El Líbano registra un aumento de enfermedades prevenibles–como el cólera, la hepatitis A, el sarampión y la meningitis–debido al deterioro de las infraestructuras, los desplazamientos masivos y la malnutrición generalizada. Más de 1,2 millones de personas necesitan asistencia alimentaria urgente, mientras que el acceso al agua potable y a los servicios médicos ha disminuido drásticamente.
Los indicadores del colapso del sistema de salud libanés están empeorando, con una amplia y acelerada propagación de enfermedades prevenibles. El Líbano está presenciando un aumento en los casos de cólera, hepatitis A, sarampión y meningitis, enfermedades exacerbadas por la agresión israelí en el Líbano y el colapso económico continuo desde 2019. Décadas de austeridad y un sistema sanitario basado en la privatización excesiva han debilitado los servicios de sanidad pública, volviéndolos incapaces de contener estos brotes y provocando una aceleración sin precedentes de la crisis sanitaria.
En 2025, de no darse prioridad urgente a estos riesgos, el Líbano se enfrentará a la amenaza del deterioro de la salud pública. Una combinación de factores interrelacionados — la guerra, el deterioro de la calidad de vida, la inflación continua y el deterioro de las infraestructuras — ha creado las condiciones ideales para la proliferación de las epidemias, agravadas por una malnutrición desenfrenada y un acceso limitado a los servicios sanitarios.
El informe «Lebanon Crisis, Risk Analysis 2025,» elaborado por Save the Children en colaboración con Data Friendly Space en el último mes del año anterior, evalúa la probabilidad y el impacto de los riesgos previstos en el Líbano para 2025. Los resultados indican una alta probabilidad de brotes de cólera, hepatitis A, sarampión y meningitis, con signos de contagio ya evidentes, agravados por el desplazamiento masivo durante la guerra y el colapso casi total de los servicios esenciales. El potencial de estas epidemias supone un grave peligro, ya que más de 1,2 millones de personas necesitan asistencia alimentaria urgente debido a que la malnutrición aumenta aún más la vulnerabilidad de la población a las enfermedades. Mientras tanto, el sistema de sanidad del Líbano, ya afectado por el conflicto y las políticas de austeridad, se debilita bajo el peso de las crisis sanitarias acumuladas, la escasez crónica de fondos y la ausencia de una visión clara para la salud pública.
Estos riesgos reflejan una profunda deficiencia estructural en el sistema libanés, donde se han priorizado los intereses de las élites financieras y comerciales por encima de la salud pública. Esta política se ha intensificado desde la crisis económica de 2019. La pregunta hoy ya no es si el Líbano se enfrentará a crisis sanitarias, sino cuán devastadoras serán y si se convertirán en herramientas para imponer más violencia estructural a las poblaciones más vulnerables.
El cólera: Un símbolo de fracaso estructural
El resurgimiento del cólera, una enfermedad relacionada con el agua potable contaminada y el saneamiento deficiente, ha sacudido al Líbano con una fuerza alarmante. En el brote de 2022, se registraron 8.007 casos sospechosos, incluidos 671 casos confirmados y 23 muertes. Se espera que la situación empeore, ya que más de 36 instalaciones hidráulicas resultaron dañadas por los ataques israelíes, dejando a más de 400.000 personas sin acceso a una fuente de agua potable. Esta potencial crisis no es sólo el resultado del colapso de la infraestructura, sino que también refleja factores políticos más profundos. Los servicios de agua y saneamiento se han deteriorado debido a décadas de negligencia y escasa inversión. La incapacidad — o la falta de voluntad — del Estado para proporcionar servicios básicos a los residentes o comprometerse seriamente con los esfuerzos de reconstrucción ha obligado a millones de personas a depender de una asistencia humanitaria fragmentada e insuficiente, que enfrenta una escasez de fondos que puede empeorar con la interrupción de la asistencia estadounidense.
Lo preocupante no es sólo la posibilidad de un nuevo brote de cólera, sobre todo teniendo en cuenta que el de 2022 se contuvo con éxito, sino la sostenibilidad del riesgo, lo que sugiere que el cólera podría convertirse en endémico en la sociedad libanesa tras haber sido erradicado en la década de 1990.
La hepatitis A: Una crisis de saneamiento
La hepatitis A, una infección vírica del hígado, ha tenido un fuerte aumento en los casos, con 2,086 reportados a principios de 2024 en comparación con solo 609 en 2022. El virus se propaga a través de alimentos y agua contaminados y prospera en medio del deterioro de las condiciones sanitarias del Líbano. A diferencia del sarampión o la meningitis, en el Líbano no existe un programa nacional de vacunación contra la hepatitis A, lo que expone a las poblaciones desplazadas en zonas vulnerables especialmente susceptibles a la infección grave.
Se espera un brote similar o mayor en 2025, especialmente en las regiones del sur, donde los ataques israelíes contra la infraestructura sanitaria han reducido severamente el acceso a los servicios médicos.
El sarampión: Un sistema de vacunación colapsado
El sarampión, una de las enfermedades más infecciosas de la historia de la humanidad, ha resurgido como un problema de salud este año. Las tasas de vacunación en el Líbano se han desplomado debido al colapso del sistema sanitario. Según la Organización Mundial de la Salud, las tasas de vacunación han disminuido en un 40 por ciento. Solamente el 73 por ciento de la población ha recibido una dosis de la vacuna contra el sarampión y el 53 por ciento ha recibido dos. El año pasado solo se registraron 84 casos confirmados. Puesto que el sarampión tiene un número básico de reproducción (R0) de 12 a 18, lo que significa que cada infección puede afectar como mínimo a 12 personas, se prevé que el brote empeore a menos que se reanuden las campañas de vacunación a gran escala.
El sarampión afecta de manera desproporcionada a lxs niñxs, especialmente a los menores de cinco años o que sufren malnutrición. El colapso económico del Líbano ha reducido el acceso a alimentos: más de un millón de personas necesitan asistencia alimentaria. Lxs niñxs malnutridos corren un riesgo mucho mayor de sufrir complicaciones graves por el sarampión, como neumonía y encefalitis, un fenómeno ampliamente documentado en Gaza. El virus también puede borrar la memoria inmunitaria, dejando a lxs niñxs vulnerables a las enfermedades infecciosas contra las que fueron vacunados previamente.
Meningitis: La asesina silenciosa
Líbano registró 295 casos de meningitis en 2024, y la enfermedad se propagó rápidamente en los albergues colectivos. La meningitis causa la inflamación de las membranas protectoras que rodean al cerebro y la médula espinal y puede ser mortal si no se trata a tiempo. Los factores clave detrás de su propagación incluyen el hacinamiento, el saneamiento deficiente y el acceso limitado a la atención médica, condiciones que han empeorado significativamente como resultado de la guerra y el colapso económico.
Lxs recién nacidxs y lxs ancianxs son los que corren mayor peligro, y su vulnerabilidad aumenta debido a la interrupción de las campañas de vacunación.
La erosión del sistema de salud del Líbano
El colapso del sistema de salud del Líbano no se limita a los brotes de enfermedades, sino que también incluye el quiebre inminente de la infraestructura sanitaria. Más de 40 hospitales han sido gravemente interrumpidos y 98 centros de atención primaria han cerrado debido a la agresión israelí. Mientras tanto, UNRWA, el principal proveedor de servicios de salud a refugiadxs palestinxs, se enfrenta a importantes recortes de financiación, lo que limita aún más el acceso a la atención para uno de los grupos más marginados del Líbano. También se estima que la reciente decisión de Estados Unidos de congelar la ayuda conducirá a fuertes reducciones en los presupuestos de las agencias de la ONU y las ONG que brindan asistencia humanitaria de salud en el Líbano.
El colapso del sistema de sanidad no solo fue un resultado directo de la reciente guerra, sino también de décadas de políticas económicas que drenaron los recursos de los servicios públicos y aumentaron su precariedad. Movilizar al sector sanitario privado para responder a las crisis de sanidad pública sin los incentivos para los beneficios que hoy no están disponibles es un desafío. La dependencia del Estado de las organizaciones humanitarias para asumir la responsabilidad de la prestación de asistencia sanitaria ha sido criticada durante mucho tiempo, ya que expone al sistema sanitario libanés a los riesgos de la fluctuación de la financiación extranjera, una situación que se evidencia actualmente con la disminución de la asistencia internacional.
Salud mental: La crisis descuidada
En medio de las crisis de salud física, el Líbano enfrenta una epidemia silenciosa de trastornos de salud mental. El trauma de la guerra, el desplazamiento y la privación económica han llevado a un aumento de las tasas de ansiedad, depresión y trastorno de estrés postraumático, especialmente en niñxs y mujeres. Las perspectivas de violencia continua y desplazamientos prolongados agudizan aún más la depresión y la ansiedad. Con la disminución de los servicios de salud humanitarios, el apoyo psicológico es casi inexistente para quienes más lo necesitan. Al mismo tiempo, el estigma social asociado a los trastornos de salud mental impide a muchas personas buscar ayuda, intensificando la crisis.
El rol de la malnutrición y la inseguridad alimentaria
La creciente crisis alimentaria empeora la crisis de salud pública del Líbano. Más de un millón de personas necesitan asistencia alimentaria urgente, mientras que las tasas de malnutrición infantil alcanzan niveles alarmantes, con un 16,5 por ciento de niñxs menores a cinco años que sufren retraso en el crecimiento y un 6,6 por ciento de emaciación. En los campos de refugiadxs sirixs, las tasas de malnutrición entre niños y niñas menores de cinco años ascienden a 25,8 por ciento, y se registran tasas aún más altas en el norte del Líbano y el valle de Bekaa. Las consecuencias de la malnutrición van más allá del aumento del riesgo de enfermedades infecciosas, lo que provoca discapacidades a largo plazo, como retrasos en el desarrollo y debilitamiento del sistema inmunitario.
Agua y saneamiento
La crisis hídrica en el Líbano es una fuente de desastres de sanidad pública en aumento. La destrucción de la infraestructura, la falta de inversión y el colapso de los servicios municipales han privado a comunidades enteras del acceso al agua potable. Con la destrucción de 36 importantes instalaciones de agua por parte de Israel, hoy más de 400.000 personas dependen de los programas de distribución urgente de agua, los cuales sufren una grave escasez de fondos y corren el riesgo de ser interrumpidos en cualquier momento.
Evitar un mayor deterioro
Es probable que el año 2025 marque una nueva fase en el deterioro del sistema de sanidad libanés a un nivel más primitivo. Las respuestas del gobierno libanés al colapso de los servicios de salud tras la crisis de 2019, la pandemia de COVID-19 en 2020 y 2021, el brote de cólera en 2022 y el descuido de la salud de lxs refugiadxs sirixs solo han ganado tiempo y mitigado temporalmente los efectos del deterioro del sistema sanitario. Sin embargo, no han abordado las causas estructurales que continúan empeorando progresivamente la salud de la sociedad libanesa. La política de negar las crisis y atribuir la responsabilidad de la respuesta a las organizaciones humanitarias es lo que nos ha traído hasta aquí. Negarse a abordar los factores estructurales que impulsan estas crisis no solo resucita las amenazas históricas para la salud, como los brotes de enfermedades infecciosas prevenibles, sino que también afianza el impacto de las crisis superpuestas. El deterioro del acceso a la atención médica, la malnutrición y el colapso de la infraestructura crean un entorno propicio para brotes repetidos que se vuelven cada vez más difíciles de controlar con el tiempo.
El Líbano está descendiendo rápidamente al nivel de los sistemas de salud de los países de bajos ingresos. Revertir esta trayectoria requiere reformas radicales en todo el sistema de sanidad y una reestructuración integral de las políticas de salud pública.
Autor/a: Anis Al-Jarmani
Fuente: Internacional Progresista/El Ciudadano
Foto: Especial
Recuerda suscribirte a nuestro boletín
📲 https://bit.ly/3tgVlS0
💬 https://t.me/ciudadanomx
📰 elciudadano.com
