden dejar el centro solo con permiso oficial.
Moers me dijo que no quería informar a los migrantes en el centro sobre su estatus, porque le preocupaba alguna manifestación de ira que amenace la seguridad de su equipo y otros inmigrantes, incluyendo niños.
Ayuda a los refugiados
Mientras que el gobierno actúa, ¿cómo ha respondido la sociedad alemana al flujo de 2015?
Encontré un debate fascinante en curso a unos metros del centro de procesamiento de Bonn, en unos edificios ocupados por un colectivo ciudadano.
Esperaban usar el cuartel para la comunidad, hasta que llegó el ministerio de Migración y Refugiados.
Los miembros han estado ayudando a los inmigrantes que llegaron el año pasado. «Era sorprendente», me dijo Ute Harres, integrante del grupo. «Era abrumador para nosotros», agrega la mujer.
Los pobladores donaban de todo: desde ropa hasta bicicletas. La iniciativa todavía está vigente, con proyectos como clases de cocina que reúnan a niños locales y de familias migrantes.
Al mismo tiempo, dice Harres, las llegadas del año pasado «han generado preguntas sobre inmigración que no habían sido abordadas antes».
Alemania ya ha tenido olas de inmigración, así como como los «trabajadores invitados» turcos y refugiados de la ex-Yugoslavia.
Preocupación
Pero mucha gente y algunos políticos han negado siempre que Alemania sea un «país de inmigración». Ahora, dice Harres, la gente estaba debatiendo qué tan bien estaba funcionando la integración, sobre si había «sociedades paralelas» en Alemania.
La gente reservada «era juzgada rápidamente como extremistas», comenta.
«Uno debe ser capaz de decir ‘Estoy justo en el medio. Tengo mis reservas,pero también estoy aquí para ser abierto y acoger gente'», piensa.
Así que la «cultura de acogimiento» de 2015 no ha desaparecido.
Muchos todavía quieren que Alemania honre su tradición reciente de asilo.
Pero hay preocupaciones también. En un lugar como el centro de trámite de Bonn, otra prioridad es clara.
En tiempos cada vez más inseguros, el gobierno quiere mostrar desesperadamente que está tomando el control.