En el primer debate que los enfrenta cara a cara, el senador Bernie Sanders y la ex Secretaria de Estado Hillary Clinton confrontaron posiciones en New Hampshire pocos días antes de las segundas primarias por las presidenciales de Estados Unidos. De ahora en adelante la competencia por la nominación del Partido Demócrata será a dos bandas, luego de la renuncia del tercer candidato Martin O’Malley, tras su insignificante apoyo en las pasadas primarias de Iowa.
Un gran porcentaje de la discusión giró a la lucha por asumir la representación de la centro-izquierda estadounidense, con alusiones constantes a compromisos por mantener el rol público del Estado en los temas de salud, empleo, regulación de Wall Street y de las grandes empresas farmacéuticas.
Sanders recordó constantemente que es el único candidato que no tiene un Super Pac, los organismos creados para canalizar donaciones multimillonarias sin límites. Destacó, en ese sentido, que es el candidato con la mayor cantidad de donaciones de bajo monto, que mantienen viva su campaña y energizada. “Un millón de personas que han donado un promedio de 27 dólares cada uno”, destacó el senador autodenominado “socialista”.
Sanders defendió las bases de su campaña, que ha ido creciendo de forma exponencial tras estar decenas de puntos por debajo de Hillary Clinton. Actualmente, tras un virtual empate en las encuestas y en las primarias de Iowa, Sanders reafirmó su crítica a la alta concentración de riqueza en pocas manos, la necesidad de tener un sistema de salud universal, y su propuesta sobre la gratuidad del sistema universitario, que sería financiado con un impuesto a las ganancias de Wall Street. Asimismo, criticó duramente la influencia del dinero en el sistema político de Estados Unidos y atacó a los grupos de poder económicos, especialmente las farmacéuticas.
Hillary Clinton invirtió mucho tiempo en ratificar sus credenciales “progresistas”, defendiendo su récord de lucha por un sistema de salud universal (lideró, en efecto, un frustrado intento cuando su esposo Bill Clinton era presidente de EEUU). Respecto al seguro médico, defendió la idea de seguir construyendo sobre lo avanzado hasta ahora y no pretender crear un nuevo sistema, como plantea Sanders. En una crítica indirecta al senador demócrata, llamó a implementar políticas “realistas”, señalando que ella era una “progresista que concreta cosas”.
Uno de los momentos más tensos ocurrió cuando Hillary Clinton reaccionó con claro enojo contra la acusación de Sanders sobre que ella había sido influenciada por las donaciones de inversionistas de Wall Street. Rechazó vehemente las críticas. “¡Es suficiente!”, espetó directamente, rechazando la noción que donantes millonarios logren influenciarla en desmedro de sus valores políticos. Asimismo, señaló con sarcasmo que “Sanders es la única persona que identifica a la única mujer candidata como una representante del establishment”. Clinton contraatacó a Sanders también en áreas polémicas de su récord legislativo, como cuando ha aprobado legislación que ha limitado el control de armas, o su voto contra reformas migratorias en el pasado.
En contexto…
Sanders enfrentó este nuevo debate antes de las primarias de New Hampshire con una nueva energía política tras haber empatado en Iowa con la que hasta ahora parecía como imbatible candidata oficialista Hillary Clinton. El crecimiento de Sanders ha sido espectacular, tras estar más de 30 puntos por debajo de Clinton, y considerado un candidato excéntrico tras declararse “socialista” y contra el financiamiento millonario a la política. Sanders ha sido más exitoso que Clinton en arrastrar el voto joven que había sido inspirado en su época por la candidatura del también entonces senador Barack Obama.
El mensaje social de Sanders y su compromiso con el medio ambiente han encantado a esos votantes, mientras Hillary Clinton intenta apelar a su condición de única candidata mujer, su experiencia en política exterior y su récord de confrontación contra los grandes intereses económicos. Con la polarización entre los candidatos republicanos, empujados a posiciones extremas para atraer a la derecha más conservadora, los candidatos demócratas luchan a su vez por imponer una agenda progresista en sus programas de campaña. Las promesas demócratas pueden quedarse en eso: declaraciones de buenas intenciones en medio de la lucha electoral que serán totalmente neutralizadas por un Congreso que aún está bajo control completo del Partido Republicano. Pero eso será tras el cambio de poder en las presidenciales de noviembre de este año. Mientras tanto, lo único concreto es el juego electoral entre una larga lista de competidores que sueñan con habitar la Casa Blanca en calle Pennsylvania.